“Este es un oficio muy tradicional, muy antiguo, en el que se hace todo de manera totalmente artesanal”. Estas son las palabras de Joaquín Pérez, quien suma 26 años de experiencia como matarife en el matadero municipal. Tras casi tres décadas, es todo un experto en el arte del sacrificio y, aunque su confesión no sea la musulmana, manifiesta que vive con “especial emoción” la festividad del Aid El Kebir. “Yo soy de Melilla, de toda la vida, y la fiesta de mi vecino también es mi fiesta”, asegura.
Según relata Joaquín, en el matadero se trabaja de forma diaria siguiendo las condiciones que marca el rito islámico. “El ganado entra y se comprueba que está sano y que tiene la documentación correspondiente”, expone. “El rito se realiza con el animal mirando hacia La Meca, mientras el santón le reza una oración”, cuenta.
Para cumplir con los preceptos religiosos, el animal no debe sufrir y el corte en el cuello debe ser limpio. Una vez que el borrego está muerto, es despiezado y descuartizado. Se le retira la piel, las tripas y el intestino. “Las tripas se entregan al santón para que las prepare y deje los callos en una bandeja”, señala el matarife. “Se hace el trabajo completo y, una vez que se termina, el particular puede venir a recoger al borrego, que está colgado y enumerado”, apunta.
Este año, el matadero cerró sus puertas sobre las 11:30 horas. En total, ayer se sacrificaron nueve borregos y dos toros en estas instalaciones. Desde primera hora, seis matarifes y demás operarios permanecían preparados “para lo que pueda venir”, que no fue ni una mínima parte de trabajo vivido en años anteriores.
“Nosotros hemos llegado a sacrificar a 100, 120 o 150 animales otros años en la Pascua Grande”, rememora Joaquín. A su parecer, las tradiciones tienden a descuidarse y fruto de ello es el descenso de sacrificios realizados en el matadero melillense. “Aquí cada vez viene menos gente”, recalca.
El matarife intuye que muchos musulmanes de Melilla han pasado el Aid El Kebir en Marruecos, donde apunta que “no hay que cumplir tantas normativas” como en la ciudad autónoma, donde todo debe estar reglado. “Es una pena porque esta fiesta también forma parte de la cultura de nuestra ciudad, hay que cuidarla, como al resto de las fiestas”, manifiesta.
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