Categorías: Cultura y Tradiciones

Joaquín Canovas: un cofrade que vuelve a Melilla en Semana Santa

Desde hace quince años no falta ninguno para sumarse como portador a los tronos de la Soledad y el Cristo de la Paz

Hace quince años que se marchó de Melilla por obligaciones laborales impuestas por la empresa Acciona, de la que forma parte desde hace décadas, primero en la plantilla de la antigua Cubiertas que acabó absorbiendo la importante firma.
Ahora, metido de pleno en la década de los 50, este melillense que, en principio, iba para sastre, encuentra en nuestra Semana Santa un abanico de sentimientos que le reconcilian y le reencuentran plenamente con la ciudad de su vida. Y es que aquí, donde inició los pasos de su padre, Pedro Canovas, antiguo trabajador de las desaparecidas Sastrería Cuadrado y Roan, Joaquín Canovas no sólo forjó su vida laboral sino también su apego a una Cofradía muy unida a varios miembros de su familia, y en la que hoy lleva a gala ser ejemplo del portador que, año tras año, regresa desde su residencia en la Península para no faltar a la cita anual con los tronos de La Soledad y el Cristo de la Paz.

Amalgama de sentimientos

Hasta hace poco eran otros tres los que como él todos los años volvían con el mismo objetivo a nuestra Semana Santa en lo que a la Hermandad del Sagrado Corazón se refiere. Este año no sabe si es el único pero sí siente el mismo cosquilleo que le embarga cada vez que está debajo del trono. “Para mí es una amalgama de sentimientos”, comenta visiblemente emocionado tras la reciente pérdida de su madre, cuyo fallecimiento también la trajo de retorno a Melilla hace un mes.
Aún así,  y a pesar del esfuerzo económico que siempre le supone el viaje, en torno a los 360 euros para los billetes de avión de él y su hija, Joaquín Canovas no se lo piensa dos veces. No se declara un católico de misa diaria pero sí un creyente que en la Semana Santa de Melilla vuelca mucho más que su sentimiento cristiano; también una relación única con la ciudad en la que nació y forjó su familia.
Un sentimiento que se multiplica con el acercamiento al resto de cofrades, de su propia hermandad y del conjunto de cofradías. “Por la calle –dice- voy con los ojos como platos, porque me gusta ver y reencontrarme con la gente. No quiero perderme nada”.
A su juicio, nuestra Semana Santa es tan digna y hermosa como cualquier otra. Tan peculiar como singular, pero en su caso no deja de calificarla de la más hermosa, porque los vínculos que le unen a ella son los mismos que le unen a Melilla.

Embajador nato

Aficionado a las redes sociales como Facebook, hace de su gusto por la comunicación a través de Internet una forma de promocionar nuestra tierra, con decenas de álbumes que recogen la belleza de nuestra ciudad. “Siempre la sobrenombro ‘la gran desconocida’ porque otros internautas comentan normalmente su sorpresa por las imágenes que pongo”.
Y es que Joaquín, como muchos melillenses en la diáspora, es un embajador nato de nuestra tierra que hasta en su despacho tiene el escudo de nuestra ciudad y otros objetos e imágenes alusivos a nuestra tierra.
“Melilla –dice- es mi ciudad querida, aquí tengo mucha familia, pero el trabajo no sólo me obligó a irme, sino que ahora con la crisis quién sabe si me pueden mandar a otro sitio”, por aquello de que las constructoras buscan en el extranjero los contratos que escasean actualmente en España en el sector de la construcción.
Aún así, promete volver la próxima Semana Santa esté donde esté. “Lo que siento debajo de un trono no lo puedo sustituir por nada”, dice recordando especialmente a su madre, que nunca hasta ahora faltó tampoco a las procesiones melillenses.
“Lo  importante –comenta- es meter a los niños en las hermandades. Hacerlos que vivan la Semana Santa desde pequeños para que esto no se pierda”.
En este viaje ha vuelto de nuevo con su hija Miriam, de 18 años, y que igualmente se sumó a las estaciones de penitencia de la Hermandad de la Soledad, en su caso como una nazarena más.
Y aunque Joaquín Canovas, en realidad, no necesita sólo de estas fechas para volver a Melilla -otras como las Navidades también le suelen traer de retorno todos los años-, asegura que como no hay nada comparable a la Semana Santa, porque “son tantos los sentimientos que se agolpan bajo los tronos”, que su experiencia en las procesiones melillenses se le hace única e irrepetible.
“Cuento los días para venir aunque sólo sea para los de las salidas de los tronos”. El suyo es el granito de arena de un cofrade más, pero sin duda con una cualidad muy relevante.

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