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Javier Caras, Odontólogo: “Para ser buen odontólogo hay que tener paciencia, empatía y cariño”

El Dr. Francisco Javier Caras estudió Odontología en la Universidad de Granada y tras diversos cursos, másteres y una dilatada carrera profesional en Granada decidió regresar a su tierra, Melilla, y dirigir su propia clínica privada, ubicada en la calle Chacel.

De trato afable, Caras es uno de esos odontólogos con grandes conocimientos, pero, fundamentalmente, con los mimbres que todo médico debe tener: empatía y comunicación con el paciente.

En un mundo cada vez más globalizado charlamos con un médico de los de “antes”, en el trato, pero de los “más actuales”, en cuanto a conocimientos se refiere.

–Dr. Caras, ¿Cuáles son los cuidados básicos que recomienda para una buena higiene bucal?

–Siendo un poquito teórico diría que, según la edad de cada persona, existen unas necesidades u otras. Los niños pequeños necesitan una buena nutrición y una higiene controlada. Quizás no tan exhaustiva como en un adulto, pero fundamentalmente son los padres quiénes controlan la salud bucal de los niños. En el ámbito de los adultos, un cepillado después de las comidas es correcto y controlar los azúcares excesivos. Hay hábitos que no son buenos, como el tabaquismo o el alcohol que deterioran la dentadura sí o sí. También incluiría visitas regulares al dentista. Creo que es una especialidad sanitaria a la que debe ir todo el mundo una vez al año, aunque no padezca ninguna sensación de dolor.

–¿Por qué decidió estudiar Odontología y cuál es la cualidad que considera necesaria para ser odontólogo?

–Tenía claro que quería estudiar algo relacionado con la rama sanitaria, en la que continuamente estuviese formándome, aprendiendo y que fuese algo técnico. De ahí, la Odontología. Respecto a las cualidades de un buen odontólogo creo que hay que ser muy empático porque aún gustándote mucho, a veces se hace cuesta arriba, y las personas vienen con miedo, con alguna molestia. Te tiene que gustar lo que haces y saber que voy a poder ayudar a un paciente y no perder el norte. Creo que hay que tener paciencia, empatía y cariño.

–¿Cuáles son sus mayores miedos al tratar a un paciente?

–La sensación de miedo, como tal, no la tengo. Sí, respeto porque depende de qué actos, qué terapéutica, qué planes de tratamiento voy a seguir, pero se actúa con formación, con planificación, sabiendo hasta dónde eres capaz de llegar. El miedo surge si no eres capaz de hacer según qué tratamiento, cuando no dominas algo o no controlas algo. Cuando algo se te va de las manos, que puede ocurrir en alguna ocasión, puede haber algún imprevisto, pero en general si planificas bien y estás bien formado no debes tener miedo. Creo que lo más importante es conocer tus limitaciones, tu capacidad y, en consecuencia, no meterte dónde no conoces.

–¿Cuál es el procedimiento más complejo al qué se ha enfrentado?

–En mi día a día desarrollo una odontología muy variada, de diferentes especialidades y dentro de cualquier especialidad hay cosas más sencillas y más complejas. No me atrevería a decir que hay una especialidad más difícil porque cada una tiene su dificultad. Desde una cirugía regenerativa a una endodoncia de cuatro, o cinco conductos o nervios, como se suelen llamar. Dentro de cada especialidad hay partes más sencillas y más delicadas. Los casos más complejos y satisfactorios para mí son los que engloban varias especialidades. Algún paciente llega con una boca en mal estado y la rehabilitas. Extraes lo que no vale, saneas la boca, a lo mejor lleva una ortodoncia de alineado y termina con unos implantes. Es decir, le has rehabilitado completamente la boca.

–¿Cambiaría algo de lo qué ha hecho a lo largo de su trayectoria?

–Mi sensación, a día de hoy, no es qué hubiera o no cambiado. Te diría que, tal vez, en un momento, cuando comencé mi tesis doctoral, también inicié un máster. Finalmente, terminé el máster y no la tesis. Me llamaba la atención impartir clases en la Universidad, pero, en aquel entonces, era muy complicado entrar en ese gremio. A veces sí he pensando, ¡qué lástima no haber finalizado la tesis! Pero ahora también hay más opciones para impartir clases, incluso existe la formación privada, por especialidades, cursos modulares y se pueden hacer, pero ahora no lo tengo muy en mente. Hice lo hice y estoy contento.

–¿Se negaría a tratar a algún paciente?

–Hay que diagnosticar a todos los pacientes. A lo que sí me he negado es a aplicar determinados tratamientos que te pide un paciente porque a lo mejor las expectativas, o la ilusión de ese paciente por un tratamiento no puede ser posible y yo, como médico, no lo puedo engañar. Por ejemplo, cuando me solicitan poner determinados implantes y una prótesis en un paciente fumador y con un nivel de azúcar descontrolado ponerle un implante es llevarlo a un fracaso y, a lo mejor, puede crear mayores problemas sanitarios. Primero debe solucionar los problemas de base, y después plantearnos los implantes. En alguna ocasión sí me he negado. Yo tengo que orientar a mis pacientes.

–¿Existe algún paciente ideal?

–Hay pacientes muy buenos de todas las edades. Hay niños que son lindísimos y adultos insufribles. Los pacientes ideales serían aquellos colaboradores, que vienen con confianza, que se cuidan. Son pacientes que te ayudan mucho. Le digo mucho a mis pacientes, sobre todo con ortodoncia, la diferencia de resultados entre niños o adultos colaboradores, y los que no lo son.

–¿Qué temores o miedos puede tener un dentista a la hora de asumir un tratamiento?

–Lo más importante para mí es intentar llevar a cabo lo que hablo con el paciente. Tenemos un objetivo con el tratamiento y no siempre se logra. Somos humanos y, aunque estemos formados y pongamos todo de nuestra parte, a veces, hay casos que no quedan igual a lo que tú te planteabas. No es miedo, pero sí una sensación de inseguridad.

–¿Existe la improvisación en Odontología, o está todo escrito?

–No debes improvisar en tu día a día. Es fácil que te salga mal porque, al final, te estás metiendo en un campo, en el que no tienes planificación. Cuantos más cabos tengas atados, menos problemas.

–¿Cómo lidia con un mal día de trabajo?

–Pueden suceder mil cosas, pero tienes que tener la mente fría, no puedes perder los papeles. Al salir de la clínica me gusta practicar deporte, ir al cine. Incluso, hace años, hacía teatro y era una desconexión absoluta. –¿Qué es lo que más le emociona de su trabajo?

–Una de las cosas que me atraen mucho de mi profesión es que se está renovando continuamente. Así que me voy reciclando porque eso me lleva a realizar una Odontología más actual. –¿Qué diferencia a un buen dentista de uno extraordinario?

–He tenido la suerte de trabajar con odontólogos excelentes y me llaman la atención aquellos que tienen la capacidad de ir por delante, de ver el futuro de la Odontología. Mejoran la profesión, hacen más útil y práctico nuestro trabajo. Hay que aprender de ellos. No todos tenemos esa aptitud, pero hay que aprender siempre.

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