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Januká, cuando la luz vence a la oscuridad

Este año Januká comienza este domingo 18 de diciembre  y termina la tarde del 26 de diciembre. Con esta festividad tan cerca, El Faro ha hablado con Mordejay Guahnich, presidente de la Comunidad Hebrea, para rememorar el origen de estas fiestas.

Januká es una fiesta no contemplada en las cinco fiestas mayores que vienen en la Torá, el libro sagrado del judaísmo. Mordejay Guahnich explica el origen de esta festividad se remonta a cuando se produjo un intento de opresión por parte de los griegos helenistas al pueblo judío, intentando que no llevarán a cabo actividades propias de su cultura, como la circuncisión o la lectura de la Torá, por ejemplo. 

Esta opresión condujo a varios grupos de rabinos escapasen con sus familias a la montaña. Durante estos momentos obligaban a los judios a hacer idolatría, que es uno de los pecados capitales que hay. Al ver que querían hacer un ritual pagano en el templo de Jerusalén, empezó una revuelta popular que llevó a que los judíos restaurasen el servicio en el templo de Jerusalén. 

En estas fechas lo que realmente se conmemora es el gran milagro que ocurrió cuando se preparó la menorá para el encendido. Cuando iban a encenderla solo había una vasija de aceite puro. Se tardaba ocho días en recuperar el aceite porque se necesitaba con la primera gota del aceite de una oliva. 

El milagro ocurrió cuando durante ocho días la menorá estuvo encendida con esa única vasija. Justo el tiempo necesario para producir el nuevo suministro de aceite. 

“A partir de ahí los rabinos estipularon que para las generaciones venideras y en recuerdo de este gran milagro judío, durante ocho días se encendieran luces para recordar este milagro”, explica Guahnich. Es una forma de divulgar y difundir el milagro que ocurrió aquel día con el pueblo judío y que ha trascendido hasta nuestros días. 

Cuando se celebra Januká, normalmente el encendido se produce por parte del cabeza de familia. El presidente de la Comunidad Hebrea recuerda que son tradiciones por costumbre, no imposiciones religiosas. 

Durante los días que dura la festividad, la familia sefardí se reúne a la luz de las velas contando historias, interactuando, merendando o cenando. 

Como la mujer tuvo un papel predominante en este milagro, durante esta primera hora no lleva a cabo ni realiza ninguna actividad. Son los hombres quienes preparan el desayuno, la merienda o la cena. Los niños también cuentan con un papel importante porque durante estos días se les hacen regalos en casa de los padres, tíos y abuelos. 

“Es una fiesta muy bonita”, señala Guahnich, ya que en estas fechas las calles se llenan de luces y en las ciudades predominantemente judías también se mantienen encendidas en las calles las menorás. 

En Melilla hay algunas luces encendidas, pero asegura que desde la Comunidad Israelita esperan que el año que viene tengan mayor representatividad y mayor visibilidad de estas fiestas a través de las luces de la ciudad, al igual que ocurre con otras culturas. “Es una de las fiestas donde más se interactúa con la sociedad”, manifiesta. 

Januká se vive muy intensamente con eventos públicos, como el encendido, y privados para niños, jóvenes y adultos que se llevan a cabo durante estos ocho días con las diferentes organizaciones y entidades locales. 

Pero, sin duda, un grave error es comparar la fiesta de Januká con la Navidad cristiana. Un fallo que, según Mordejay Guahnich, se comete sobre todo en la prensa fuera de Melilla al referirse a esta festividad como “la Navidad judía''. “Navidad es una cosa y Januká es otra completamente diferente”, apunta. 

Cada festividad tiene sus propias características y que se celebren en la misma época no tiene “nada que ver”. 

“No tiene ninguna representación ni ningún significado más allá del común y que engloba a todas las culturas: la luz”, dice. 

En ese sentido, asegura que la luz es lo que ilumina nuestras vidas, donde hay oscuridad y bifurcación, odio y recelo. Esa luz, que es antónimo a todo lo anterior, es el denominador común de muchas festividades de las distintas religiones y culturas, ya sea cristiana, musulmana o hindú. En ellas la luz cuenta con un papel muy importante y es, sin lugar a a dudas, el elemento que las une.

Este año la fiesta de Januká se retoma “con las puertas abiertas”, asevera Guahnich. Después de los dos años de pandemia del Covid-19, esta vez volverá a desarrollarse con total normalidad, sin mascarillas, restricciones sanitarias o distancia de seguridad.

El gran vaciado de la Comunidad Hebrea

Mordejay Guahnich explica que la Comunidad Hebrea se encuentra muy integrada en la sociedad melillense, al igual que ocurre con el resto de las distintas culturas. 

Los primeros judíos provenientes de Marruecos llegaron a Melilla en 1864. Aquellos que se instalaron en la ciudad, apostaron por el comercio como principal fuente de ingresos. Por aquel entonces, la ciudad estaba militarizada y tenía que prestar servicios en el ámbito civil. La familia Melul fue ejemplo de ello, ya que instalaron la primera funeraria. 

Guahnich recuerda que al centro de Melilla la llamaban la pequeña Sion. Sion es la tierra prometida en las sagradas escrituras de Israel. “El 80% de edificios modernistas del centro son creados por judíos”, apunta.

La población civil judía a finales del siglo XIX y principios del XX casi llegaba al 50%. Tal era la repercusión, que en 1902 tuvo lugar en Melilla un congreso de africanistas donde se predijo que el 80% de la población sería judía en el siglo XXI. 

“No ha sido real por diferentes avatares, pero se apreció ese crecimiento demográfico y presencia judía en la ciudad. Lo que quiere decir que el judío siempre ha estado y se ha sentido integrado en la sociedad”, señala. 

Los datos reflejan que el índice de población de la Comunidad Hebrea se situaba en 7000 personas en torno al año 1930.

Sin embargo, hoy en día apenas quedan 1000 judíos viviendo en la ciudad. Muchas de las emigraciones se han producido principalmente a causa de las grandes crisis y, por tanto, la necesidad de trabajo. Las nuevas generaciones se han marchado fuera a estudiar y han establecido sus vidas en otros lugares fuera de Melilla. “Esto es lo que está produciendo el gran vaciado comunitario”.

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