Llevamos dos fines de semana seguidos teniendo problemas en el aeropuerto de Melilla. La semana pasada se cancelaron seis vuelos por la avería de dos aviones, algo totalmente “inusual”, según explicaron desde la compañía área a este periódico.
Ayer fue una causa externa: las nubes bajas que dificultan la visibilidad del piloto e impiden aterrizar o despegar.
Un motivo, por otro lado, también es inusual, aunque ya habíamos sufrido cancelaciones por estas mismas causas en otras ocasiones. La peor que recordamos es la de abril de 2013 cuando la ciudad se quedó incomunicada por aire durante tres días.
El percance de ayer dejó a los jugadores del River Melilla sin su primer partido de la temporada en Tercera División. Tenían previsto volar hacia Málaga a las ocho y media de la mañana y no fue posible. Un banco de nubes bajas se cruzó en su camino.
Desde el Patronato de Turismo se están haciendo muchísimas gestiones para impulsar la llegada de visitantes a la ciudad, pero los incidentes “inusuales” podrían convertirse en una china en el zapato del viceconsejero del área, Javier Mateo.
El crucero que tuvo que volver a puerto con un polizón a bordo fue el último que vimos atracar en el puerto de Melilla.
Es un hecho “inusual”, cierto, pero espanta a los visitantes.
Contra las inclemencias del tiempo no podemos hacer nada, pero es preocupante que los astros se alineen para colmarnos de hechos inusuales que trastocan las vacaciones de quienes nos visitan.
Los turistas suelen apurar hasta el último minuto. Y probablemente si alguien se incorpora tarde a trabajar por un percance “inusual” en Melilla, difícilmente volverá a poner un pie en esta ciudad.
En lugar de recordarnos por los pinchitos, las tapas, los edificios modernistas o la playa, se acordará de que se quedó tirado en el aeropuerto de Melilla por un banco de nubes bajas.
Para despegar, turísticamente hablando, necesitamos quitarnos el sambenito de la inmigración, los saltos a la valla y los polizones, pero también el gafe del aeropuerto. En todas partes se cancelan vuelos, pero dos semanas seguidas, en una ciudad como Melilla, es inusual.