En las óperas de larga duración, en las obras de teatro modernas, suelen existir dos descansos o momentos de reparación para los espectadores que han abonado escrupulosamente sus localidades.
Los espectadores agradecen el gesto de los cantantes y figurantes y se precipitan –o precipitaban– hacia el ‘selecto ambigú’ que con frecuencia solía haber en los teatros, en el esfuerzo vano de refrescarse con alguna bebida, vano digo, porque sin saber cómo, ya había tres filas de presuntos consumidores en perfecta formación antes de que usted llegase al ambigú de marras, y cuando le tocaba a usted el turno, sonaba la horrible voz metálica que anunciaba “faltan tres minutos para que se reanude la sesión”.
En ese preciso momento usted desistía del intento y se dirigía, taciturno, hacia su localidad. Su localidad estba situada en el centro de la fila y usted había de levantar de sus asientos a media fila de señores y de señoras o al revés, entre los comentarios ácidos y poco amables del personal.
A ese calvario uníase el asistir al enésimo acto del ‘Anillo de los Nibelungos’, opera que el señor Wagner compuso, sin duda, para excitar la invasion a Polonia por el señor Hitler y su abundante cohorte de milites.
Pues aquí pasa lo mismo. El Diccionario se reanudará en su formato habitual el Domingo de Resurrección, día 17 de abril de este año de gracia del Señor de 2022. Mientras tanto, nos dedicaremos al interludio como este que hoy sale y el del próximo Domingo de Ramos, verdadero día del gozo y de tantas nostalgias enredadas en mi alma.
Cada domingo del gozo recuerdo el verso tremendo de Rafael Montesinos: “Hoy la memoria ha cogido el camino más corto para herirme”.
Pero aparte de este soliloquio, un poco hecho de aquella manera, no quisiera que se escaparan de rositas algunas facecias obtenidas por mis espías paraguayos del cráneo de estas plagas.
Así, y aunque lo trataremos ‘in extenso’ en el Diccionario, pongo a la consideración de mis inteligentes lectores eso de ‘isla energética’, que no es otra cosa que el soplamocos que le ha propinado ‘uropa’ al Sánchez cuando pretendía enredarlos en soliloquios sobre energías, electricidad, gases y demás... Esa gente sin gusto ni paladar le ha dicho que se busque la vida con Portugal y que allá nos las compongamos.
Lo digo en plural porque el soplamocos nos lo han dado a nosotros.
También tendrá entrada de honor en el nuevo tomo la nueva oratoria surgida en estos aciagos días. En efecto, un brioso sindicalista llegó a arengar a las masas a luchar contra los “oligolopios”, término abstruso y de difícil comprensión para el resto del personal no ducho en la jerga sindical. Seguiremos informando. Ya digo que a don José María –Pemán– le ha salido un procaz y precoz discípulo.
Claro, que su otro acompañante, perteneciente también a los denominados sindicatos de clase, no le anduvo a la zaga; el compañero no logra leer de manera fluida su arenga a las masas y también inventa palabras.
Así invita a reaccionar al “sistema mega?medinalista” ( sic) de la aplicación del precio de la electricidad” (?). En fin, ya trataremos esto como se merece. Don Emilio Castelar ya puede despedirse de ser considerado padre de la oratoria parlamentaria, sin olvidar al señor Churchill y colaboradores.
Lo que es digno de consideración son las ‘claves de choque de 16.000 millones contra los efectos de la guerra’ ( sic) anunciadas por el Sánchez.
Con todos mis respetos al martirizado pueblo ucraniano, yo creo que hablar de los ‘efectos de la guerra’ en nuestra nación es un poco atrevido. Pero en fin...
Ya me estoy imaginando al ariscado Sánchez delante de un batallón, tocando el tambor y llevando la bandera de Ucrania. Bandera que todos enarbolan sin complejos. Con el trabajito que cuesta sacar una bandera de España a la calle...
No hago mención en este interludio ni al disoluto Simón ni a la desventurada Darias ni a Illa –ese que tiene cara de ministro de la Alemania Oriental y que es experto en mascarillas–, ni mucho menos a la ex alcaldesa de Puertollano –que por mi padre ( q.e.p.d.) sigue siendo ministra–.
Que no le falte agua al elefante.
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