Opinión

¿Intercambio de cromos en Marruecos?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aseguró ayer en el Congreso de los Diputados, que durante su cena (iftar) de ruptura del ayuno con el rey de Marruecos, Mohamed VI, en Rabat, el 7 de abril pasado, dejó claro al monarca que la soberanía de Ceuta y Melilla "está fuera de toda duda".

Para sorpresa colectiva, desde Rabat no han salido a desmentir al presidente español, por lo que cabe pensar que es verdad que el autor del "Manual de resistencia" rompió la paz del Ramadán palaciego marroquí con su bomba nuclear.

Qué menos podía hacer Sánchez después de que el rey Mohamed VI hubiera cancelado la visita que el ministro José Manuel Albares tenía prevista para el 1 de abril, lo que obligó además a suspender una recepción para alrededor de 1.500 personas, que se había organizado en la embajada de España en Rabat. Todavía no hemos podido saber cuánto nos costó el conato de juerga.

Me imagino la cara que se le debe haber quedado al rey de nuestro socio estratégico en el momento en que probablemente bebía las mieles del regocijo tras habernos ofendido con la bandera bocabajo en señal de rendición.

Sin embargo, no pasa desapercibido un momento del discurso de ayer de Sánchez en el Congreso, en que el presidente hace un paralelismo entre cómo nos afecta a los españoles el tema de Ceuta y Melilla y cómo afectan en Marruecos "los asuntos que les preocupan" a ellos. Pese a las acrobacias lingüísticas, todos entendimos al unísono que hablaba del Sáhara.

Cabe por tanto preguntarse si la reconciliación con Marruecos ha sido un mero intercambio de cromos o estamos ante una nueva amistad erigida "sobre bases sólidas", como dice el presidente Sánchez. Yo te doy el apoyo al plan de autonomía marroquí sobre el Sáhara y tú dejas en paz a Melilla y Ceuta.

Si es así, habría que levantarle una estatua de arena a Sánchez a la orilla del mar en Melilla porque ha conseguido que volvamos a soñar "con un futuro esperanzador" cuando estábamos en modo avión, agonizando sin derecho a primeros auxilios. El problema es que no sabemos cuánto nos durará la alegría.

Se ha elucubrado mucho en torno a las concesiones que hizo el presidente español en ese iftar con Mohamed VI. Pues bien, ayer Sánchez dijo alto y claro que Melilla y Ceuta no son ciudades ocupadas como soltó en una entrevista a finales de 2020 el primer ministro marroquí Saadeddine El Othmani. Donde las dan, las toman. Esta gente no es capaz de calcular el potencial que tiene Sánchez cuando se trata de resistir.

Vuelvo y repito, si las cosas son como las cuenta Sánchez, tenemos al único presidente de España que ha llamado a Melilla y Ceuta por su nombre sentado a la mesa del rey de Marruecos. Y a partir de ahí podemos juzgar el resto de la historia si es que esta historia no destiñe en las próximas horas y donde dijo digo, luego dice Diego.

Otro dato curioso: Sánchez se sentó con Mohamed VI después de haber venido a anunciar la reapertura de la frontera en Melilla y Ceuta. No es una opinión; es un hecho como lo es también que ayer en el Congreso el presidente del Gobierno se libró de ser acusado de entregar a la ciudades autónomas a Marruecos porque dijo lo que hasta ahora no había dicho ningún presidente en el Congreso: que Melilla y Ceuta no son ciudades ocupadas. Y eso seguro que molestó, y mucho, en la Embajada de Marruecos en Madrid.

Se puede decir más alto, pero no más claro. Ahora hay que esperar la reacción porque la habrá. Tarde o temprano la habrá. No sólo tenemos que prepararnos para la respuesta marroquí a ese punto del discurso de Sánchez sino también para la parte en la que el socialista dijo que España no va a tolerar la instrumentalización de la inmigración como herramienta de presión.

En esto los lobbys promarroquíes han hecho mucha pedagogía en nuestro país. Suelen explicar que Marruecos puede frenar 1.000 o 2.000 migrantes, pero que hay un momento en el que tienen que quitarle presión a la olla para evitar revueltas en su territorio que deriven en una primavera árabe.

Sin embargo, en Bruselas gana fuerza el sentimiento fiscalizador de una institución como el Parlamento Europeo que exige pruebas de que se está haciendo un uso impecable del dinero público que conceden en concepto de ayudas y buscando una contrapartida concreta. No es de recibo que una empresa o una Administración tengan que justificar hasta el último céntimo que les da la UE y que Marruecos no sea fiscalizado cuando hace uso del dinero europeo para controlar la inmigración.

Por tanto están por la labor de investigar adonde van a parar los fondos públicos que se dan a Rabat para que preste un servicio relacionado con la externalización de fronteras. Ya no hablamos de vigilar las fronteras de España sino de cuidar las fronteras europeas.

Ayer en su intervención, Sánchez pasó muy por encima al tema de las aduanas comerciales. Dijo que sí, que van adelante, pero no soltó ni fecha ni dato alguno que invite a pensar que la normalización que la iban a cerrar este martes en Madrid es ya una realidad.

Quizás por eso, el presidente se refirió a las relaciones con el país vecino como "ricas y complejas" e insinuó que se va "a acelerar" el ritmo de los preparativos. Vaguedades. A día de hoy no sabemos qué va a pasar y Sánchez no lo aclaró en el Congreso.

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