Hace unos días, la Policía Local daba cuenta de una importante actuación en materia de seguridad vial, que supuso localizar a tres conductores que circulaban a velocidades increíbles para vías urbanas: entre 96 y 138 kilómetros por hora. Los tres deberán comparecer en el Juzgado para responder de su temeraria acción, que ya no solo se podrían haber causado graves daños a ellos mismos sino también a terceros ajenos a su mala praxis al volante.
No hace falta recordar porque todos lo llevamos dentro, que hay un menor en un hospital de Granada que se debate entre la vida y la muerte hace semanas tras ser víctima de un accidente por exceso de velocidad cuando simplemente iba caminando por la acera en la zona de la rotonda de la carretera de Cabrerizas con el cruce hacia Tiro Nacional. Ese ejemplo, aunque se podían poner otros más, es suficiente para que entendamos la importancia de no exceder los límites y ser conscientes de que, aunque no lo parezca, un coche puede ser un arma mortífera y hay que ser responsables en la conducción.
Por eso es tan importante que la Policía Local continúe esas labores de control y vigilancia que está llevando a cabo en distintas zonas de la ciudad. Los últimos datos que se han hecho públicos hablan de casi doscientos denunciados por la velocidad a la que circulaban y eso es inadmisible en una ciudad de 12 kilómetros cuadrados, donde la práctica totalidad de las vías son urbanas.
La violencia vial de Melilla ha ido en aumento en los últimos años. Son muchos los ciudadanos que se quejan del temor que sienten al cruzar un paso de peatones y todos sabemos que no sería la primera vez que más de uno y de dos han sido atropellados cuando pasaban de una acera a otra por el lugar habilitado especial para ello y para ellos. Y eso no se puede consentir.
De ahí que pidamos a la Consejería de Seguridad Ciudadana que no deje de lado los controles que se están haciendo, que si es posible los intensifique porque acabar con esa violencia vial debe ser una prioridad para nuestros representantes públicos. Melilla necesita una circulación calmada, responsable y consciente de lo que es llevar el volante de un coche en la mano.
Ya que estamos, tampoco estaría de más que se programara algún tipo de vigilancia para impedir algo que vuelve a la actualidad con el buen tiempo. Se trata de los anzuelos abandonados por los pescadores a la orilla de las playas y que suponen un auténtico peligro para las personas, sobre todo para los niños.
Lectores de El Faro nos han hecho llegar fotografías que muestran los anzuelos con su hilo ahí tirados y eso debe remediarse a la mayor brevedad posible, principalmente si tenemos en cuenta que pescar en la playa no es legal si no hay una habilitación previa en un plan definido por la Administración Local. Por el bien de todos, hay que cuidar la costa para que puedan disfrutar los pequeños y los ciudadanos de sus paseos.
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