El Gobierno central ha asegurado que España está preparada para evitar el contagio del ébola.
Los protocolos para impedir la propagación de esta enfermedad y cualquier otra grave de carácter infeccioso están en marcha y se van a ver reforzados en las fronteras de Melilla, Ceuta y en los aeropuertos.
No hay ningún motivo para poner en duda las afirmaciones del Gobierno y, por lo tanto, no hay razón para pasar de la lógica preocupación de los ciudadanos al alarmismo injustificado. Si hay algún reproche que hacer al Ejecutivo central en este caso, es referente a su falta de rapidez de reacción, al menos en lo que a comunicación se refiere. En este tipo de situaciones, además de acordar las medidas sanitarias necesarias, es necesario mantener perfectamente informada a la población y, en especial, a los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, que en definitiva son los responsables de trasladar la calma a los ciudadanos si se produce alguna situación conflictiva. Sin embargo, lejos de ocurrir esto último, los sindicatos policiales y las asociaciones de guardias civiles han tenido que salir al paso de la inquietud de sus afiliados para exigir la información necesaria a los responsables del Ministerio. Tanto desde la Dirección General de la Guardia Civil como desde el propio departamento de Jorge Fernández Díaz se recordó ayer a los agentes que existe un protocolo del año 2011 que recoge las medidas higiénico sanitarias que policías y guardias civiles deben adoptar ante personas sospechosas de padecer enfermedades infecto-contagiosas y las recomendaciones para evitar contagios. Además de información, el Ministerio ha ofrecido a los agentes el material que precisen, como mascarillas, guantes u otros efectos. De momento, no se puede pedir más al Gobierno central, pero si le debe reprochar que no los haya hecho antes. Con más capacidad de reacción, el Ministerio del Interior se habría adelantado a las demandas de los policías nacionales y guardias civiles, la lógica preocupación no se habría a proximado a la categoría de alarma infundada y si los agentes se hubieran cruzado con algún caso de ébola, habrían tenido todos los elementos a su alcance para saber cómo actuar.
No hay nada peor para enfrentarse a una crisis que la falta de información precisa, el alarmismo injustificado y unas autoridades que tardan en reaccionar o se dejan superar por los acontecimientos debido a que no supieron valorar ni la gravedad de la situación ni la inquietud que ésta puede generar en la población.
Hoy los agentes deberían acudir más tranquilos a sus puestos de trabajo. Y si no es así, será preciso continuar con la labor de información para despejar cualquier duda o dar la solución a las situaciones que planteen. Todo, menos permitir la propagación del alarmismo infundado que haría aún más grave una epidemia de ébola que ya ha alcanzado la categoría de “urgencia de salud pública de interés internacional”.
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