Hace algo más de un año, en marzo de 2021, desde esta tribuna, mencioné un aforismo que aprendí en mi época juvenil que era el de “sólo el no hacer es infame”. Con este lema se pretendía significar, como explicaba en aquella ocasión, que lo más importante en una vida recta es posicionarse frente a los problemas o las dificultades y hacer algo para afrontarlos, nunca quedarse indiferente o al costado.
Con el transcurso de los años y las experiencias acumuladas a lo largo de los mismos, se van descubriendo otras formas de practicar conductas infames además de la de quedarse indiferente o al costado. Otra modalidad, por ejemplo, es la de la intervención frente a las dificultades, pero no para buscarles una solución razonable sino, simplemente, para salir del atolladero momentáneo en el que uno se encuentra inmerso y adoptar lo que, comúnmente, se denomina una huida hacia adelante.
En la actividad política, esto se ha venido en llamar en los tiempos recientes como cortoplacismo, o lo que es lo mismo, no pensar en las consecuencias futuras de nuestros actos presentes, o, si pensamos en ellas, pensar que ya escampará o que, cuando llegue ese río, ya cruzaremos ese puente. Yo, con su permiso, prefiero denominar esta actitud como la de la inconsistencia sostenida, ya que se apoya en una conducta errática, que depende, en cada momento, de donde sople el viento.
Y esto es lo que nos trae hasta la situación en la que nos encontramos. El recorrido experimentado por nuestro Gobierno y en consecuencia por nuestra nación en las relaciones hispano-marroquíes y por extensión en las hispano-magrebíes, viene caracterizado, desde la llegada de Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno, por una inconsistencia sostenida. Por una actuación cambiante, dependiente, en cada momento, de donde soplaba el viento. Y eso, en política internacional, suele salir mal porque compromete una de las características fundamentales que ha de acompañar siempre a la proyección exterior de la imagen de una nación: la consistencia, o lo que es lo mismo, la coherencia en el tiempo, la posibilidad de ser predecible y no sorpresiva o errática.
Si repasamos lo acaecido durante estos cuatro años en las relaciones hispano-magrebíes, nos encontramos con hitos que resultan, siendo benévolos, sostenidamente inconsistentes.
El período comenzó, como saben, con el cierre unilateral de la aduana comercial entre España y Marruecos en el paso fronterizo internacional de Beni Enzar en Melilla. Esto ocurrió el 31 de julio de 2018, dos meses después de la llegada del Presidente Sánchez al Gobierno. En el mes de septiembre, se informó de la constitución de un Grupo de Trabajo para alcanzar un acuerdo entre España y Marruecos para que dicha aduana comercial adoptase formas de proceder que fueran satisfactorias para ambas partes, sin que nadie dijera, que era lo insatisfactorio de la situación precedente. Estamos a punto de alcanzar los cuatro años de ese cierre unilateral, sin que tengamos noticia de cuáles eran las razones de la insatisfacción, se entiende que por la parte que procedió unilateralmente al cierre, es decir, por Marruecos, ni cuáles son las expectativas para una eventual reapertura.
A comienzos de 2020, nuevamente Marruecos decidió unilateralmente, restringir el tránsito de mercancías de todo tipo entre España y Marruecos en el paso fronterizo internacional de El Tarajal, en Ceuta. Poco después de esta decisión, como consecuencia de la pandemia, Marruecos procedió, de manera igualmente unilateral, al cierre de las fronteras terrestres entre España y Marruecos en Ceuta y Melilla, con las consecuencias de incomunicación por todos conocidas.
Durante este período de cierre y como consecuencia de la asistencia humanitaria proporcionada a un líder del Frente Polisario en España, Marruecos mostró su desagrado y su rechazo promoviendo una crisis de considerable importancia que se sustanció en la retirada de su Embajadora de Madrid y en la inaceptable, rechazable y rechazada incursión de más de 10.000 marroquíes en la ciudad de Ceuta.
En aquel momento, mayo de 2021, ante el rechazo de la Unión Europea a dichas actuaciones sobre la ciudad de Ceuta por parte de Marruecos, se habló de la necesidad de recomponer las relaciones con Marruecos y de adoptar los preparativos necesarios para el momento en el que la reapertura de la frontera tuviera lugar.
Casi un año más tarde, en marzo de 2022, los españoles, los marroquíes y los argelinos, nos desayunamos con la noticia proporcionada por las Casa Real marroquí de que el Presidente Sánchez le había remitido una carta al Rey Mohamed VI (ni más ni menos) ofreciéndole un cambio en la postura tradicional de España sobre el proceso de descolonización del Sahara occidental, en manos de la Organización de las Naciones Unidas.
La satisfacción marroquí y el desagrado argelino fueron expresados y puestos de manifiesto de manera prácticamente inmediata y con intensidad similar aunque de sentido contrario.
La satisfacción marroquí se ha visto materializada por el inicio del proceso de reapertura de la frontera terrestre entre ambos países y de los tránsitos de pasajeros a través de Ceuta y Melilla hacia Marruecos y viceversa en condiciones de momento con más sombras que luces y con más incógnitas que incertidumbres, así como con una opacidad absoluta sobre los extremos de lo acordado entre los Gobiernos de ambos países en este proceso.
El pasado miércoles, 8 de junio, el Presidente Sánchez explicó en el Congreso de los Diputados, a instancias de la oposición, las razones para el cambio de la posición histórica de España sobre el Sahara, en este caso también unilateral, aunque se puede calificar de unipersonal, ya que fue él, personal e individualmente, el que asumió este cambio en nombre de todos los españoles.
Casi a renglón seguido de su explicación, Argelia anunció la ruptura de las relaciones de amistad entre ambos países, vigentes desde 2002, con consecuencias, de momento imprevisibles para nuestros intereses comerciales y económicos, pero sin duda negativas. Y es que esto es lo que sucede cuando se huye permanentemente hacia adelante y se práctica la inconsistencia sostenida.
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