El presidente del PP, Pablo Casado, visitó Ceuta la semana pasada y desplegó allí su catálogo de soluciones para la terrible crisis (sin apellidos) que vivimos las dos ciudades autónomas en el norte de África. No sólo Ceuta. Melilla, como Teruel, también existe aunque a Casado se le olvide y Fadela Mohatar no se entere de que su jefe no se entera.
Señores, hay una ley infalible en comunicación: la del tupido velo. Estamos de acuerdo en que la mierda seca cuando se revuelve vuelve a apestar. Si Casado tuvo un lapsus el jueves en Ceuta, lo último que se puede hacer es disfrazarse de gaviota, ofenderse y negarlo con más patriotismo que los franceses entonando la Marsellesa. Se corre un tupido velo; ese cajón no vuelve a abrirse y aquí no ha pasado nada.
Ya no estoy hablando sólo del tuit a la ofensiva compartido por Fadela Mojatar, defendiendo que Casado no se había olvidado de Melilla, sino también de las declaraciones de Imbroda, sacando a colación las declaraciones de Casado en Ceuta. Si algún melillense no sabía que Casado vino a Ceuta y no pasó por Melilla, ya lo sabe. Imbroda se encargó de ponerlo al día.
Cuando me contaron que Casado había dicho en Ceuta que sólo hay una ciudad española en el norte de África, creí que me tomaban el pelo, porque, señores, esto no es nuevo. Esa cagada tiene pedigrí. Ya hizo eso mismo en 2019, olvidándose de Ceuta. Pero bueno, tampoco son nuevas las supuestas soluciones que propone para sacarnos del lodazal en el que estamos metidos. Me temo que esta gente no tiene las cosas claras y todavía anda con el corta y pega de propuestas antiguas.
Antes de tirarme a chapotear como Fadela Mohatar, he visto el vídeo donde, efectivamente, Casado nos hace dudar de que posee conocimientos geográficos elementales que se le presuponen no sólo a todos los españoles que superan la enseñanza Primaria sino a todos los inmigrantes que obtenemos la nacionalidad española después del famoso examen que, entre nosotros, visto lo visto, no creo que pueda ser aprobado por Casado.
Ocurrió en la rueda de prensa al aire libre que dio el presidente del PP en Ceuta. Son 30 segundos letales. En el momento en que Juan José Vivas le pasa el micrófono a Casado, éste halaga al presidente ceutí por llevar 20 años al frente “de esta maravillosa ciudad española, la única europea en el continente africano; la única frontera terrestre de Europa y de España en este continente”.
Dicho esto, aseguró que estaba en Ceuta para mandar “un mensaje de tranquilidad a todos los ceutíes”. Y en eso fue sincero. Su mensaje tranquiliza a los ceutíes, pero nos deja a los melillenses en ascuas.
Sin sacar las cosas de quicio, sabemos que es una metedura de pata o para ser menos crueles, un lapsus lamentable. El mismo que cometió en 2019 cuando se olvidó de Ceuta. Me cabe incluso la duda de que esto no sea premeditado.
El caso es que este señor no sólo nos presenta un decálogo de propuestas manoseadas sino que, además, repite el resbalón que tuvo cuando sentado frente a Imbroda le dijo en plena campaña electoral: “Bueno, Juanjo, un placer estar en Melilla, el orgullo de la única ciudad española y europea en este continente”. (Fadela Mohatar, antes de saltar en Twitter, por favor, échale un vistazo a la hemeroteca).
En ese momento Imbroda no dijo ni esta boca es mía. Se rascó la nariz y siguió escuchando a su jefe. Aunque conociéndolo, podemos hacernos una idea del rosario de adjetivos que le habrá dedicado por dentro.
Anécdotas aparte, vamos a revisar las soluciones mágicas que nos trae Casado. Nada nuevo bajo el sol. Más de lo mismo. A veces creo que a esta gente se le olvida que no somos robots; que tenemos nuestro corazoncito. Es una tomadura de pelo venir a Ceuta a prometer más presencia de Policía Nacional, Guardia Civil y Fuerzas Armadas cuando justo con Rajoy bajó de manera espectacular el número de efectivos en las ciudades autónomas.
Que nos hablen de fiscalidad atractiva para Ceuta (entendemos que esto vale también para Melilla) cuando el PP es el partido que más ha subido los impuestos en este país, ya parece un chiste.
En 2011 Rajoy prometió en campaña electoral que no subiría los impuestos y lo primero que hizo al llegar a Moncloa fue subir el IRPF a todas las rentas y el IBI durante dos años. Sólo en su primer año de legislatura aprobó 30 subidas de impuestos. Entre las que más nos han dolido están las dos subidas del IVA y la que aprobó para quedarse con el 20% de los premios de lotería. Pero también están los impuestos a los depósitos bancarios, al combustible y al medio ambiente. Dijo que eran alzas temporales para 2012 y 2013 y en 2014 todavía no las había quitado.
Y todavía hay que escuchar a Sofía Acedo decir que “de nada sirve el ruido si no viene acompañado de propuestas reales”. Esta filosofía de mercadillo ya no la compra nadie. O se ponen las pilas o en Melilla se quedan en la oposición una buena temporada.
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