¿Cómo no amar a César, cómo no detestar en qué se había convertido? Los sentimientos de los ciudadanos romanos ante el inminente regreso de César (autoexiliado diez años en Las Galias), estaban divididos en dos mitades exactas, la que amaba a César y la que le odiaba, pero incluso estos últimos no podían dejar de admirarle. César fue el reformador de una Roma decadente (la misma decadencia que Ignacio Velázquez se encontró en Melilla a su llegada en 1991), pero que no pudo evitar que sus partidarios se convirtieran en una minoría altiva y cada vez más alejada del pueblo, a la que repartía favores y honores sin escatimar en nada. Los planes de César, al igual que los de Velázquez, estaban en su cabeza y con cada propuesta o reforma, crecía el número de sus enemigos.
La República romana estaba, en los tiempos de César, anclada en estructuras políticas que ya no se correspondía con la realidad, al igual que la Melilla previa al Estatuto de 1995, del que Ignacio Velázquez fue su gran impulsor y también su principal víctima, porque lo que más cohesión genera en cualquier pueblo es la “resistencia ante los cambios”.
César fue apoyado en principio por Pompeyo, apoyados ambos por el magnate y acaudalado Craso, que fue el auspiciador y la causa posterior de la ruina de ambos. Al final Cneo Pompeyo acabó siendo el gran beneficiario de las reformas cesarianas y enemigo acérrimo suyo, paralelismo que también parece cumplirse en la alianza con la UPM de Imbroda, que cabalgó dentro del Partido Popular en las elecciones de 1991 y que acabó siendo su caballo de Troya.
Pompeyo acabó con César y heredó su partido y todo su poder y consiguió hasta lo que parecía más difícil, que el glorioso general romano tuviera que marchar al exilio en Las Galias (Guadix) y que el pueblo que tanto le amaba y admiraba renegara de él y lo olvidara.
Cuentan que al marchar hacia Las Galias, pasaron por una mísera aldea y al verla comentó: “Preferiría ser el primero entre ellos que el segundo entre los romanos”. Ignacio Velázquez, sean cuales sean sus planes, no viene a Melilla para ser segundo entre nada, sino para ser “primus inter pares”, porque tal es la condición, la naturaleza política de alguien excepcionalmente dotado para esta actividad.
Al igual que César, Velázquez goza de gran elocuencia, de gran popularidad y de gran visión política y de futuro, ama a la ciudad que le vio nacer políticamente y sobre todo, es de trato afectuoso, algo que era considerado importantísimo en Roma.
César tras diez años de exilio en Las Galias, consiguió que el pueblo viera cuál era la diferencia entre su Gobierno y el de Pompeyo, entres sus capacidades y las de su primero aliado y después rival y a su regreso el pueblo volvió a echarse en su manos, porque el César del regreso ya no era el mismo que el anterior a su marcha, y esto no quiere decir que Cneo Pompeyo fuera un rival cualquiera, todo lo contrario, puesto que por sus acciones fue conocido como Pompeyo Magno, es más, Pompeyo fue sólo derrotado por el propio César, ya que hasta ese momento, todos su rivales eran aplastados uno detrás de otro.
Ahora leamos el relato de Plutarco sobre el conflicto final entre César y Pompeyo: “Hacía tiempo que César había decidido acabar con Pompeyo, como, sin duda, éste tenía decidido acabar con aquél”………. Hacía ya tiempo que en Roma reinaba el desgobierno, por culpa de la mala política, los que aspiraban a los cargos colocaban descaradamente en medio de todos mesas de banqueros y sobornaban vergonzosamente a las masas, y en donde el pueblo, convertido en mercenario, bajaba al foro y competía a favor de quien le hubiera pagado”.
Según cuenta Plutarco: “Pompeyo se había llenado de engreimiento y estaba convencido de que no tenía nada que temer y estaba convencido de que para derrotar a César, bastaba con su discurso y con las medidas que adoptaba en su contra”. Pese a todo, César, que se había alejado convenientemente de Pompeyo, aunque pertenecía al mismo partido, decidió en 49 AC, cruzar el río Rubicón y lo hizo en presencia de todo el mundo e hizo de su regreso el primer espectáculo mediático de la Historia.
Fedesme (Fundación para el estudio y desarrollo de Melilla), inspirada y auspiciada por Ignacio Velázquez, ha cruzado el Rubicón de la inhabilitación legal que pesa sobre él y que está a punto de extinguirse. La maniobra es muy inteligente y cauta. Deja que todos especulen sobre el motivo de su regreso sin desvelar apenas sus planes reales, mientras su popularidad crece y todo el mundo habla de ello, sin provocar abiertamente al Poder de Imbroda, su más enconado rival personal y político y que en modo alguno debe ser minusvalorado.
Al igual que ocurre ahora con el regreso de Ignacio Velázquez, el regreso de César a Roma despertó su dormida popularidad, pero también volvió a encender los viejos rencores y sospechas que ya se creían apagados.
La Historia nos dice que César derrotó finalmente a Cneo Pompeyo Magno y que gobernó durante cuatro años con posterioridad a él, en los cuales sentó las bases para la pervivencia de Roma durante cuatro siglos más, rehabilitó a sus partidarios, hizo regresar a los exiliados y restituyó los honores a los que habían caído en desgracia.
Dicen que la historia no se repite, pero nunca he tenido claro si eso es así o no.
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