Unas 250 personas usan los huertos sociales de la granja escuela. Entre ellas hay personas ya jubiladas y asociaciones que aprovechan la actividad de plantar y recolectar frutos para hacer terapia con sus usuarios. Éste es el caso de Feafes, TeAma, Melilla Acoge o el Gámez Morón, entre otros. Pero, ¿qué tiene la tierra que atrae a tanta gente? Los usuarios aseguran que el huerto cura. Entretiene la mente y mantiene al cuerpo activo cuando llega la jubilación. Es una válvula de escape y una forma de sentirse útil.
Todos los huertos que hay actualmente en la granja están ocupados. De hecho, el responsable de las instalaciones, Pedro Paredes, explicó que hay una larga lista de espera de unas 50 personas.
Paredes aseveró que la idea de implantar los huertos sociales en Melilla fue muy buena porque, este proyecto funciona muy bien en otras ciudades, y también lo ha hecho en nuestra localidad.
Los beneficios del uso del huerto para los usuarios “son tremendos”, resaltó. En este sentido, indicó que hacen deporte, entretienen la mente y también hacen que se motiven para buscar nuevas fórmulas de cultivo en Internet y pongan en marcha otras formas de regadío o de enfocar sus parcelas. También les ayuda a socializar y están en contacto con la naturaleza. “Es increíble ver a tanta gente que viene a trabajar cada mañana”, destacó.
Uno de los objetivos de la granja es poder ampliar los huertos. Es un proyecto de futuro que tendrá que analizar el nuevo Ejecutivo. Se podrían sacar otras 60 parcelas que es el mismo número que hay actualmente usándose en estas instalaciones. “Si se pudiera ampliar, sería magnífico porque son muchos los que están esperando”, aseveró Paredes.
El único requisito que se pide a las personas que desean un huerto es ser jubilado. “En Melilla con nuestras particularidades y el entorno, es normal que haya muchas personas que deseen venir a echar un rato en los huertos y disfrutar de los amigos que se hacen aquí”, añadió.
En cuanto a los beneficios que puede traer para los usuarios de asociaciones como Feafes, Paredes explicó que usan la naturaleza para seguir sus terapias, hacen ejercicio, interaccionan con otras personas, y tener un horario obligado de actividad le viene muy bien. En el caso de TeAma, también se usa la naturaleza para cumplir los objetivos de aprendizaje con los chicos. Y para los usuarios de Melilla Acoge, que lleva a la granja a personas residentes en el CETI, se busca enseñar el idioma, inclusión y muestra de la cultura española.
Juan es uno de los usuarios de los huertos urbanos. “Cuando llegamos a una cierta edad tenemos mucho tiempo de ocio y para nosotros mismos. Esta actividad la tenía siempre pendiente. Cultivar mi propia comida. Hice la solicitud y ingresé aquí. Es una válvula de escape para tantas horas libres ahora ocupadas con el huerto urbano”. En su caso, este trozo de tierra realmente le curó. Así lo siente tras superar un cáncer.
Pero este ‘agricultor’ ha echado muchas horas en su parcela. Tiene riego por goteo y mini espacios delimitados para la siembra de cada una de las hortalizas que planta.
Además, cuenta con un hotel de insectos y cultiva lombrices. En cuanto al primero explicó que no todos los insectos son malos, sino que se precisa de muchos de ellos para polinizar, como las abejas que están solas o las mariquitas. Y en cuanto a las lombrices, las llama “mis niñas”. Ellas producen una serie de nutrientes en una tierra que tiene en cajones y es lo que le echa al agua y también a la tierra para abonar.
Con la ayuda de todos estos insectos este año quiere plantar lo que ahora se llama ‘super alimentos’, como el kale.
Pepe aseveró que el huerto genera un “gusanillo” en el cuerpo y se levanta con ganas de ir a su parcela a trabajar en ella. El día que atención a El Faro estaba probando un nuevo sistema de acequia para regar sus patatas. Le informaron cuando aún estaba trabajando en el mantenimiento del colegio cercano de que había parcelas libres y solicitó una.
“Esto tiene mucho trabajo, pero como estoy jubilado, me tengo que buscar algo para entretenerme”, afirma. Es más, considera que es una cura porque la temporada que está en casa más de cuatro días sin moverse, casi necesita bastones para andar.
Pero también entretiene la mente. Pepe aprovecha cada temporada para innovar en las técnicas de plantación o de riego.
El caso Bernd es como el resto de los ‘agricultores’. Hace unos años solicitaron este trocito de tierra y ahora pasa las mañanas allí. No solo le entretiene plantar, sino también la charla con los amigos que ha conocido en la granja. Subrayó que unos enseñan a otros a hacer el riego o los cultivos.
Su huerto no es uno más. Está muy estructurado y tiene pasillos entre las plantaciones para evitar pisar sus creaciones. “Yo soy de origen alemán y tengo la cabeza cuadrada. Y eso se refleja en mi trabajo. Tengo mis caminos y no piso mi campo”, remarcó. Bernd ya había dejado espacio para las patatas, habas y guisantes. Además, afirmó que en su casa no se consume todo y acaba repartiendo entre todos sus conocidos.
“Yo estoy jubilado y me aburro mucho. Aquí estoy en la gloria”, aseveró.
Cuando creó la zona de huertos urbanos para que los mayores de la ciudad pudieran trabajar en ellos no se contaban con los servicios que tienen ahora. El paso de los años ha mejorado muchas cosa. No en vano, aseguran que antes eran todos estos huertos unos pedregales. De hecho, esta era una zona donde se desechaban muchas tierras y, sobre todo, había piedras. Uno de los usuarios explicó a El Faro que cuando comenzaron a arar la tierra se dieron cuenta de que debajo había nada más que piedras. Una de ellas la tuvieron que sacar entre cuatro para echarla a una carretilla y casi no pueden con ella de lo grande y pesada que era.
Y el agua. También ha mejorado. Ahora tienen agua potable y es muy importante porque antes contaban con el agua corriente que contenía mucha sal e impedía que naciera nada de la tierra por mucho cariño que se pusiera en que las plantan enraizaran y salieran los frutos.
Con el agua buena, la tierra bien tratada y con abonos naturales, las cosechas de los usuarios salen adelante cada temporada.
Y no solo se ha mejorado la prestación de la granja para estos melillenses, sino que se creó un premio para motivar más a los ‘agricultores’ de estos huertos y lograr algo de competición, eso sí, sana, entre todos. Es el quinto año que se organiza este certamen y los ganadores han sido Gabriel Martínez y María Carmen Pino que lograron una calabaza de diez kilos. Por ello, recibieron un kit del buen hortelano.
También hubo premio para la Asociación Feafes que logró el segundo galardón por una calabaza de 9,5 kilos y para José Castillo y José Alcántara que participaron con una de nueve kilos.
En el concurso ha participado por primera vez los huertos del Buen Acuerdo y el objetivo es promover la actividad física, el compañerismo, la búsqueda de información sobre las actividades relacionadas con las parcelas y el contacto con el medioambiente.
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