Una fuerte tromba de agua cayó este sábado sobre Melilla. En menos de 30 minutos el cielo descargó 27 litros de agua y una vez más el alcantarillado no dio de sí y se formaron las ya tradicionales bolsas de agua en la zona baja del centro de la ciudad. Especialmente en Plaza de España, Castelar, Ejército Español y General Marina.
Los comercios de la zona son los grandes perdedores porque el agua se les mete dentro y les echa por tierra la jornada de trabajo. Y eso pasa una y otra vez sin que hasta la fecha nadie haya podido encontrar una solución al problema y lo que es peor, sin la esperanza de que esa solución esté en camino.
Pero inundaciones aparte, el agua ha caído con fuerza y nos ha dejado una ciudad más limpia, allí donde no se ha acumulado lodo. El efecto de la lluvia se nota en el aire y, además, ya era hora de que lloviera en Melilla.
La sequía estaba haciendo estragos no sólo en nuestro país, sino también en el país vecino y todos temíamos lo peor: que tras la subida de la inflación por la guerra de Ucrania los precios de los productos del campo volvieran a dispararse por la escasez a causa de la sequía.
La lluvia llegó y como llegó se fue. Es así como funciona el ciclo de la vida. Todo tiene un inicio y todo tiene un final. En Melilla, la tromba ha caído en una jornada de reflexión en la que todos teníamos mucho que pensar y repensar.
Hay que meditar muy bien en quién depositamos nuestra confianza este domingo en las urnas. A quiénes damos la responsabilidad de gestionar con honradez, cabeza y corazón el dinero público.
Melilla asumirá hoy la voluntad popular que salga de los colegios electorales. Esta ciudad necesita estabilidad para poder afrontar los retos que tiene por delante, que no son pocos ni son menores. Necesita unidad para pedir, para reclamar, para exigir y también para cumplir.
Hay quienes nos quieren dividir entre los de aquí y los de allá. Pero a pie de calle, éste es un solo pueblo. Con sus más y sus menos, pero un solo pueblo y todos queremos lo mismo: democracia, igualdad de oportunidades y cero corrupción.
Hoy los melillenses tenemos la responsabilidad de votar por Melilla. No por lo que es mejor para mí o para ti, sino por lo que es mejor para todos. Si le va bien al pequeño empresarios, le tiene que ir bien a sus trabajadores. Si recaudamos un dineral en multas de tráfico, se tiene que notar en las calles. Si llegan millones de Europa, hay que invertirlo bien y con garantías.
Hoy toca elegir a los gestores públicos para los próximos cuatro años. Hoy nos jugamos mucho.
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