Houssien El Ouariachi El Gharib, melillense residente en Madrid, es presidente de la Asociación Nacional para el Diálogo y la Participación y de la Comunidad Musulmana de Puente de Vallecas. Nacido en 1980 en Farhana al igual que su padre; su madre es de Melilla. Su infancia y adolescencia transcurrió entre las dos localidades.
Licenciado en Filología Hispánica y DEA (Diploma de Estudios Avanzados) en Historia Medieval por la Universidad de Granada. Entre sus dedicaciones profesionales figura la enseñanza de historia, la traducción, el periodismo y la mediación intercultural.
-Usted es de Melilla ¿Cuánto tiempo hacía que no venía?
Suelo visitar la ciudad cada dos años en mis vacaciones de verano, por la pandemia no he podido venir desde hace tres. El plan del próximo verano es que venga mi familia a pasar la fiesta del sacrificio conmigo en la capital del reino y todo el periodo estival. Así que la invitación de la CIM a impartir una conferencia es una buena ocasión para visitar la ciudad y a mis familiares, de ahí que renuncié al ofrecimiento de alojamiento. Los dos días son muy pocos, pero quise aprovecharlos al máximo, con mi madre y mi hermana; también con todos los que quisieron acercarse a las actividades organizadas.
-Vino a Melilla para dar una charla por el Ramadán ¿Sobre qué trató?
Vivimos en unos tiempos de confusión, de transición civilizatoria, los valores que sustentaban la vida del individuo empiezan a desaparecer, como es la religión, la familia, la patria, la empatía, la comunidad… valores sustituidos por el egoísmo militante, la competitividad, el lucro, … lo que el filósofo Guy Deport describe como pasar del ser al tener y del tener al aparecer en su obra 'La sociedad del espectáculo', lo que Zygmunt Bauman denomina sociedad líquida.
En esta confusión ha generado y genera un profundo vacío existencial, mucha gente no sabe cómo ser, qué hacer, cómo proceder, a qué aferrarse, así que nuestras sociedades empiezan a ensimismarse cada vez más, a dividirse en comunitarismos, en sectas, en “nosotros” contra “otros”, la polarización y todo tipo de extremismos (desde el religioso al político ideológico) … lo que tienen en común es la búsqueda de las personas de identidades colectivas solidarias.
Esta realidad, en la opinión de un servidor, se debe principalmente, aunque no exclusivamente, al materialismo extremo en que concebimos nuestra vida, nuestro mundo. Este materialismo se ha convertido en una especie de religión laica que mucha gente obedece aunque no lo concibiera como tal, sólo hay que ver las preocupaciones de la gente y su forma de valorar las cosas (el dinero principalmente, luego la fama, el prestigio, el reconocimiento de los demás, el exhibicionismo… lo que Byung Chul Han llama pornografía en su obra 'La sociedad de la transparencia').
Esta realidad está teniendo unas consecuencias tremendas sobre la persona, la sociedad y el planeta en forma de violencia, enfermedades mentales, estrés, depresión… la desintegración de la sociedad… y la destrucción del clima.
'El Hombre' se esclaviza cada vez más a sí mismo en persecución de unos estándares materiales imposibles, y con ello pierde su libertad y autonomía y se convierte en un producto. En este sentido, se hace imperativo recobrar el equilibrio entre lo material y lo espiritual, de ahí la conferencia Una espiritualidad para el mundo actual, que no ha de ser una espiritualidad que recluya a las personas o les aísle, sino en una espiritualidad militante que busque el bienestar de la persona y la armonía social.
-Espiritualmente hablando ¿qué cree que es lo más importante de este mes sagrado?
El mes de Ramadán es una escuela itinerante que vuelve cada año para recordar y arraigar la importancia de la conciencia, de la espiritualidad, de no sucumbir al materialismo. Privarse de comer y de beber durante 30 días es una manera excelente de empoderar la libertad, de liberarse de la dictadura de la rutina, de los dictados de los instintos.
Lo más importante es recordar estos sentidos del ayuno, sus fines, pues quienes ayunan sólo por tradición suelen olvidarse de la filosofía del ayuno y se convierte en un mes, en lugar de austeridad, reflexión y solidaridad, en un mes de festines y malos hábitos alimentarios. Hay quienes engordan en Ramadán, es gracioso y trágico a la vez.
-Es un Ramadán especial porque desde hace dos años las familias no han podido juntarse en grandes grupos por la pandemia ¿Usted cómo lo ha vivido?
Cierto, el primer Ramadán de la pandemia que pasamos confinados, las mezquitas cerradas, fue realmente extraño, echamos de menos esa energía que emana de la convivencia y la oración en comunidad; aunque por otro lado, alumbró las casas llevando el Ramadán a los hogares más que nunca.
Ahora que volvemos a tener un Ramadán en comunidad y casi sin restricciones, vuelve la alegría de rezar y reflexionar juntos.
-¿Cómo se vive el Ramadán en una ciudad como Madrid?
En Melilla, musulmanes y no musulmanes vivís en un lujo, un privilegio, puesto que todos los melillenses se enteran de las festividades todos e incluso hay quienes participan de momentos especiales de más de una comunidad religiosa. La ciudad se engalana en Navidades, Ramadán, Janucá… En Madrid es diferente, se ayuna bien, las mezquitas se llenan de feligreses, se organizan iftares, pero sin visibilidad. Algunas ciudades en nuestro país empiezan a felicitar con alumbrado propio de la ocasión.
-¿Cómo recuerda el Ramadán en Melilla durante su infancia? ¿Ha cambiado mucho?
No soy consciente de hasta qué punto ha cambiado, ya que desde hace 20 años que dejé la ciudad no recuerdo haber regresado en algún Ramadán, pero tengo la impresión de que sí, las tradiciones se mantienen, aunque con matices, y los jóvenes cobran más rol que hace 20 años. Además de la participación cada vez mayor de las mujeres, lo cual es de celebrar sin duda.
-¿Qué mensaje quiere dejar a los y las melillenses que vayan a leer esta entrevista?
No creo estar en posición de dar ningún consejo, la verdad. Pero como melillense lo que más quiero es que sepamos valorar lo que tenemos, que sepamos que la convivencia en un valor fundamental, no es un accesorio, de ahí invito a crear cuantos más espacios de compartir, de dialogar, de conocerse, de generar confianza entre todos los componentes de la ciudad. Lo digo porque a veces me da miedo de que más que convivencia lo que hay es coexistencia, y no es lo mismo.
Melilla, junto con Ceuta, deben ser un ejemplo de convivencia que inspire a otras ciudades españolas y europeas, y para ello también hay que acabar con esas estadísticas que nos dejan mal, como es el abandono escolar o el desempleo.
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