Categorías: Editorial

Hoteles, llenos, pero a qué precio

LOS hoteleros de Melilla están viviendo ahora su agosto. Las avalanchas de inmigrantes subsaharianos sobre la valla fronteriza y las redadas antiterroristas no han dejado plaza libre en la ciudad en los últimos días.

Está claro que el dinero con que se pagan esas noches de hotel sale del Estado, que en definitiva, somos todos. Sin embargo, éste es un pequeño detalle que no recogerán las estadísticas de Turismo. De hecho, podría darse la paradoja de que Melilla siga sin atraer turistas de ningún tipo y los números digan que estamos mejor que Cataluña, Baleares o Canarias.
De cualquier forma, confiemos en que los agentes que hoy vienen a la ciudad a reforzar las mermadas filas de la Policía Nacional y la Guardia Civil hagan publicidad de Melilla a su regreso a la península. Para bien, claro está, porque la mala fama ya nos la hemos ganado nosotros solitos.
Día sí y día no, telediarios y radios nacionales abren sus informativos hablando de los saltos a la valla de Melilla, de la saturación del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes y, por si no fuera suficiente, parece que ahora somos un nido de yihadistas.
Y eso no nos ayuda a promocionar la ciudad. Nadie en su sano juicio querría pasar sus únicas vacaciones del año en un lugar que parece, desde fuera, infestada de cachorros de Al Qaeda o en el que las ONGs denuncian violaciones de los derechos humanos tras cada avalancha en la frontera.
Seamos honestos. ¿Cuántos de nosotros conocía la ubicación geográfica de Lampedusa antes de que cerca de 300 inmigrantes murieran intentando llegar a la isla a finales del año pasado? ¿Cuántos de se sacarían hoy un billete para pasar las vacaciones en ese idílico enclave mediterráneo? Ya puede tener las mejores playas del mundo, que su nombre suena a muerte. Pues algo parecido pensarán los demás de Melilla.
Está claro que tenemos la realidad en contra. Nuestros hoteles están llenos y hoy por hoy es una suerte no sólo para los empresarios que los regentan sino también para el resto de comercios y restaurantes de la ciudad, que en algo notarán los refuerzos policiales. El problema lo tendremos cuando pase la tormenta. La mala fama no se va ni con agua caliente.

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