La Asociación Social y Deportiva de los Bomberos y la Consejería de Seguridad Ciudadano organizaron ayer un sentido homenaje a los compañeros que cayeron en acto de servicio en el año 1944. El acto, al que asistió el presidente en funciones de la Ciudad Autónoma, Miguel Marín, tuvo lugar al mediodía en el cementerio de la Purísima Concepción y, concretamente, ante la tumba de los tres funcionarios que perdieron la vida en un incendio ocurrido en lo que entonces era la ferretería Cabanillas, en pleno centro de la ciudad.
El excabo Antonio Creus ofició como maestro de ceremonia y dio lectura al artículo que El Telegrama del Rif publicó durante aquellos primeros día de mayo de 1944 como consecuencia de la desgracia ocurrida en el seno de los bomberos melillenses.
La información apuntaba a que las llamas conllevaron el desplome de parte del techo de la ferretería y alcanzó a los bomberos Miguel Lirola Simón y Pedro Pérez Torregrosa, que quedaron sepultados entre los escombros. Varios de sus compañeros resultaron heridos en aquel siniestro.
El incendio sucedió sobre la seis de la tarde y las llamas se propagaron rápidamente y con facilidad al tratarse de un establecimiento con material muy inflamable, como barnices y pinturas.
Los trabajos de extinción, tal y como cuenta El Telegrama del Rif, fueron dirigidos por el que era en ese momento arquitecto municipal, Enrique Nieto. Sobre las nueve de la noche acabó el trabajo pero desde el principio se temía por la vida de los bomberos.
A las ocho de aquella tarde aparecía también el cadáver del obrero de Aviación Antonio Albertu, tercera víctima de aquella desgracia que ayer era recordada dentro de las actividades que se han desarrollado en el seno de los bomberos para conmemorar la onomástica de su patrón, San Juan de Dios.
Cabe resaltar que Melilla entera se volcó en el sepelio de aquellos bomberos. Las crónicas de la época calculan que acudieron unas veinticinco mil personas como parte del cortejo fúnebre.
Cabe resaltar que en el acto celebrado ayer en el cementerio participaron familiares de uno de aquellas víctimas. Se trataba de la hija de Pedro Pérez, de nombre Encarna Pérez Rizo. Estaba acompañada, además de sus hijos, por su nieto José Antonio Muñoz. Ambos depositaron una corona de flores en la tumba del bombero caído.
Miguel Marín, como presidente en funciones, junto con la jefa del servicio de extinción de incendios, María José Marcos, y el consejero de Seguridad Ciudadana, Daniel Ventura, hacían lo propio con el otro bombero Miguel Lirola.
Por su parte, dos jóvenes funcionarios del cuerpo también depositaron una corona de flores, ésta sobre la tumba del obrero de Aviación Antonio Albertu.
En el acto también participó el vicario episcopal de la ciudad, Eduaro Resa, quien realizó una sentida oración recordando que la muerte no es el final porque la resurrección forma parte de la fe cristiana.
Otras actividades
Los bomberos han celebrado la festividad de su patrón con otras muchas actividades a lo largo de esta última semana. Éstas se iniciaron el pasado sábado con una jornada de puertas abiertas en las instalaciones del Tesorillo y en la que participaron decenas de niños melillenses, que pudieron recibir de primera mano instrucciones y explicaciones de cómo es el trabajo que los bomberos realizan diariamente.
También en estos días ha tenido lugar un simulacro de incendio en las Torres V Centenario, donde se puso a punto la labor de estos funcionarios públicos.
San Juan de Dios
San Juan de Dios era un portugués nacido un 8 de marzo de 1495, enfermero y fundador de la orden hospitalaria que lleva su nombre.
Alistado en las tropas del capitán de Infantería Juan Ferruz, llegó a Granada en 1538 y allí fue donde se consagró al cuidado de los enfermos.
Es patrón de bomberos desde 1953 porque, habiéndose desatado un incendio en el Hospital Real de Granada que amenazaba con quemar a los enfermos psiquiátricos, entró varias veces a rescatar a los pacientes y consiguió socorrer a todos ellos.
San Juan de Dios fue beatificado por el Papa Urbano VIII en 1690. Había muerto en Granada en 1550, a los 55 años de edad, víctima de una pulmonía después de haberse arrojado al río Genil para salvar a un joven que se estaba ahogando, lo cual no es más que un ejemplo más de una vida entregada totalmente a los demás.
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