Opinión

Historia del sionismo (V)

Najsón: La primera operación del Plan Dalet

Los judíos de Jerusalén eran un motivo de preocupación para los lideres sionistas por una razón diferente: éstos pertenecían en su mayoría a las comunidades ortodoxa y mizrahi (oriental), cuyas aspiraciones y compromiso con el sionismo eran bastante tenues e incluso cuestionables. Por lo tanto, la primera zona que se eligió para poner en marcha el Plan Dalet fue la de las aldeas rurales de las laderas occidentales de las montañas de Jerusalén, a medio camino a lo largo de la carretera hacia Tel-Aviv. Ésta fue la ‘Operación Najsón’, que serviría de modelo para campañas futuras.

A todas las brigadas asignadas a la operación se les pidió que se prepararan para pasar a Mazar Dalet, Estado D, es decir, que se alistaran para implementar las órdenes del Plan D. “Pasareis a Estado Dalet, para una implementación operativa del Plan Dalet”, fue lo primero que se les dijo a las unidades. Y luego, “las aldeas que vais a capturar, limpiar o destruir se decidirán consultando con vuestros asesores en asuntos árabes y los oficiales de inteligencia”. A juzgar por el resultado final de esta fase, a saber, la desarrollada entre abril y mayo de 1948, el consejo de éstos fue que no se perdonara a ni una sola aldea. Mientras que el Plan Dalet oficial daba a las aldeas la opción de rendirse, las ordenes operacionales no eximían a ninguna aldea bajo ningún concepto. Con esto, el programa detallado se convirtió en la orden militar de empezar la destrucción de las aldeas. Las fechas se programaron de acuerdo con la geografía: la brigada Alexandroni, que se encargaría de asaltar la costa con sus decenas de aldeas, y que sólo dejaría detrás dos de ellas, recibió sus órdenes hacia finales de abril; las instrucciones de limpiar el oriente de Galilea llegaron al cuartel general de la brigada Golani el 6 de mayo de 1948, y al día siguiente se ordenó la limpieza de la primera aldea de su área, ‘Shajara’. (Esto viene recogido en el libro ‘La brigada Golani en la lucha’, p.10, del historiador israelí Binyamin Etzioni).

Las unidades del Palmaj recibieron sus órdenes para la ‘Operación Najsón’ desde el primer día de abril de 1948. La noche anterior la Consultoría se había reunido en la residencia de Ben Gurion para dar término a las directivas que recibirían las unidades. Sus órdenes fueron claras: “el principal objetivo de la operación es la destrucción de las aldeas árabes… y la expulsión de los aldeanos para que se conviertan en un lastre económico para las fuerzas árabes. (‘El libro del Palmaj vol, 2, pp. 924-925 del historiados israelí Zerubavel Gilad’).

La ‘Operación Najsón’ también fue una novedad en otros aspectos. Fue la primera operación en las que todas las distintas organizaciones militares sionistas se esforzaron por actuar de forma conjunta como un único ejército. Y fue la primera operación en la que los veteranos judíos de Europa oriental, que dominaban el mundillo militar, se incorporaron a una campaña junto a otros grupos étnicos como los judíos recién llegados del mundo árabe y de la Europa posterior al Holocausto.

El comandante de un batallón que participó en esta operación, Uri Ben Ari, menciona en sus memorias que “mezclar a los judíos de la diáspora” era una de las metas importantes de Najsón. Ben Ari era un joven judío alemán que había llegado a Palestina pocos años antes.

Su unidad realizó sus preparativos finales para Najsón en la costa del Mediterráneo, cerca de Hadera. Él se recuerda comparándose a los generales rusos que pelearon contra los nazis en la segunda guerra mundial. Los ‘nazis’, en su caso, eran un enorme número de campesinos palestinos indefensos que vivían en aldeas cercanas a la carretera que unía Jaffa con Jerusalén. Los aldeanos, como ocurría por todas partes en Palestina, sólo estaban intentando continuar con su vida normal, sin conocer la imagen demonizada que Ben Ari y sus camaradas les atribuían. Al cabo de unos días, la mayoría de ellos serian expulsados de sus casas y campos en los que ellos y sus ancestros habían vivido y trabajado duro durante siglos. Para el 9 de abril la campaña estaba terminada. Éste fue el día que cayó en manos de los sionistas la primera aldea de los alrededores de Jerusalén. Fue en esta operación cuando se produjo la deshumanización de los campesinos palestinos con el fin de convertirlos en ‘blancos legítimos’ de destrucción y expulsión. Por todo Israel, muchos nuevos asentamientos y parques naturales se han convertido en parte de la memoria colectiva del país sin referencia alguna a las aldeas palestinas sobre las que se construyeron, incluso donde hay vestigios, una casa aislada o una mezquita, que constituyen un testimonio visible de que en una fecha tan reciente como 1948 los palestinos vivían allí.

A partir del 9 de abril las demás aldeas del área de la Gran Jerusalén cayeron con rapidez en manos de las fuerzas sionistas. Una por una fueron rodeadas, atacadas y ocupadas, sus habitantes fueron expulsados y sus edificaciones demolidas. En algunas de ellas, las expulsiones estuvieron acompañadas por masacres, la más conocida de las cuales es la que las tropas sionistas perpetraron en Deir al Yassin.

Deir Yassin: La segunda operación del Plan Dalet

La naturaleza sistemática del Plan Dalet resulta patente en el caso de Deir Yassin, una aldea pastoril y cordial que había llegado a un pacto de no agresión con la Haganá de Jerusalén, pero que estaba condenada a desaparecer por encontrarse dentro del área que el Plan Dalet ordenaba limpiar. En vista del acuerdo que había firmado con la aldea, la Haganá decidió enviar allí tropas del Irgún y de la banda de Stern y librarse así de toda responsabilidad oficial en lo ocurrido. En posteriores operaciones de limpieza de aldeas ‘amigas’ ni siquiera se consideraría emplear este ardid.

El 9 de abril de 1948, tropas sionistas ocuparon la aldea de Deir Yassin. Ésta se encontraba en una colina al oeste de Jerusalén, a ochocientos metros del nivel del mar y cerca del barrio judío de Givat Shaul. Al irrumpir en la aldea, los soldados sionistas rociaron las casas con fuego de ametralladora, lo que mató a muchos de sus habitantes. Después de eso, se reunió a los demás aldeanos y se los asesinó a sangre fría, los cadáveres fueron maltratados y cierto número de mujeres fueron violadas antes de ser asesinadas. (La descripción y testimonios acerca de lo que ocurrió en Deir Yassin provienen de Daniel McGowan y Matthew C. Hogan, ‘The Saga of the Deir Yassin Massacre, Revisionism y Reality’).

Faiham Zaydun, que tenía doce años en esa época, recuerda cómo vio asesinar a su familia delante de sus ojos: “Nos llevaron uno detrás de otros; dispararon a un anciano y cuando una de sus hijas gritó, le dispararon a ella también. Luego llamaron a mi hermano Muhammad, y le dispararon en frente de nosotros, y cuando mi madre, que llevaba a mi hermana Hudra en sus brazos, pues todavía estaba amantando, se arrojó sobre él llorando, también le dispararon”. (‘The Saga of the Deir Yassin Massacre, Revisionism y Reality’, de Daniel McGowan y Matthew C. Hogan).

Como es obvio, aparte de las víctimas de la masacre propiamente dicha, hubo decenas de campesinos que murieron en el combate, y que por tanto no fueron incluidos en la lista oficial de víctimas. Sin embargo, en vista de que las fuerzas sionistas consideraban cualquier aldea palestina como una base militar enemiga, la distinción entre las personas masacradas y las muertas ‘en batalla’ era tenue. Basta entender de que entre los asesinados en Deir Yassin había treinta bebes para comprender por qué todo el ejercicio ‘cuantitativo’ (no muy distinto como del que los israelíes realizaron en una fecha tan cercana como abril de 2002 a propósito de la masacre de Jenyn) es irrelevante. En su momento, los líderes sionistas anunciaron con orgullo un elevado número de víctimas en Deir Yassin para hacer de la aldea el epicentro de la catástrofe: una advertencia a todos los palestinos de que un destino similar les aguardaba, si se negaban a abandonar sus hogares y marcharse.

Albert Einstein y otros veintiséis judíos prominentes de Nueva York condenaron la masacre de Deir Yassin, en una carta publicada el 4 de diciembre de 1948 en The New York Times, en la que señalaban que “las bandas terroristas sionistas (esto es el Irgún de Begin) atacaron esta aldea apacible, que no era un objetivo militar en el conflicto, mataron a la mayoría de sus habitantes (doscientos cuarenta hombres, mujeres y niños) y dejaron a unos pocos con vida para exhibirlos como capturados por las calles de Jerusalén. La mayoría de la comunidad judía se siente horrorizada por estos hechos”. Los terroristas del Irgún, lejos de sentirse avergonzados de sus acciones, se enorgullecieron de esta masacre, le dieron mucha publicidad e invitaron a todos los corresponsales extranjeros presentes en el país a contemplar la pila de cadáveres y los estragos que habían causado en Deir Yassin.

Esta es la historia que absolutamente nadie puede negar y, por desgracia, pensamos que se está volviendo a repetir.

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