Las cualidades medicinales del hipérico o hierba de San Juan (Hypericum perforatum) ya eran conocidas por los médicos de la Grecia clásica, como se evidencia en escritos de esa época, aunque es de suponer que ellos sólo dejaron constancia por escrito de algo que ya estaba en el saber popular de los pueblos mediterráneos desde épocas anteriores. Tiene infinidad de usos y aplicaciones en la medicina tradicional, pero a diferencia de otras muchas plantas medicinales usadas en la antigüedad, y hoy en día desechadas, la farmacopea moderna ha encontrado hueco para esta planta en la actualidad, pues se ha revelado como un antidepresivo eficaz, y la depresión es una de las enfermedades más extendidas en la sociedad actual.
La denominación del género, Hypericum, parece ser que hace alusión a los efectos sobre nuestros sentidos, y el de la especie, perforatum, es por las pequeñas pompas que hay sobre sus hojas, y que contienen los aceites esenciales que se emplean en la medicina tradicional una vez extraídos. La flor es ciertamente bella, aunque no muy grande, por lo que para admirar su belleza deberemos observarla de cerca. Sus estambres destacan sobre la flor a modo de alfiletero, siendo esta una característica que nos ayudará a distinguir esta planta de otras de su alrededor. En la antigüedad se aprovechaban sus efectos diuréticos (favorece la acción de orinar), emenagogos (favorece la menstruación), cicatrizantes y como calmante contra la fiebre, cualidades todas ellas mencionadas por Dioscórides en su tratado sobre plantas medicinales, el más importante de todos los conocidos. Sin embargo, un oscuro uso que se hacía de esta planta en la antigüedad ya daba pistas de su poder sobre la consciencia humana: los inquisidores del Medievo español metían en la boca de los sospechosos de herejía un manojo de hierba de San Juan a modo de suero de la verdad, para hacerles confesar sus supuestas herejías o pactos con el diablo, según fuera el caso. Curiosamente fueron muchos los condenados, casi siempre mujeres, por usar plantas para hacer conjuros, algo que constituía simplemente en el uso de la sabiduría popular atesorada durante milenios y transferida de una generación a otra a lo largo de muchos milenios. Y para hacerles confesar, ironías del destino, se hacía uso de estos conocimientos sobre las propiedades de las plantas. Quizás el hecho de que a esta planta se le denominara con el nombre de un santo convertía su uso en algo ajeno a la brujería en opinión de los inquisidores, pero no deja de ser una incongruencia.
Aunque durante muchos años el hipérico, como casi todas las plantas medicinales tradicionales, cayó en desuso, el descubrimiento de sus propiedades antidepresivas hizo que esta planta recobrara todo el protagonismo que tuvo en su día. En la actualidad se puede encontrar en cualquier farmacia como remedio natural contra la depresión, y su uso se ha hecho muy popular entre las personas que alguna vez han padecido esta enfermedad, pues parece que sus efectos sanadores son patentes. En algunos países del norte de Europa han ido un paso más, y sus principios activos, entre el que destaca la hipericina, forman parte de la farmacopea oficial, elevando el rango de esta planta al de medicina con prescripción médica.
El hipérico crece en Melilla en un lugar muy concreto, el barranco del Quemadero, y más concretamente aún en las inmediaciones de la alambrada del cuartel que linda con este pequeño espacio natural. La hierba que crece en los alrededores del cuartel, entre la que se encuentran los hipéricos, se desbroza de forma sistemática en cuanto tiene cierta altura, aunque estos desbroces no parecen afectar en demasía a esta planta, cuya población sigue siendo abundante en ese punto concreto. Eso demuestra que es una planta ruda y bien adaptada a nuestro clima, y da una lección de supervivencia año tras año, cuando en primavera podemos volver a admirar su floración y recordar las muchas leyendas que la rodean.
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