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El hermano de uno de los migrantes fallecidos que llegaron a Melilla: “No merece la pena arriesgar tanto”

Ibrahim tenía 25 años. Era de Senegal. Estudiaba Derecho en su país y soñaba con terminar su carrera en Europa. Tenía seis hermanos, tres de ellos en España. Sin que nadie en su familia lo supiera se embarcó en una patera. Su cuerpo sin vida llegó a Melilla el pasado domingo día 10 junto con los de otros tres migrantes, uno de ellos su primo, que no consiguieron alcanzar su sueño. La historia la cuenta Mohamed, uno de sus hermanos mayores, que aterrizó el jueves en nuestra ciudad para afrontar el momento más duro de su vida: reconocer el cuerpo de Ibrahim y tratar de llevarlo de nuevo a casa.

Mohamed vive en Barcelona desde 2001. Allí trabaja en una pequeña empresa, donde asegura que siempre lo han tratado como a uno más de la familia. Explica que él no llegó de forma irregular a nuestro país y dice que no tenía ni idea de que su hermano iba a arriesgar su vida subiendo a una embarcación. En estos días en los que cientos de migrantes están llegando a nuestras costas a bordo de pateras y algunos de ellos, como le ocurrió a su hermano, fallecen en el intento, Mohamed tiene una cosa clara: no merece la pena arriesgar tanto.

Este senegalés afincado en la ciudad condal explica que la idea que tienen de Europa y de España es utópica. “Cuando llegas aquí te das cuenta de que las cosas no son tan fáciles”, dice, eso sí, sin perder la sonrisa y sin dejar de agradecer toda la ayuda que se ha encontrado en estos años. Dice que son muchos los que después de llegar a nuestro país, deciden regresar a su lugar de origen ante la falta de oportunidades.

La llamada más trágica

Mohamed fue el primero de su familia en saber el trágico desenlace de la travesía de su hermano. Un amigo, que también venía en patera hacía nuestro país, lo llamó para comunicarle la noticia. No podía creerlo. “Es muy duro”, es lo único que alcanza a decir cuando recuerda un momento que habría querido no tener que vivir. También fue él quien tuvo que descolgar el teléfono para decirle a su madre, que vive Senegal, que Ibrahim había muerto en ese, tantas veces, trágico Mediterráneo.

Lentitud administrativa

Después de la tragedia, llegan las dificultades burocráticas. Aunque Mohamed llegó el pasado jueves a nuestra ciudad, aún no ha podido reconocer el cuerpo de su hermano. Están siendo días complicados. Confía en que hoy pueda ya terminar este trámite, que tampoco será nada fácil, para poder empezar a cerrar el que sin duda ha sido el capítulo más complicado de su vida.

Este fin de semana han llegado a las costas españolas más de 1.300 migrantes a bordo de pateras, a los que hay que sumar los más de seiscientos que arribaron en Valencia procedentes del ‘Aquarius’. Al margen de unas cifras que son ahora más altas que en otros momentos y de los motivos que haya detrás, dentro de cada una de esas embarcaciones hay personas e historias como la de Ibrahim, y como la de una familia que nunca volverá a ver a su hermano y a su hijo. La historia de un sueño truncado por el mar. Ibrahim tenía 25 años. Estudiaba Derecho. Vivía en Senegal. Y murió en mitad del Mediterráneo.

Quiere llevar el cuerpo de su hermano de vuelta a Senegal, pero necesita apoyo económico para ello

Mohamed, el hermano de Ibrahim, quiere llevar el cuerpo sin vida del muchacho a casa para que pueda ser enterrado allí y sus familiares tengan, al menos, un lugar donde ir a llorarlo y a recordarlo. Sin embargo, no es ni fácil ni barato repatriar su cadáver hasta su país. Mohamed, que llegó a Melilla el jueves, confía en poder reconocer hoy el cuerpo y poder comenzar con los trámites administrativos necesarios para lograr que Ibrahim vuelva a casa. Pero para conseguirlo, necesitará ayuda. El hombre, que trabaja en Barcelona, hace un llamamiento a la solidaridad. Cualquier aportación, aunque sea pequeña, servirá para que, al menos, el fallecido pueda descansar en paz y cerca de sus raíces y su familia. Mohamed confía en que puedan reunir el dinero necesario para que sus padres recuperen, de alguna forma, a ese hijo al que ya no volverán a ver, uno de los más pequeños de la familia.

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