Caramba cómo funciona la Hermandad del Rocío. No hace ni dos semanas que abrió sus puertas en el Baluarte de San Fernando y ya trabaja al ritmo de un Fernando Alonso de la vida. ¿Cómo puede variar la rutina de Melilla la Vieja con gentes como Antonia Cerrato, Yayo, Agustín Lobato y compañía? Es fácil imaginarlo: Los recintos históricos se alimentarán de seres humanos, alegría, pasión mariana y ganas de vivir en clave de felicidad.
Nos colamos en un ensayo de villancicos a cargo del Coro Rociero que dirige el señor Lobato –viejo lobo de mar– y qué rato, pero qué rato tan inolvidable pasamos Dani Marín y un servidor. Escuchar ‘Noche de Paz’ a la vera de un belén bien iluminado, bien proporcionado con figuras de fuste, estancias idílicas, junto a dos botellas –anís y coñac, que también es importante–, unos polvorones de ensueño y 30 corazones abiertos, hospitalarios… oiga, eso es un lujo.
Y sin ostentaciones, a lo sencillo. Debe ser porque dicen que la Señora de las Marismas es la más sencilla y popular de las advocaciones marianas. Hay que acercarse a las personas para conocerlas y opinar al respecto. Ver a don Antonio Aragón, teniente coronel del Ejército del Aire, salir de su despacho y proclamar: “¡La Señora nos llama, vamos a rezar el Santo Rosario!”...verlo y aspirar a fe sincera y cercana se convierte en apostolado, digamos, urbano.
Hubo en Melilla un vicario episcopal, don José Carretero, que se declaraba ‘defensor a ultranza del apostolado de los seglares’. Y es que los seglares, como los hermanos del Rocío, pueden llegar a convertirse en auténticos promotores de fe cristiana porque tienen más argumentos que los curas. No distribuyen oleas bendecidas –o sí, que alguna lo hace–, no pueden bendecir el pan y el vino pero están mucho más próximos al ser humano a través de sus costumbres y tradiciones: La simpatía, el cariño, la música, la buena gastronomía, lo andaluz… ¿quién puede resistirse a ese cúmulo de sensaciones? Yo, por lo menos, no.
Y cuando esas sensaciones vienen de gentes sin ambición alguna de figureo, esas que no se enfadan cuando un periodista o un medio de comunicación no les hacen el pertinente reportaje, o un político no acude a su sede a hacerse la foto, cuando no se enfadan, la tentación de reconocer su labor entusiasta sube muchos enteros. Lo importante es sentirse bien y en buena compañía.
Aseguramos que todo lo anterior sucede en la sede de la Hermandad del Rocío, que se está en la gloria, que se va uno con pena y con intensas ganas de regresar para tomarse un par de buenas cañas magníficamente servidas por Fede, excelente profesional.
Además, fuera de la sede, el sentido de protocolo y presencia social –la proyección– de la Hermandad en Melilla es importante. Cuando sus responsables son invitados a cualquier tipo de acontecimiento, están. Están porque agradecen la invitación y porque saben que, con su participación, honran a la Blanca Paloma, la dan a conocer y siguen ejerciendo el, como decía el padre Carretero, ‘apostolado seglar’. Hay instituciones que les honran acercándose a la Hermandad, como la Guardia Civil que ha custodiado el Simpecado y que ha condecorado a este grupo de amigos sensacionales.
Ea, que hay un sitio en lo alto del Foso del Hornabeque que rezuma hospitalidad. Está al final del magnífico belén montado por Festejos. El sitio es precioso, su factor humano, mucho más.
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