Categorías: Editorial

Herido en la frontera

Podía haber ocurrido antes, pero pasó ayer. Sobre las 18:45 horas, un subinspector de la Policía Nacional recibió el impacto de un ladrillo en el pecho cuando estaba de servicio en el paso fronterizo de Beni Enzar. El agente, que sufrió mareos tras el ‘ladrillazo’, tuvo que ser trasladado al Comarcal donde le realizaron varias pruebas.
De momento, no se sabe quién lanzó el ladrillo, pero lo que está claro es que éste salió disparado desde la ‘tierra de nadie’ y que, al parecer, pudo ser lanzado supuestamente, por un contrabandista, cabreado porque cerca de las siete de la tarde no le dejaban entrar en Melilla a cargar más bebidas alcohólicas, según apuntan fuentes de los sindicatos policiales.
Y no lo dejaban entrar, no por capricho, sino porque el “comercio atípico” debería terminar habitualmente sobre las dos de la tarde.
No es la primera vez que un agente español es atacado con piedras en los pasos fronterizos de la ciudad o en la valla. Tampoco es la primera vez que contamos un herido entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de este lado de la doble alambrada. Puede que a otros se les olvide, pero en Melilla tenemos presente la pedrada lanzada en julio pasado a un guardia civil en Barrio Chino o la decena de agentes de la Policía Nacional que sufrieron contusiones en octubre de 2012, cuando una lluvia de piedras obligó a cerrar la frontera de Melilla durante varias horas.
Tampoco se no olvida el policía marroquí que murió en el verano de 2012, también de una pedrada.
Volvemos sobre lo mismo: ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que la Unión Europea se decida a mediar entre España y Marruecos para que el país vecino tenga la amabilidad, en nombre de nuestras cordiales relaciones, de respetar el territorio neutral de la frontera Sur de Europa? Sería, desde luego, todo un detalle por parte de Rabat y también de Bruselas.
No hay que olvidar que esta semana ha sido conflictiva en la frontera de Melilla con Marruecos. Hace cuatro días se produjeron avalanchas de porteadores que obligaron a cerrar el principal paso de la ciudad entre una y tres veces, según quién cuente lo sucedido: Jefatura Superior de Policía o sindicatos policiales de Melilla.
Para los representantes de los agentes, la solución pasa por redirigir el “comercio fronterizo” a Barrio Chino, que se abrió en un principio con la intención de concentrar a los porteadores en un único paso.
Es evidente que del comercio fronterizo viven muchos empresarios de Melilla y Marruecos. Y también muchos porteadores. Habría que buscar la fórmula para proteger a nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, sin asfixiar la economía porque los tiempos no están para apretar a la gente, que la crisis ya se encarga de hacerlo.
Hay que buscar una solución, porque quitar hierro al asunto conserva amistades, pero no arregla el problema. Y de lo que se trata es de tener buenos vecinos, pero sobre todo, de salvaguardar la vida de los agentes, ya sean marroquíes o españoles, que custodian los dos lados de la frontera.

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