Categorías: Sociedad

“Hemos ganado espacios profesionales, pero la carga familiar no se comparte”

La periodista Silvia Melero Abascal es la ganadora de prensa escrita del Premio Carmen Goes con un reportaje sobre las consecuencias de un mal parto en las mujeres de Etiopía.

‘La aldea de la alegría. Un refugio para las peregrinas de la fístula’ es el reportaje ganador de este año de la categoría de prensa del Premio Carmen Goes que promueve la Asociación de la Prensa de Melilla y la Viceconsejería de la Mujer. Este texto se publicó en la ‘Revista 21’ y fue escrito por Silvia Melero Abascal, quien comentó con El Faro cómo llegó este tema a sus manos y cómo ve ella la situación de la mujer española en la actualidad.
Melero ha ganado en otras ocasiones varios premios por su labor periodística que suele centrarse en temas sociales. Así, ganó el Jacinto Calvo, con el que se hace un reconocimiento al autor de un artículo periodístico que se centre en la potenciación y difusión de los valores humanos de solidaridad, y de igualdad entre sexos; y también recibió en el Premio Periodismo 2009.
Esta periodista se enteró de que era ganadora del Premio Carmen Goes de prensa el pasado viernes a través de una llamada de teléfono que realizó directamente la viceconsejera de la Mujer, Fadela Mohatar. “Me dieron una alegría que todavía me dura”, aseguró Melero a El Faro, apuntando que estará el próximo 25 de noviembre en la entrega de este galardón.  
–¿Cómo surge la idea de hacer este reportaje?
–Viajé a Etiopía con Manos Unidas para hacer otra cosa distinta al reportaje. En principio, íbamos a ver proyectos sanitarios sobre SIDA o lepra que son enfermedades muy frecuentes en este país. El caso es que buscando documentación se me cruzó una información sobre la fístula obstétrica. Sinceramente, no tenía ni idea de qué era. No lo había escuchado nunca y lo de ‘la aldea de la alegría’ y se me quedó en la cabeza. Estando en Etiopía y hablando con Francisco Reyes, uno de los doctores que lleva uno de los hospitales rurales en los que estuvimos, me empezó a contar sobre ese tema y me pareció fascinante. Me preguntaba cómo era posible que nunca hubiéramos oído hablar de esto cuando se calcula que hay en África dos millones de mujeres que lo tienen.
Luego propuse el tema en la reunión de redacción a la vuelta de este viaje y le fuimos dando forma. Desde Madrid contactamos por correo electrónico con la doctora que lleva ese hospital para que me pasara fotos e información.
Estamos muy contentos porque es uno de esos temas que merece ser contado y me costó mucho encontrar información sobre esta patología a pesar de que, en la realidad, haya unas cinco o seis millones de mujeres en África que tengan esta enfermedad, pero permanecen ocultas y discriminadas.
–¿Qué es una fístula obstétrica?
-La fístula aparece por un parto obstruido. Son mujeres que viven en zonas rurales, sobre todo. No tienen ningún tipo de atención sanitaria y para llegar a un hospital tendrían que caminar durante horas porque no se pueden pagar un transporte. Por lo que acaban dando a luz en sus poblados con la ayuda de las vecinas.
En partos complicados empiezan a pasar los días y el niño no sale, puede durar hasta diez días, por lo que el bebé acaba muriendo dentro. El golpe del bebé presionando contra la pelvis crea un agujero, que es la fístula. Al final, estas mujeres acaban expulsando el bebé fallecido como pueden y al día siguente se dan cuenta de que se hacen caca y pis encima. Es así de fuerte. No pueden controlar ni su orina ni sus heces y por ese agujero se les escapa. En algunos casos les lleva a la muerte y en otros, si tienen la suerte de que se les cruce la doctora Hamley o pueden ir a un hospital, a ser tratadas y operadas, pueden seguir adelante.
–¿Y qué es la Aldea de la alegría a la que hace referencia en su reportaje?
–En la capital de Etiopía, la doctora Hamley, tras muchos años trabajando en el país, creó el primer hospital especializado en fístula. Ella es ginecóloga junto con su marido y ambos crearon este hospital en el que atienden de forma gratuita y a través de una fundación que tienen a estas mujeres. Luego, a diez kilómetros, crearon ‘la aldea de la alegría’, que en realidad no es otra cosa que diez cabañas donde las mujeres se pueden ir recuperando después de la operación. También es un lugar para las que no pueden volver a sus aldeas.
Muchas de estas mujeres han pasado situaciones horrorosas pues sufren el rechazo de sus familias porque huelen mal o sus maridos las han abandonado, por lo que no quieren volver a sus aldeas. Se les permite quedarse allí y se autoabastecen. Les enseñan cosas de artesanía, tienen un huerto y gallinas. Lo suficiente para sacar su propios recursos y poder subsistir.  
–¿Es difícil encontrar o acceder a temas sociales como éste?
–La redacción de ‘Revista 21’ está en Madrid, así que lo importante es la relación de muchos años con las ONG. Muchas veces nos llegan proponiendo temas, por ejemplo, he investigado antes temas sociales porque Manos Unidas nos invita a acompañarles y conocemos esos proyectos o realidades. Hay tantas historias para contar que son increíbles. A veces me ha pasado, como en este caso, que iba para contar una historia y se te cruza otra. La fuente de información suelen ser las ONG, que son las que están haciendo cosas interesantísimas, pero que quizás no saben comunicarlo bien.  
–¿Su periodismo siempre ha estado vinculada a los temas sociales?
–Me especialicé en temas sociales cuando acabé la carrera. Siempre me han apasionado esas temáticas. Con 16 años hice radio y me daba cuenta que siempre acababa haciendo esos temas. Cuando acabé me especialicé en Información Internacional y Países del Sur, que creo que fue una de las mejores decisiones de mi vida. A través de este curso me fui a Paraguay para hacer las prácticas durante nueve meses. Eso me sirvió para cambiar la óptica y ver las cosas de otra manera.
A raíz de ahí estuve trabajando en radio, televisión y he sido colaboradora externa de esta revista desde hace diez años. Hacía reportajes para ellos y desde hace uno estoy en plantilla.
–¿Cómo es el trabajo en una publicación mensual y de tirada nacional como ‘Revista 21’?
–Traemos los temas a la reunión de redacción, se elige cual va a ser el de portada y luego tenemos mucho tiempo para planificar los contenidos y tratarlos en profundidad, que es lo que nos distingue del resto de medios. Nosotros tenemos ese tiempo que otros no tienen. Nos podemos permitir profundizar en la información, buscar otras ópticas e intentar documentarnos mejor. También hay muchos colaboradores que nos ofrecen muchos temas bonitos. Es curioso cómo muchos periodistas que trabajan en grandes medios de comunicación  quieren hacer reportajes con nosotros porque aquí encuentran un espacio que no lo ven en otros sitios. Creo que eso se está perdiendo, es decir, el tratamiento de los temas de forma más documentada. Somos una revista plural y ese espacio de libertad para el tratamiento de los temas nos lo agradecen.  
–El premio Carmen Goes sirve para visibilizar el papel de la mujer en los medios de comunicación. ¿Cómo ve la situación de la mujer en nuestra sociedad desde su perspectiva profesional?
–Cuanto estoy en países del sur me doy cuenta al volver a España de los temas en los que hemos avanzado las mujeres en los países desarrollados. Es evidente, es decir, la autonomía que tenemos, la capacidad para tomar decisiones, y de ser dueñas de nuestra vida. Retomando el tema del reportaje, la fístula obstétrica les pasa a estas mujeres porque no tienen autonomía para decidir a qué edad quieren ser madres o si se quieren casar. No tienen esa capacidad de decisión sobre su propia maternidad por ese sometimiento que hay al hombre y por esa cultura tradicional que hace que no estén en condiciones de igualdad. Siempre que vuelvo a España después de esos viajes me doy cuenta de los logros que tenemos aquí. Pero nunca hay que perder la perspectiva de ese trabajo que hubo detrás y la lucha de otras mujeres, ya que gracias a  ellas tenemos estos avances.
Pero si nos situamos en lo que actualmente tenemos en España, no hay que perder la perspectiva crítica. Si nos ponemos a mirar los cargos directivos en los medios de comunicación al final siguen en manos de hombres. Esto es muy significativo. Por ejemplo, en el periodismo social, la mayor parte lo hacemos mujeres y en cambio sigue habiendo una jerarquía mayoritaria masculina. Hay mucho que hacer ahí. No hay que perder la óptica.
–¿Los medios de comunicación podemos o debemos dar visibilidad al papel de la mujer en la sociedad?
–Es muy importante. No sólo lo decimos los medios, sino las organizaciones que trabajan con mujeres que desean que cambiemos la forma de contar las cosas, y que visibilicemos a las mujeres. Sin embargo, es algo que nos cuesta a todos. Te pones en la dinámica de escribir y te preguntas dónde están las mujeres en el tema que tratas. Escribimos con palabras en masculino. Es verdad, que no es operativo utilizar ‘los alumnos y las alumnas’, pero sí podemos emplear ‘alumnado’ o ‘la ciudadanía’. Son mecanismos que hacen que se incluya de forma consciente a todos. No son chorradas porque al final con el lenguaje construimos la realidad.  Si te pones a leer los periódicos te das cuenta que las mujeres no están, las firmas, las fotos de protagonistas, todo son hombres. Notas de prensa y la mayoría son hombres. La labor de los medios es fundamental. Son los medios lo que han creado esteresotipos y prejuicios y son los medios los que tienen que desmontar ahora todo esto.   
–¿Cree que una de las medidas para que la mujer se haga con mayor espacio público es la promoción de políticas de conciliación de la vida familiar y laboral?
–Sí, estoy totalmente de acuerdo con eso. Esas conquistas sociales y en esos espacios que hemos ganado no se corresponden luego con quitarnos de la mochila otras muchas responsabilidades que hay que compatibilizar. Es decir,  sí hemos ganado espacios profesionales en algunos sitios, pero que luego la carga familiar o la casa no acaba de compartirse. Pero también en eso soy bastante optimista, porque sí veo que las nuevas generaciones de hombres vienen con otra óptica y eso está empezando a cambiar. Hay movimientos de hombres por la igualdad que están sembrando cosas y que eso, en unos años, empezará a cambiar. Pero que duda cabe que la conciliación de la vida laboral y familiar debería ser algo prioritario, no sólo para las mujeres, sino que los hombres deberían estar embarcados en esta lucha, que es algo que al final nos va beneficiar a toda la sociedad.
–Hay muchas dudas por parte de los periodistas de cómo tratar las informaciones sobre violencia de género, desde el lenguaje a si debemos o no publicar la muerte de una mujer por esta causa, ya que se puede incitar a otros hombres a cometer este mismo asesinato.
–Muchas organizaciones han realizado material para que los periodistas aprendamos a hablar de esta temática de otra forma. Hay guías de estilo para abordar los temas de inmigración para que no caigamos en prejuicios y, por ejemplo, del pueblo gitano. Así que también sobre violencia de género. Es muy interesante ver estas guías. No digo que tengamos que aplicarlas al 100%, pero hay ideas que pueden cambiar nuestra forma de contarlo.
En referencia a si debemos publicar las muertes de mujeres por violencia de género, estoy más de acuerdo con que, aunque hay que informar de estas cosas, lo importante es el tratamiento que se da. Es decir, que no salga como un suceso. Al final se dice que hay una mujer que muere a manos de su marido y entorno a eso, sale el vecino contando que era un señor normal y encantador. Al final es qué se está dando a entender con este tipo de envoltorio que se le da a la noticia. Y el público puede llegar a entender que ella se lo habrá buscado o que no hay causa detrás. Para mí, lo importante es que si se informa de eso, se le de un envoltorio correcto en el que hablen expertos, se contextualice de alguna manera el hecho y que explique que hay una ideología machista detrás. Es más importante contextualizarlo y enmarcar el problema, que el dato en sí de que ha muerto una mujer tratado como un suceso. Contextualizarlo bien para que se entienda que lo que está pasando no es un hecho puntual, sino que hay un problema social e ideológico detrás de esto.

cedida

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