“He sido muy feliz en mi trabajo”

Isabel Salas Rodríguez es maestra en el colegio España y este año le toca decir adiós a su profesión. El viernes recibirá un galardón creado del sindicato CCOO por toda una vida dedicada a la enseñanza.

 

Isabel Salas Rodríguez es una maestra de ‘la antigua escuela’, es decir, de aquellos profesores que se desenvolvieron con soltura con tan solo una enciclopedia en las manos, sin libros de texto ni pizarras electrónicas ni Internet. Le costará mucho no volver a las aulas del colegio España el próximo mes de septiembre y echará mucho de menos a ‘sus niños’. La señorita Isabel ha dado clases a un gran número de melillenses desde que en el año 1965 aprobara la oposición de maestra. Reconoce que se emociona cuando ve a uno de sus antiguos alumnos y siempre se pregunta cuántos granitos de arena aportó ella para formar a ese estudiante y que ha conseguido llegar a ser un buen profesional y, sobre todo, una persona con valores.  Este viernes recibirá el premio Pilar Fernández por haber dedicado toda una vida, en concreto 44 años, a la enseñanza.
Ya su madre le decía que iba para maestra, pues la señorita Isabel siempre andaba de niña con un palo simulando que era una regla y enseñando a sus muñecas las cosas que aprendía en la escuela. Terminó sus estudios en el instituto que estaba situado en el actual mercado central y luego continuó con la formación superior realizando la carrera de magisterio en la Escuela Aneja de Melilla.
Fue durante su época de prácticas cuando conoció a Pilar Fernández, una gran maestra y directora de varios centros de la ciudad que ha dado nombre al galardón que le ha otorgado CCOO. De esta mujer destacó su profesionalidad y su rectitud. Isabel asegura que era una mujer muy trabajadora y que exigía lo mismo a la gente que la rodeaba. Además, Pilar Fernández fue su vecina en la calle Querol y recuerda su amabilidad y lo cariñosa que era con ella. Por ese motivo, recibir este galardón le emociona aún más. Aunque para la señorita Isabel, este premio no es para ella porque dice que no se lo merece, y que tan solo será la persona que recoja este galardón en nombre de todos los maestros de Melilla que se merecen tanto como ella este reconocimiento que hace CCOO.

Los cambios en las aulas

La primera clase que dio Isabel Salas fue en una aldea de Albacete. Para llegar hasta allí tuvo que montarse en un carro tirado por un burro. Durante tres meses estuvo en este pequeño pueblo donde fue recibida como una gran autoridad tanto por los padres como por los niños de la única clase que había.
Las condiciones en aquella aldea eran tan extremas que no tenían luz eléctrica e incluso tenía que bajar al río con los estudiantes más mayores para coger agua para el cuarto de baño. Pero no cuenta esta anécdota con pena, sino con una gran sonrisa pues asegura que durante esos tres meses fue la invitada de honor de todas las matanzas del pueblo. Jamás olvidará el respeto y el cariño que le profesaron sus alumnos y todos los padres.
Ese mismo año se casó, de forma que pidió una excedencia y no volvió a las aulas hasta tres años más tarde. La destinaron a un pueblo de Sevilla y finalmente volvió a su tierra.
Unos 17 años estuvo de maestra en el Reyes Católicos y desde el 91 ha estado impartiendo Matemáticas, Lengua, Conocimiento del Medio y Plástica en el España.
La señorita Isabel afirma que las formas de dar las clases han cambiado, pues ahora se cuenta con la pizarra electrónica, los ordenadores, los libros de texto para cada materia, pero asegura que la esencia no se ha modificado. “Dar clases sigue siendo un grupo de alumnos con un profesor. Hay que trabajar, luchar y sacar adelante a estos niños para conseguir un objetivo: Prepararles para su vida futura”, indicó.
Esta maestra sí destacó que la imagen de los docentes está deteriorada. A lo largo de sus muchos años en la enseñanza, Isabel Salas ha observado cómo poco a poco los profesores han dejado de ser una autoridad. Así, explicó que cuando estuvo de profesora en el Reyes Católicos, y de eso tan solo hace unos 20 años, si llamaba a un padre para comentarle algo sobre su hijo, éste podía acabar castigando al niño de forma muy severa por no haberle hecho caso.
Sin embargo, destacó que ahora los padres están menos pendientes de educar a sus hijos. El trabajo fuera de casa de ambos progenitores hace que se haya deteriorado su implicación en la educación de los niños, tal y como apuntó.
Isabel Salas insistió en que lo principal es que tanto los padres como el maestro estén unidos en la educación y formación de los alumnos para ayudarles en el futuro.
No es una de esas personas que piensa que tiempos pasados fueron mejores, pero en este aspecto, es decir, en que el maestro y los padres trabajen al unísono con los niños, sí que desea que vuelva a ser una realidad.
Cuando ella dio su primera clase sólo contaba con una caja de lápices Alpino, un lápiz, una goma, una pluma y una libreta, y a pesar de que tenían pocos medios, de aquellas generaciones salieron grandes médicos y abogados que están ejerciendo hoy en día, tal y como destacó. Por ese motivo, insistió en que lo importante es la relación y vinculación que hay entre el profesor y los alumnos. “Las formas de dar clases influye, pero las estrategias y la creatividad del maestro son importantes”, afirmó.

La lectura

La señorita Isabel confesó que a los alumnos siempre les gusta más aquella materia por la que sus profesores tienen especial debilidad. En su caso es la Lengua. Desde que comenzó a dar clases, hace especial hincapié en la comprensión lectora. Esta maestra asegura que si un niño lee bien y comprende lo que está leyendo le servirá tanto para estudiar como para comprender si en el problema de Matemáticas se debe restar o sumar.
Isabel Salas reconoce que cuando se encuentra con algún antiguo alumno, nada más mirarle a los ojos recuerda quién es. Especial ilusión le hace saber que le va bien a los estudiantes que eran más traviesos, ya que muchos le han comentado que siguieron sus consejos. Además, destacó que siempre la piropean, pues le dicen que se mantiene igual de guapa y estupenda.
“Yo los crío y los veo madurar. ¿Qué puedo decir de ellos? Son mis niños”, indicó Isabel Salas, que emocionada aseguró que sus alumnos, de los que se despedirá en un par de días, son “muy buenos”.
Esta maestra afirma que no guarda ningún recuerdo malo de sus años de enseñanza, pues los niños “no son malos”, tan solo son “inquietos o un poco trastos”.
¿Cuál es su balance después de tantos años como maestra? “He sido muy feliz en mi trabajo. Me quedo con eso”, dice sonriendo.

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