El clima público sigue más que revuelto en Melilla. El cruce de acusaciones es constante entre los dos bandos políticos que han venido enfrentándose desde hace años pero que, ahora, tras el cambio de Gobierno en la CAM, han quedado más definidos que nunca.
Hay quien piensa que nuestra clase política está muy cansina, que el PP está demostrando que no sabe perder y que todas las acciones judiciales contra el Presidente De Castro responden a una grotesca pataleta de quienes no aceptan haber sido desalojados del Gobierno.
La política destructiva nunca gana adeptos pero en esta historia no sería justo culpar únicamente al PP ni reducir la ofensiva judicial de los populares a una simple reacción de cabreo.
Así como la política permite el triunfo de la aritmética por encima de la lógica política, los adversarios en la cosa pública también tienen derecho a defenderse y, en este sentido, es lógico que el Partido Popular busque en la Justicia su necesaria defensa ante la mayoría parlamentaria instalada en el Gobierno de la CAM.
La última intervención del Presidente De Castro en un medio nacional, en concreto en RNE el pasado lunes, le ha valido un nuevo anuncio de querella por parte de los populares. Y no es de extrañar si se tiene en cuenta el calibre de sus acusaciones contra el Gobierno Imbroda, al que acusó una vez más de haber hecho de Melilla “la ciudad más corrupta de España”.
Con ello, la primera autoridad local vuelve a sumarse al guión del reportaje “Melilla vice”, difundido por El Confidencial durante la pasada campaña electoral pero con antecedentes en reportajes algo anteriores de El País y Público en colaboración con la Fundación porCausa, organización al servicio del “periodismo como servicio público”, según su propia carta de presentación y que se centra sobre todo en cuestiones relacionadas con las migraciones. De ahí que fijara su atención en nuestra ciudad, según reconoce su propia directora general, Lucila Rodríguez Alarcón, a partir de la muerte de dos Menas acogidos en centros de menores de la CAM en diciembre de 2017 y enero de 2018.
El propio De Castro reconocía en una entrevista en ‘El Confidencial’, tras la sesión en la que CpM y PSOE le nombraron Presidente, que la condición de Melilla “como ciudad más corrupta de España” era una de las principales razones para asumir la Presidencia de la ciudad y añadía que lo hacía “como un acto de responsabilidad ante los melillenses que deseaban un cambio y necesitaban a alguien que lo pudiera hacer”.
Posiblemente habrá quien defienda que, al fin y al cabo, De Castro, el pasado lunes en RNE, solo hizo un discurso coherente con su propio mensaje, lo que sin dejar de ser cierto también supone asumir sus consecuencias.
De hecho, el nuevo Presidente tiene varias opciones: una, seguir con su argumentario justiciero que condena al PP y, en consecuencia, busca sobre todo someterlo a la correspondiente pena y purga; o, dos, asumir un discurso más institucional, más cauto y proclive a la concordia entre tanto encuentra pruebas fundadas en las que basar sus acusaciones contra el Gobierno saliente.
De Castro ya no está en la oposición, desde su actual atalaya no sólo tiene más poder sino también más responsabilidad en todos los aspectos, incluidos los de medir sus acusaciones en función de pruebas concretas y no de indicios o presunciones.
Tiempo y mando va a tener para investigar y sacar a flote, si las hubiera, todas las irregularidades que ahora imputa a su antecesor en el cargo, Juan José Imbroda, con la advertencia de que no le temblará el pulso a la hora de acudir a los Tribunales si encuentra constancia fehaciente para ello. Luego, si así fuera, bien haría en hacerlo pero, entre tanto, ¿es realmente la reiteración de acusaciones, advertencias y amenazas lo que más conviene a esta ciudad?
Al PP se le podrá espetar el feo gesto que tuvo el expresidentes Imbroda cuando se consumó la elección de Eduardo de Castro como Presidente gracias a los votos de cepemistas y pesoistas. Fue un proceder incorrecto que además de manchar su despedida de la Presidencia le privó del mayor reconocimiento mediático que le correspondía como candidato con el más amplio respaldo electoral gracias a su destacada mayoría de votos en las elecciones de mayo pasado. No obstante, de lo que no se puede acusar de forma simplista al PP es del clima político que estamos viviendo, puesto que si bien es cierto que hay que saber perder también hay que saber ganar y el Presidente De Castro tampoco está haciendo nada para demostrarlo.
La vieja máxima no solo nos recuerda la mayor dignidad que exige la derrota y lo difícil que resulta declararse perdedor; también nos enseña que hay victorias que pueden ser vacuas.