Melilla ha vivido este miércoles una jornada muy reivindicativa en la que han salido a protestar a la calle los médicos, los policías y guardias civiles y los inspectores de Hacienda. Tres manifestaciones en una sola jornada invitan a hacerse una idea más o menos clara del descontento de los empleados públicos de nuestra ciudad.
Sin embargo, ha sido decepcionante comprobar que el descontento no pasa de ser la reivindicación de un gremio; que aquí la gente no ha salido en masa a apoyar a los médicos pese a que el estado actual de la sanidad pública nos afecta a todos. No obstante, hay que reconocer que los sanitarios han llenado la Plaza Menéndez Pelayo. El descontento no es de dos o tres facultativos. El enfado es generalizado.
En Madrid o en Granada, la marea de batas blancas ha sido apoyada por un mar de pacientes hartos de las listas de espera; de los cinco minutos de reloj con el médico de cabecera o con las cirugías aplazadas de un año para otro.
En Melilla nos resignamos porque nos hemos acostumbrado a que los servicios públicos sean de segunda y en ese ranking, digamos que todo es aceptable y se da por bueno que tengamos que desplazarnos a Málaga o a cualquier otro hospital de la península porque ni siquiera tenemos un centro de referencia.
Policías nacionales y guardias civiles llevan años reclamando la equiparación salarial y ahora pelean por una jubilación digna, sin sobresaltos al final de la carrera profesional y son temas que deben estar encima de la mesa porque en sus manos está nuestra seguridad y la de nuestros pueblos y ciudades.
En cuanto a los inspectores de Hacienda, están reclamando los medios informáticos adecuados para hacer su trabajo en condiciones similares a las de Madrid o cualquier otra gran capital. Y esto es algo que debemos tomarnos muy en serio si es que de verdad queremos acabar con fenómenos como la economía sumergida que arrastramos en nuestro país desde hace décadas.
Los servicios públicos se han deteriorado en España y especialmente en Melilla y eso es algo que hay que remediar porque generan descontento entre los trabajadores y entre los propios usuarios, que son los que sufren, como nadie, las carencias del sistema.
Si queremos mejorar lo presente, habrá que implicarse en jornadas reivindicativas como las que hemos tenido este miércoles porque lo que está pasando nos perjudica a todos como sociedad. No es un problema exclusivo de médicos, policías, guardias civiles o inspectores. Es un problema de Melilla. Nos atañe a todos y por tanto no es posible ponerse de perfil. Hay que mojarse.
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