Dicen que vivimos en la era del agotamiento, de la frustración, del miedo al rechazo, a ser menos que los demás, a compararnos con el resto. Basta decir que el país más feliz del mundo es Finlandia, mientras que España ocupa el puesto número 36. Somos más infelices que hace unos años cuando, en principio, parecemos disponer de cosas que deberían facilitarnos la vida, pero no es así.
El Faro se pone en contacto con la psicóloga Judith Chacrón para conocer los motivos de la infelicidad actual. ¿Por qué vivimos en la sociedad del agotamiento?: “Es muy importante saber el origen de ese agotamiento de esa fatiga. Hay muchas veces que es difusa, entonces hay que trabajar con el paciente. Cuando hay una persona que tiene durante meses ese agotamiento también tiene sus síntomas, tales como la falta de concentración, dolores de cabeza, falta de memoria, dolor muscular. Es muy importante, primero, descartar que el origen sea médico porque puede ser desde artritis, diabetes, algún tipo de infección vírica, muchas veces a raíz del coronavirus. Aunque hayan pasado cuatro años desde la pandemia todavía hay personas que prosiguen con esa fatiga crónica. A veces, incluso, puede ser producto de un medicamento. Entonces hay que hacerse un reconocimiento médico, y descartar algo fisiológico. Una vez que esa persona físicamente está bien, el estudio psicológico tiene que ver si esa fatiga es depresión o ansiedad”.
Respecto a la ansiedad, la psicóloga Chacrón lo relaciona al estrés cotidiano: “Esa ansiedad puede ser producto de la permanente tensión laboral, por el día a día, el ir contrarreloj. En las familias, por ejemplo, a veces se quieren acaparar demasiados objetivos, ser más exigentes de lo que se puede llegar a ser, no se autolimita. Entonces puede desembocar en esa fatiga o astenia crónica que, muchas veces, no tienen buen pronóstico”.
En este sentido, Chacrón añade: “Si el origen de tu estrés es tu trabajo, la familia, tu pareja, si es algo puntual, se resuelve normalmente y desaparece esa fatiga, pero hay ocasiones en las que el día a día, por así decirlo, es un estrés permanente, donde el origen va a ser siempre el mismo, ya sea el trabajo, o el día a día. No vamos a echarle la culpa al móvil, pero es cierto que el móvil hace que estemos 24/7 horas, de forma constante contestando guasaps, correos electrónicos fuera del horario laboral. Estamos pendientes de noticias, tanto a nivel local, nacional como mundial. Nos están bombardeando con temas de opinión, con debates, con nuevas noticias 24 horas. Entonces, al final, es una sobrecarga de información, de actividad, tanto física como mental que hace que acabemos saturados”.
Pero, ¿cómo podemos aliviar esa ansiedad?: “El estrés es una reacción natural ante una amenaza. Analizamos una situación de peligro, amenazante y nuestro cuerpo actúa con hormonas del cortisol, la adrenalina. Aumenta la glucosa para que podamos tener capacidad de huir ante un peligro. Una vez pasado ese peligro, el miedo, el cuerpo recupera la estabilidad. Pero si la ansiedad, el sentimiento de amenaza es constante se produce la irritabilidad, los cambios de humor, la sensación de querer irse. Muchas veces ya no son las consecuencias propias sino las que les afectan a tu entorno, desde la familia, la pareja, el entorno laboral…”.
Siempre han existido problemas, ¿pero por qué los gestionamos tan mal en la actualidad?: “Quizás estemos en una sociedad con mucha incertidumbre y muchas personas ante la incertidumbre no saben qué va a suceder y no saben manejar la frustración. A lo mejor tienes unos planes y no salen como quieres, tienes un viaje y no sale el avión. Hay ocasiones en las que queremos tener el control de cosas que se nos escapan, son personas muy exigentes que quieren tener ese control y ahí viene la frustración. También los temas políticos, económicos nos sobrepasan. La incertidumbre, la frustración es lo que hace que las personas se sientan inquietas y alteradas. Nos hemos vuelto muy exigentes con nosotros mismos. Si no podemos salir a cenar todos los fines de semana o viajar nos sentimos frustrados. No estamos contentos con nada porque tendemos a compararnos con los demás. Vemos lo que tienen los demás cuando la clave está en la estabilidad y el bienestar y no nos fijamos que, incluso, en nuestra situación podemos ser unos privilegiados. Yo pongo como metáfora las cartas que te han tocado jugar y hay que jugarlas de la mejor forma posible. Si no puedo ir de viaje, puedo hacer organizar un plan con mis amigos y estar igual de relajado y feliz. Esas personas que pensamos que tienen una vida ideal después te das cuenta que incluso el más pintado, por decirlo así, tiene sus propios problemas. Uno tiene cumplir el objetivo de la felicidad, no de alcanzar un éxito, a veces, irreal”.
Estos problemas pueden desembocar en lo que se denominan distorsiones cognitivas: “Las distorsiones cognitivas consisten en pensar que soy un fracasado, que si no hago esto no sirvo para nada, que si nadie me va a querer. Son pensamientos irreales, nocivos, pero somos nosotros quiénes lo pensamos, lo cual no significa que a los demás les vaya mejor”.
Los periodos evolutivos también juegan un papel fundamental a la hora de manifestar ansiedad: “Cuando los niños tienen entre tres y cinco años, incluso seis, sienten ansiedad ante una separación, aunque uno de los progenitores se vaya a comprar. La ansiedad social aparece en jóvenes de 15 y 16 años. Piensan que les hacen un escrutinio, problemas de autoestima, y después está la llegada a la Universidad y al mundo laboral. También, fundamentalmente en la mujer, existe mucha presión en el ámbito de la pareja. Cuando hay niños y adolescentes con problemas de ansiedad es muy posible que de adulto las manifieste. La anamnesis, como nosotros la llamamos, recoge todos esos datos desde la etapa infantil, desde la adolescencia porque suelen ser personas que cargan con esas emociones”.
Hacer frente a estas enfermedades no es tarea fácil, pero sí se pueden establecer pautas: “Un buen apoyo social, tener hábitos saludables, aprender a dormir, trabajar las habilidades sociales y también tenemos que aprender a decir No. Parte de la terapia es un proceso de conocerse a uno mismo, saber mis limitaciones, no caer en problemas de autoestima y pensar en positivo. Una carga de humor no viene mal porque el mundo no se acaba, porque siempre nos centramos en nuestros problemas y hay que relativizarlos”.
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