Categorías: Editorial

Haciendo aguas

Melilla ha vuelto a vivir otra jornada de presión migratoria.

Ayer una patera intentó alcanzar las costas de la ciudad con 24 inmigrantes a bordo, que fueron devueltos a Marruecos.
No sabemos qué protocolo se sigue normalmente en estos casos. Lo que sí sabemos es que ayer, Guardia Civil y Gendarmería marroquí tardaron cerca de una hora en llegar a un acuerdo sobre quién se hacía cargo de los inmigrantes.
Desde la Asociación Unificada de Guardias Civiles apuntan que detrás de la falta de interés que Marruecos ha mostrado en la última semana en temas de inmigración están las prospecciones petrolíferas autorizadas por el Gobierno de Rajoy en Canarias.
Pero también podría estar la amenaza terrorista que vive el país vecino desde julio pasado y que esta semana tiene en alerta a los efectivos de la costa atlántica de Casablanca, como publicó ayer la prensa marroquí.
Puede que Marruecos se esté centrando en tener a raya el yihadismo y descuide su compromiso con España. O puede que estemos magnificando la colaboración marroquí y que los últimos meses nos estén nublando la vista.
Este año se está repitiendo la misma situación del verano de 2013. Durante el Ramadán todo estuvo bajo control y el país vecino incluso reforzó la vigilancia de la valla. Luego tuvimos un agosto movidito. Y es justo lo que está pasando ahora.
Las autoridades españolas lanzaron las campanas al vuelo con la calma chicha que vivió la valla a partir de la instalación de la malla antitrepa, que parecía haberse convertido en el remedio casero ante la inmigración irregular.
Pero la malla antitrepa está haciendo aguas. La situación actual viene a demostrar que un elemento aislado no es la solución. De nada sirve reforzar el perímetro fronterizo, si Marruecos no colabora. ¿Pero tiene obligación de colaborar? ¿Por qué lo hace?
Nadie se cree que el Gobierno de Rabat impermeabilice la valla de Melilla a cambio de una palmadita en la espalda.
Podemos intuir que detrás de ese ‘contrato’ hay dinero, un silencio español sepulcral respecto a lo que está ocurriendo en el Sahara y el aval de nuestro país ante la Unión Europea. También podría entrar el apoyo que España le brinda a Marruecos en la lucha contra el terrorismo, que no es poca, es importante y la necesita.
El país vecino, a fuerza de intentarlo, ha conseguido cerrarse sus fronteras. Esta semana el propio ministro del Interior marroquí reconocía que Marruecos no se habla con Argelia.
Cuesta entender entonces que “por solidaridad” con sus vecinos africanos, Rabat se niegue a cortar sus vuelos directos con los países en los que el ébola es ya una epidemia. Tanto va el cántaro a la fuente...

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