Categorías: Editorial

Hace tres meses

Hace tres meses, Melilla vivió uno de los acontecimientos que su ciudadanía recordará durante mucho tiempo. La tierra tembló a causa de un terremoto de 6.3 grados en la escala de Richter. La gente salió de sus casas sin saber muy bien qué hacer. Ahora, los coletazos de este seísmo aún están en la mente de los melillenses y, sobre todo, en la de sus representantes políticos.

Uno de los encargados de gestionar las consecuencias de lo que pudo ser un desastre mucho mayor fue el consejero de Bienestar Social, Daniel Ventura. Su área de Gobierno se encarga ahora de esas personas que tuvieron que dejar sus casas por motivos de seguridad. En declaraciones a El Faro, además de hacer un balance de cómo está la situación tres meses después, Ventura pidió a los propietarios de viviendas en alquiler que sean un poco más flexibles a la hora de arrendar sus casas.
De hecho, muchas de las familias con menos recursos económicos que tuvieron que dejar su hogar por los daños del seísmo siguen buscando un piso, y dicen encontrar dificultades a la hora de poder arrendar, pese a que Bienestar Social ha dicho públicamente que responderá por ellos hasta con seis meses de renta.
Más allá de la situación de estas familias, los edificios melillenses también se vieron deteriorados a causa de este temblor. Tres de las construcciones más emblemáticas del centro de la ciudad, el Palacio de la Asamblea, la iglesia Castrense y el Casino Militar, sufrieron serios daños, algunos de ellos aún por reparar.
La intención del Ejecutivo local con respecto al edificio que alberga el Gobierno local es mantener ambas torres, símbolo e historia de la ciudad.
Más allá de todo lo anteriormente relatado, hay que reseñar que este suceso es uno de los de mayor repercusión dentro de la historia reciente de la ciudad. De hecho, hasta hace relativamente poco, las réplicas aún venían sintiéndose en Melilla y cada temblor traía a los melillenses el recuerdo de aquella fatídica madrugada de enero.
Esperemos que lo peor ya haya pasado y que sólo quede por delante la reparación arquitectónica de los inmuebles y edificios de la ciudad y la puesta en marcha del plan de ayudas por parte del Ejecutivo central. Si esto resulta así, el terremoto debería quedarse ya en un mal sueño de los melillenses.

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