Categorías: Sociedad

Hábitos saludables y trucos para la diabetes, objetivo del campamento

Diez niños de la Asociación de Diabéticos de Melilla van cada año a una granja escuela para disfrutar del verano, donde conviven con otros que no padecen esta enfermedad.

La granja escuela de Arcos de la Frontera, Cádiz, recibe todos los años a un grupo de diez niños diabéticos que durante ocho días aprenden hábitos saludables para controlar su enfermedad y trucos a la hora de rotar y pincharse la insulina. Este año la Asociación de Diabéticos de Melilla (Adimel) ayudó a cinco nuevos niños a emprender esta aventura de donde no querían volver.
Hace cuatro años los niños comenzaron a acudir a la sede de Adimel y se empezó a trabajar con ellos realizando actividades. Así en le año 2007 se pusieron contacto con compañeros de otras asociaciones de diabéticos, como la de Algeciras,  que informaron sobre este campamento. Desde entonces, se reservan diez plazas para los niños melillenses.
Desde el principio se contó con la colaboración de la Ciudad Autónoma para costear los gastos de los billetes hasta Málaga y del propio campamento, tal y como indicó el presidente de la asociación, Joaquín Rosas. Lo único que deben pagar las familias de estos pequeños es el traslado en microbús que realizan desde el aeropuerto de esta ciudad hasta Arcos de la Frontera. Durante todo el trayecto, los niños van acompañados de dos monitoras, Karima y Ana Belén que son diabéticas y que permanecieron en el campamento con ellos.
Para los padres, el primer año que sus hijos realizan esta actividad es una experiencia no muy grata, ya que siempre tienen miedo de lo que les pueda pasar. Al tratarse de una granja escuela, no hay cobertura suficiente y cuando llaman a sus hijos ellos a penas les cuentan cosas, puesto que siempre están entretenidos con alguna actividad, tal y como indicó Ana Belén. Pero una vez que los niños vienen del campamento, a pesar de que no quieren volver a casa, desaparece la desconfianza de los padres.

El campamento

Este proyecto incluyó a niños diabéticos, un total de 45, y no diabéticos y juntos realizaron todas las actividades. De esta forma se consigue no sólo que los niños con la enfermedad aprendan más cosas sobre ella y lleguen a tomar cada vez más autonomía en su control, sino que el resto conociese las particularidades de esta patología y se familiarizasen con su tratamiento.
“Había un niño muy gracioso pequeñito que cada vez que quería una galleta me decía que le pinchara en el dedo”, aseguró Ana Belén.
Cada monitor diabético se hacía cargo de cuatro niños con esta enfermedad para ayudarles en el control diario. Además, el campamento contaba con la consulta de un médico y una enfermera que vigilaban las dosis de insulina e impartieron un taller para informales sobre las características de sus enfermedad y su tratamiento.
Entre otras actividades, realizaron tirolina, montaron a caballo, hicieron pan, talleres de manualidades, juegos nocturnos por un bosque cercano y pasaron mucho tiempo en la piscina, tal y como indicó Karima, una chica que comenzó yendo al campamento como una niña más y ahora es monitora.   

Disfrutar aprendiendo

A Mariam lo que más le gustó del campamento fue la piscina y por supuesto, al año que viene repetirá experiencia ya que esta ha sido la primera vez que viajaba con sus amigos a un campamento.
Éste ha sido el cuarto año de Kevin, quien destacó que lo más importante de esta experiencia es que te enseñen trucos para rotar y cómo pincharte la insulina, además de hacer muchos amigos.
No que no llevaban muy bien ni Noilla ni  Sukaina era comer verduras, un elemento imprescindible en la alimentación de cualquier niño pero más significativo cuando sufren diabetes, aunque no les quedó otro remedio que comer lechuga. Por otro lado, los potajes y lentejas traían por la calle de la amargura a Lucas, aunque disfrutó con las piraguas, y Yunes y Mohamed se decantaron por la piscina.

 

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