Bueno, pues ya estamos oficialmente en el horario de verano. ¿Qué quiere decir esto? Pues que hemos adelantado una hora el reloj y hemos vivido un domingo más corto de lo habitual, con solo 23 horas. A partir de ahora tendremos días más largos y noches más cortas, lo cual no concita un opinión unánime favorable a la situación, ni mucho menos.
Es lo habitual que el cambio de hora suscite toda clase de comentarios en los corrillos, en la barra del bar o en la panadería. Hablamos de un tema tan recurrente como la climatología.
Y los hay que están a favor del cambio y los hay, lógicamente, que están en contra porque, entre otras cosas, adelantar el reloj nos ha quitado una hora de nuestro tiempo que bien podíamos haber aprovechado en el ocio.
Cierto resulta que cambiar la hora trae como alegría. No en vano, alargamos las tardes con luz solar que, como ya han dicho decenas de profesionales de la salud, es buena para nuestro organismo y, sobre todo, para nuestro estado psicológico.
No es menos cierto, sin embargo, que estas variaciones horarias nos traen un poco de cabeza. Nuestro ciclo circadiano debe acostumbrarse y tarda unos días en los que notamos más sueño, más cansancio, hasta que llegamos de nuevo al punto de equilibrio.
Hace tiempo que esta medida del cambio de hora dejó de tener la efectividad para la que había sido diseñada décadas atrás. La idea era ahorrar electricidad prologando el tiempo de luz solar y ya se ve como algo obsoleto.
La Unión Europea llegó a plantearse tiempo atrás la continuidad de estos vaivenes en la manilla del reloj. Se suscitó todo un debate entre los europeos acerca de la oportunidad de seguir o no con los dos cambios anuales (temporada primaver-verano, otoño-invierno) pero no se ha vuelto a saber más del tema.
La discusión se circunscribía entonces a cuál de los dos horarios debía ceñirse la medición del tiempo en la vieja Europa. Y volvían a polarizarse las opiniones a favor y en contra de lo previsto para verano o lo establecido para el invierno.
Total, el debate acabó tan abruptamente como comenzó y no se ha vuelto a saber más de él. Ayer se decía que, al parecer, la cuestión ha quedado aparcada sine dine porque países como Gregia y Portugal habían vetado cualquier decisión al respecto.
O sea, que tenemos cambio de horario para rato por mucho que nos pueda disgustar.
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