Se ha declarado la tregua pero se ha levantado la guerra política o partidista a costa de la visita de Aznar. Si ha supuesto o no una provocación a Marruecos o ha sido o no inoportuna constituye el debate en curso, como si realmente fuera lo que más importase en todo lo que respecta a los conflictos con nuestra frontera.
Realmente resulta triste porque, una vez superada la fase inicial de conflicto, no hay más opción que la de exigir al Gobierno central que cumpla con sus funciones y de esperar de la oposición una respuesta acorde a la debida reacción del Ejecutivo Zapatero. Es decir, un cierre de filas en lo que debe ser una cuestión de Estado más allá incluso de lo que respecta en exclusiva a Melilla. La situación en la frontera para nuestras fuerzas de seguridad, la realidad del caos en ese espacio sin tierra de nadie, exige que nuestros políticos asuman la autocrítica por todas las partes, empezando por un Gobierno tan prudente como hasta ahora ausente, y continuando por un Partido Popular que no puede sacar los pies del tiesto y dejarse enredar en el anecdotario que está desencadenado la polémica pero en gran medida agradecida por los melillenses visita del expresidente Aznar.