Melilla, pese a sus escasas dimensiones, alberga en sus zonas verdes un buen número de especies animales que se encuentran al borde de la extinción. Es el caso de los camaleones, cada vez más escasos en la ciudad, o de las tortugas moras y los bulanes, una especie de lagarto típico de la parte del Rif y cuya única colonia europea se encuentra en los terrenos anexos al cementerio musulmán de Melilla.
Pese a las precauciones tomadas para preservar estas especies, en las últimas semanas se ha convertido en escena habitual ver a muchos ejemplares muertos en la carretera de circunvalación, que rodea buena parte de las zonas verdes y sin urbanizar de la ciudad autónoma. A primera vista se comprueba que los animales son atropellados al intentar cruzar de un lado a otro e incluso cuando se están alimentando.
La situación ha llegado a tal punto que desde Guelaya-Ecologistas en Acción están estudiando algunas medidas para evitar que continúen desapareciendo estos especímenes y en breve plantearán a la Delegación del Gobierno varias ideas sencillas para garantizar su supervivencia. Manuel Tapia, miembro de esta organización especializado en la fauna terrestre autóctona, reseñó que con algunas iniciativas bastante simples y que no requerirían demasiado inversión económica se podría salvar a decenas de animales.
La solución más simple sería crear en determinados tramos de la circunvalación un bordillo con la altura suficiente para evitar el tránsito de reptiles, anfibios y pequeños mamíferos a través de la calzada. Esta estructura los canalizaría hasta túneles de pequeñas dimensiones que cruzarían transversalmente la carretera y por los cuales los animales podrían pasar de un extremo a otro sin peligro de ser atropellados.
Tapia señaló que en el caso concreto de las tortugas moras, si acceden a la carretera, tienen pocas posibilidades de supervivencia. Hay bastantes ejemplares de esta especie en el Barranco del Nano, zona protegida por la Ciudad Autónoma y que discurre en paralelo a la Circunvalación. Cuando alguna se despista y se planta en mitad de la calzada, tiene pocas oportunidades de que su escapada acabe bien. “El impacto de las ruedas de un coche sobre su caparazón en asfalto las mata instantáneamente. Si estuvieran en tierra tendrían alguna oportunidad de sobrevivir, pero en la carretera casi ninguna”, explicó el dirigente de Guelaya.
Teniendo en cuenta que estos reptiles no se caracterizan precisamente por su velocidad, tardan bastantes minutos en cruzar la carretera, lo suficiente para que algún vehículo acabe con su vida. Con el sistema propuesto por Guelaya, las tortugas se toparían con el bordillo elevado sin poder sortearlo. En caso de que no cejaran en su empeño de pasar al otro lado de la Circunvalación, podrían seguir la canalización hasta el túnel, cuyas dimensiones serían mínimas. Hay que tener en cuenta que con 30 centímetros de ancho y 30 de alto, sería suficiente para permitir el paso de estos animales.
Bulanes y erizos
Al margen de las tortugas moras, la asociación apunta que también sería necesaria una medida similar en la zona verde que discurre próxima al cementerio musulmán, donde hay una colonia de bulanes. Esta especie habita en pastizales, costas arenosas, cultivos, pastos y huertos, por lo que no duda en pasar de un lado a otro de la frontera en caso de que no se encuentre cómodo con su hábitat actual. El resultado, en muchas ocasiones, es que acaban bajo las ruedas de un coche.
Más complicado lo tienen los erizos moros para salvarse. Este pequeño mamífero no está en peligro de extinción, aunque sí bajo la catalogación de ‘amenazado’. En Melilla, puebla en cualquier bosque o matorral. Aunque son difíciles de ver, hay un buen número en el Nano e incluso en la zona verde próxima al centro de La Purísima. El problema con estos animales es que son de hábitos nocturnos y prácticamente invisibles a los ojos de los conductores. Además, se plantan en mitad de la carretera si detectan que hay algún insecto de gran tamaño e incluso alimañas muertas para alimentarse. Pese a que suelen huir al escuchar el más mínimo ruido, muchos se ven sorprendidos y acaban aplastados.
Desde la asociación ecologista recalcaron que es necesario tomar alguna medida para evitar que el número de atropellos continúe creciendo e insistieron en que para ello tan sólo bastarían iniciativas simples y sin demasiado coste económico.