El acuartelamiento militar Millán Astray acogió ayer el acto de celebración de la Inmaculada Concepción, patrona del Arma de Infantería desde 1892, cuando la reina regente María Cristina de Habsburgo la declara como tal por la devoción castrense que se inició en 1585, tras el ‘Milagro de Empel’.
El acto estuvo presidido por el comandante general de Melilla, Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu, y contó con la presencia del presidente de la ciudad, Juan José Imbroda, así como con la del delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani. Tampoco faltaron al evento otras autoridades civiles y militares.
La secuencia
El grupo de Regulares de Melilla número 52 y el Tercio Gran Capitán 1º de la Legión participaron activamente en la conmemoración con un despliegue de las fuerzas en el patio de armas con la progresiva incorporación en el recinto de las distintas unidades.
Tras la llegada de la enseña nacional y el posicionamiento de la tropa en formación, la entrada del comandante general marcó el inicio del homenaje con los honores correspondientes y la revista a las tropas presentes, que dio paso a la lectura de efemérides sobre el milagro de Empel.
Posteriomente, se llevó a cabo la imposición de condecoraciones como la encomienda y la cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, las cruces a la constancia en el servicio y al mérito militar y diversas menciones honoríficas.
El acto continuó con la alocución del general segundo jefe de la Comgemel, Ángel González del Alba, quien resaltó los méritos obtenidos por la infantería a lo largo de la historia de este arma, para dar paso al homenaje a los que dieron su vida por España, en el que depositaron una corona de laurel a los pies de la figura de la Virgen y de Cristo.
Finalmente, tanto los regulares como los militares cantaron a coro el himno de infantería antes de romper filas e iniciar el tradicional desfile de las fuerzas, que contó con la presencia de la entrañable cabra de la Legión. Tras el desfile, el comandante general de Melilla llevó a cabo la despedida de mandos, que puso punto y final al evento castrense.
El milagro y la Virgen
En diciembre de 1585, las tropas del gobernador Juan de Austria destacadas en Flandes se encontraron con más dificultades de las esperadas. El 7 de diciembre de aquel año, el destacamento español se encontraba aislado por el enemigo y sin víveres. Ante estas circunstancias, los soldados rezaron a la Virgen tras encontrar una imagen suya semienterrada.
Horas más tarde, bajan las temperaturas y se produce una helada, que hace que las tropas enemigas huyan por temor de quedarse atrapadas. El día 8 los vecinos del pueblo piden ayuda a Dios. El día 9 comienza a deshelar, lo que permite socorrer a los soldado sitiados y cuya operación finaliza el 10. A estos hechos se les llama el ‘Milagro de Empel’.
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