Este 7 de enero, además de marcar el fin de las navidades, da comienzo al periodo de rebajas de invierno. En Melilla, a primera hora de la mañana hemos podido ver tiendas de conocidas marcas a rebosar, en contrapartida del pequeño comercio.
A falta de media hora para abrir las tiendas, ya había personas muy madrugadoras esperando a la apertura de puertas en un comercio de ropa muy concurrido normalmente. Las conversaciones entre las melillenses, todas mujeres, iban encaminadas en que aunque todavía no sabían lo que iban a comprar, sí querían echar un vistazo y ver si los descuentos merecían la pena.
Una vez dentro de la tienda se hacía difícil poder andar con normalidad. Decenas de personas, algunas todavía comprando regalos de Navidad, y otras cambiándolos. Para agilizar el paso, en la puerta un empleado de seguridad redirigía a quienes entraban para devolver productos.
La estampa general de este sábado era bien diferente en los pequeños comercios. La gran mayoría seguían vacíos a pesar de que también ofrecían descuentos.
Hace diez años se eliminaron los periodos de rebajas. Desde entonces, grandes y pequeños comercios ofrecen promociones a lo largo de todo el año. ¿Quién ha salido ganando con el cambio?
La última vez que fuimos de rebajas como tal, corría el verano de 2012. Unos meses antes, el Gobierno sacó adelante una ley que lo cambiaría todo en cuanto a los periodos de descuentos.
La nueva normativa liberalizó totalmente las rebajas, antes limitadas a dos etapas del año: verano e invierno. De hecho, el contenido de esta nueva ley acabó completamente con las rebajas tal y como se conocían. A partir de su entrada en vigor, no habría un periodo obligatorio ni una franja mínima de descuentos ni restricciones sobre el tipo de prendas que podían estar sujetas a esa promoción.
¿Qué impulsó la necesidad de acabar con las rebajas? "Lo que ocurrió fue que la moda rápida, que propiciaba la entrada continua de colecciones nuevas en las cadenas de tiendas, hizo que el consumidor dejara de sentir la urgencia de comprar durante la temporada, por si se agotaban las tallas, y que pudiera esperar a comprar en rebajas", argumenta Neus Soler Labajos, profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.
"Las tiendas necesitaron poder motivar el consumo entre los periodos de rebajas, y presionaron lo suficiente como para conseguir un cambio de normativa que les permitiera hacerlo", añade.
Desde la aplicación de la nueva ley, los comercios pueden decidir por sí mismos qué periodos de descuentos les convienen más en función de sus necesidades.
"El gran inconveniente es el perjuicio que la medida crea al pequeño comercio, que no puede competir ni compararse con el grande porque no tiene margen suficiente (las condiciones que asume al adquirir el producto de su proveedor no pueden compararse con las de las cadenas, ya que estas adquieren un volumen de producto mucho mayor, lo que les permite obtener unas condiciones mucho más favorables)", afirma la experta.
En definitiva, "la liberalización de las rebajas deja al pequeño comercio desprotegido, y a merced de que el consumidor elija comprar en la cadena que ofrece la promoción y pase de largo del suyo, que no tiene tal promoción", concluye Soler.
Ana Isabel Jiménez-Zarco, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, asegura que el pequeño comercio no cuenta con las herramientas adecuadas y suficientes para aguantar estos periodos de rebajas no contemplados tradicionalmente, tanto por los horarios como por los descuentos en sí, que se "comen" el margen de beneficio.
Parece que, para salvar esta situación, el pequeño comercio no tiene más opción que adaptarse a las nuevas circunstancias. Por un lado, tal y como afirma Jiménez-Zarco, "muchas de las tiendas físicas también tienen tienda en línea, por lo que la estrategia debería ser compartida". "Por el otro, el hecho de que el cliente pueda comprar en cualquier punto del planeta a través del comercio electrónico hace que el comercio tradicional se vea obligado a ser más flexible en cuanto a horarios y plazos de entrega, si quiere hacerle frente", añade la experta.
En pequeñas tiendas de Melilla discrepan con esta idea. Juani, la propietaria de 'Modas Juani' explicó a El Faro que a ella no le afectan para nada que las grandes superficies impongan rebajas durante todo el año. Ella sabe que sus clientas son fieles y que buscan algo muy distinto a lo que pueden encontrar en tiendas grandes.
Juani presume de que suele tener en su tienda como máximo tres artículos de cada prenda. De esta manera, dijo, mis clientas saben que lo que van a comprar no lo va a llevar toda Melilla puesto como sí ocurre con la ropa de las tiendas grandes.
Para esta comerciante la clave está en una de las principales características de la ciudad. Melilla es pequeña, se conoce todo el mundo, y nadie quiere ir a algún evento vestida igual que otra persona. Además, aseguró, que para cada comercio hay un tipo de público diferente y que se reparte muy bien.
A pesar de que ella no puede competir con las grandes marcas y poner ofertas durante todo el año, solo en las rebajas oficiales de verano e invierno, cuenta con esa diferenciación.
Una opinión muy parecida tiene Paco Milán, propietario de la tienda de moda de hombre que lleva su mismo nombre. Él tampoco fija descuentos en épocas diferentes a las establecidas históricamente para las rebajas. No puede competir con las tiendas grandes, pero aclaró a este diario que tampoco cree que esto pueda ser un punto negativo hacia su empresa.
El hecho de tener a su disposición productos con precios rebajados prácticamente todo el año ha hecho que el público, en general, haya modificado sus hábitos de compra.
"El consumidor ahora sabe que el comercio encadena los periodos de descuentos y que, por tanto, si no aprovecha unas rebajas, podrá beneficiarse de las que vengan rápidamente a continuación", señala Soler. Esto ha hecho que "el consumidor pierda el sentido de la oportunidad", añade.
Además, la desaparición de las ofertas acotadas en el tiempo no es algo 100 % positivo para el público. De hecho, para la profesora Soler, "ahora, aunque el consumidor tenga varias oportunidades para adquirir un producto rebajado, ya no puede comprar ese producto que el comercio no había vendido durante la temporada y que rebajaba para deshacerse de él, pero que era de gran calidad".
"Por lo tanto, el consumidor paga algo menos por un producto que no es de calidad, mientras que antiguamente pagaba mucho menos por un producto de gran calidad", añade.
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