Un paquete salió de la ciudad andaluza el día 2 de diciembre y no llegó hasta su destino hasta el 15 del mismo mes, aunque según el registro del itinerario, estaba en Melilla desde el viernes 9.
A veces llegar al destino elegido no es sencillo. Lo sabe cualquiera que haya sufrido un retraso en un avión, una huelga de controladores o la avería de un coche o un autobús justo antes de emprender la marcha. Sin embargo dedicar 13 días a hacer el trayecto que hay entre Granada y Melilla, para excesivo, incluso en cualquiera de los casos anteriores.
No se quedó retenida en la aduana, ni olvidó la documentación, ni siquiera perdió el DNI, porque era una caja y sus datos estaban completos, sin embargo los casi 350 kilómetros que separan ambas ciudades, y que en avión tardan unos 45 minutos en recorrerse, se hicieron eternos para la caja y para el que la esperaba en el norte español del continente africano.
El día de partida era viernes 2 de diciembre, se avecinaba uno d esos puentes, casi eternos, que presagiaban que pudiera producirse un retraso en la recepción, pero no que la caja tuviera que sufrir un periplo tan largo.
Desde la oficina de Granada se apuntó a los que enviaban el paquete que podría llegar el lunes al destino, eso era, desde luego, demasiado optimista. El lunes no llegó y el martes, festivo nacional, evidentemente tampoco.
El miércoles el código de seguimiento del paquete no daba mucha información sobre su paradero, así que el receptor decidió acercarse a la oficina melillense para averiguar por donde andaba la caja, en la oficina no estaba, pero ya había llegado a Málaga, que parecía ser la primera parada en el camino. El jueves, 8 de diciembre, también fue festivo, y tampoco llegó.
El viernes tampoco había aviso en el buzón. Así que nueva visita a la oficina postal. El paquete ya estaba en Melilla, por lo que probablemente llegara a su destino final el mismo viernes o el sábado por la mañana. El viernes no llegó.
El sábado, a media mañana, tampoco había aviso y hubo, claro está, regreso a Correos, donde el receptor ya era conocido, al contrario que su paquete, que seguía sin aparecer. Eso sí, seguía en Melilla, aunque lo que ya no estaba claro es cuando podría llegar a casa, seguramente el lunes.
Y empezó la semana, pero el paquete tampoco llegó. En la oficina, volvieron a comprobar el recorrido de la caja, que al parecer antes de llegar a Málaga, y por alguna extraña razón, había pasado por Madridi. No obstante seguía estando en Melilla, como el viernes 9 de diciembre, pero no había confirmación de cuando sería repartida. Y el martes tampoco apareció.
En la oficina donde se reciben los paquetes, y en la que además la atención es eficiente, pero no rápida, el receptor, que ya más que esperar, desesperaba, volvió a preguntar, por si alguien había arrinconado aquel paquete, que tanto esperaba, en la última jaula, de la última habitación de una oficina perdida de la ciudad. La caja, no obstante, seguía en Melilla. Quizás llegara el miércoles, dijo el trabajador de Correos.
Y ese fue el día en el que llegó el aviso... que la caja no se sabe si llegó con él o no. El receptor, que recibió el papel casi con la misma ilusión que un cheque en blanco firmado, tuvo que esperar, no obstante, hasta el día siguiente. Y ayer, con cierta incredulidad, caja y receptor se encontraron en un oficina postal en la que todos vivieron con la misma ilusión la llegada.
Un viaje Granada-Melilla en 13 día. Al final parece que van a tener razón los que denunciaron el atasco de paquetes en Correos.
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