El entorno en el que vivimos es percibido por millones de personas como un mundo hostil. El trabajo, la familia, las relaciones personales se hacen cada día más cuesta arriba en un mundo que exige mucho, pero, a veces ofrece poco. La rutina se convierte, en ocasiones, en nuestra compañera de viaje y todo aquello que la rompa supone un cambio en nuestra vida que nos genera un enorme estrés.
Salud mental en España
En líneas generales, la salud de los españoles es mala.
No en vano, un 17% de la población dice tener depresión, una de las tasas más altas de Europa, y otro 16% ansiedad, fobias o estrés post traumático. Un 16% de los españoles reconoce tomar somníferos, ansiolíticos o antidepresivos una vez a la semana y un 27%, al menos, una vez al mes; de las tasas más altas a nivel internacional. A nivel general el 34% de los españoles reconoce que tiene problemas de salud mental.
Este porcentaje se aleja del 26% de Suiza o Francia y mejor que el 40% de los norteamericanos o 37% de los británicos. La situación de los españoles empeora, además, respecto a los años anteriores cuando el porcentaje de personas con problemas era del 26% en 2022 y 28% en 2021. Más de un tercio de la población tiene algún trastorno mental, siendo el más frecuente la ansiedad, que ataca el doble a las mujeres que a los hombres y cuya prevalencia ha aumentado un 34 % en dos años, cifra que alcanza casi el 41 % en los menores de 25 años. Los datos confirman cómo la salud mental se ha deteriorado progresivamente en los últimos años: si justo antes de la pandemia, en 2019, la prevalencia de los trastornos de este tipo era de 324,8 por cada 1.000 habitantes, dos años después fue de 369,5.
Depende del sexo: mientras la tasa en hombres fue de 332,2, la de mujeres se situó en 405,3. Y también de la edad: la frecuencia aumenta con los años -los valores más bajos se dan en el grupo de 0 a 4 años (91,4) y los más altos entre los 90 y los 94 (578,4)- siguiendo “un patrón por sexo definido”, ya que durante la infancia y adolescencia afectan más a los hombres, y en la juventud y etapa adulta a las mujeres.
La situación tampoco es igual según la comunidad: la mayor prevalencia ajustada por edad aparece en Canarias (458,1); Comunidad Valenciana (455,7) y Murcia (426,7), cuando la nacional es de 357,2. Por el contrario, Castilla-La Mancha (93,3) y Euskadi (293,3) presentan las cifras más bajas. El 37 % de la población padece algún problema de salud mental, pero a partir de los 75 años, el porcentaje se eleva al 50 %. La ansiedad es el problema por antonomasia: en 2021, los centros de atención primaria diagnosticaron 126,9 casos/1.000 habitantes, un 33,7 % más que dos años antes. La sufren el doble de mujeres que de hombres (165 frente a 87), aunque en ambos casos se ha duplicado desde 2016, cuando la tasa femenina era de 78,9 y la masculina de 40,3. Así, cerca del 17 % de las mujeres y del 9 % de los hombres tienen este trastorno, que alcanza su pico en el grupo de mujeres de 50 a 54 años. Por detrás están los trastornos del sueño y depresivos, que también van al alza: los primeros se han disparado un 58,8 % (de 49,6 en 2016 a 78,8 en 2021), mientras que los segundos han subido casi un 20 % (de 39,1 a 46,8).
El trastorno más frecuente en menores de 25 años es también la ansiedad (35,7), que en ese bienio subió un 40,7 %, aunque en este caso va sucedida de los trastornos específicos del aprendizaje (31,2) y los problemas hipercinéticos (26,5), que se han incrementado un 36,2 % y un 11,9 %, respectivamente.
Melilla, a la par
Para hablar de éste y otros temas conversamos con Fernando Cabo Castro, licenciado en Psicología, Máster en Diseños de Investigación en Psicología y Salud y doctor Psicología. Cabo Castro, además, cuenta con una dilatada experiencia y una extensa formación en distintas especialidades siendo experto en el diagnóstico, evaluación y tratamiento del autismo y otros trastornos del neurodesarrollo, tales como la ansiedad o depresión, entre otros. Sobre las enfermedades que más afectan a los melillenses, el doctor Cabo afirma que la ciudad “está a la par del resto de ciudades españoles y no presenta diferencias”.
El trastorno que más se repite en la consulta de este psicólogo es el trastorno de adaptación que puede conllevar características ansiosas o depresivas, que se producen cuando una persona experimenta un cambio en su vida, tal y como explica Fernando Cabo Castro: “Este trastorno se produce en pacientes que han sufrido un cambio tan drástico como para producirle sintomatología psicológica a la cual se añaden, o bien síntomas depresivos, ansiosos o las dos cosas, pero en realidad el trastorno de adaptación está producido por factores estresantes”.
Esta clase de trastornos no diferencian género, ni edad: “No existe un rango de edad. A partir de los 15 años hay personas con problemas psicológicos. Lo que sí es cierto es que en las personas mayores de 50 años se diagnostican más problemas depresivos. Quizás debería haber diferencias por sexo según las patologías, pero no veo esa diferencia”.
Las enfermedades mentales y su reconocimiento continúa siendo un tabú para una gran parte de la sociedad que ven estos problemas como un estigma: “Se está progresando un poco en este aspecto, ya que la pandemia derivó en que muchos españoles tuviesen que acudir a un especialista. Sin embargo, es cierto que en ciudades pequeñas aún hay quién siente pudor si le ven entrar en la consulta de un psicólogo. Tras la pandemia y también debido a este pudor hay quien prefiere tratarse online, aunque siempre recomiendo que lo mejor es el cara a cara”, manifiesta Fernando Cabo.
Sobre los daños que una sociedad competitiva como la actual puede generar hablamos también con el doctor Cabo: “Más competitiva puede ser, pero a la vez la competitividad se debe a las expectativas que nos marcamos. Si una persona crece sólo con valores materiales se vuelve inconformista. Hace poco leí un artículo, en el decía que las generaciones que vienen no están disconformes con el trabajo que tienen, pero tampoco están involucradas porque su único objetivo es ascender o encontrar otra empresa que le pague más.
Las redes sociales tienen una parte muy buena, pero también su parte mala. Evidentemente, subimos contenido amable, no vamos a subir tristezas”. Sin embargo, la vida es mucho más que una foto de Instagram, la vida real es que lo no se ve. “Recuerdo un influencer que subía muchas fotos suyas, paseando con bolsas de marca y todas estaban vacías. Todo imagen”.
La pandemia marcó un antes y un después en la sociedad, pero también un repunte de las personas que precisaban ayuda: “Hubo un repunte en los años 2021 y 22, y ahora parece que la cosa se está estabilizando y se estabiliza en el buen sentido de la palabra porque durante los dos años siguientes a la pandemia, la gente todavía quedó un poco alterada a nivel psicológico, seguían teniendo las secuelas en su estado de ánimo de lo que habían pasado. Esta situación permitió que la gente se habituase más a pedir ayuda. Ahora, quedan las personas que realmente lo necesitan y eso se agradece mucho a nivel profesional porque dejas de encontrar a personas que magnifica un problema. La pandemia debilitó a la gente, que se estabilice el número de pacientes significa que las personas se han vuelto resilientes, fuertes. La gente ha empezado a superarlo hasta el punto de que han pasado cuatro años y la gente no se acuerda”.
Las largas jornadas de trabajo, la obsesión por ser los mejores padres, los mejores trabajadores, los mejores amigos… son el foco de muchos problemas mentales. Por ello, Fernando Cabo tiene muy claro que una vez que salimos del trabajo hay que desconectar porque la vida no se puede reducir al ámbito laboral.
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