El pasado miércoles, 6 de enero, como es sabido, tuvo lugar la celebración de la Pascua Militar. Desde la proclamación de SM el Rey D. Juan Carlos I como Rey de España y Jefe del Estado, esta celebración se viene produciendo en el Palacio Real de la Plaza de Oriente de Madrid, de manera ininterrumpida, el día 6 de enero de todos los años.
Conocido es que esta tradición se remonta a 1782, cuando una escuadra franco-española, con 8000 soldados embarcados, recuperó para España la plaza de Menorca, precisamente el día 6 de enero, razón por la cual, SM el Rey Carlos III dispuso que, en muestra de su real aprecio, en esa fecha se reuniese a una representación de las guarniciones por parte de los Virreyes, Capitanes Generales y Comandantes Militares y se trasladase a los Ejércitos la felicitación de su Rey.
Transcurridos los siglos, la tradición se mantiene y a día de hoy, además de representar el respeto a una tradición, esta celebración constituye el inicio del año militar y una ocasión, nunca desaprovechada por la Corona, para trasladar a las Fuerzas Armadas, mediante el discurso del Rey, la gratitud de la nación española. Algunos lo califican habitualmente como un discurso previsible y esperan de SM el Rey algún mensaje de mayor calado político por una u otra razón coyuntural del debate político. Yo, particularmente, agradezco a SM el Rey D. Felipe VI, a quien considero un dignísimo representante de la institución que encarna, esa previsibilidad, que acredita la estabilidad de la Corona y de nuestra nación por muchos intentos que se realicen para provocar algún tipo de inestabilidad que beneficie a pescadores en río revuelto.
Nos podemos considerar auténticamente afortunados por contar con unas Fuerzas Armadas de la talla profesional y humana como de las que disponen nuestros soldados, los hombres y mujeres entregados al noble oficio de la milicia, religión de hombres honrados, que citara el insigne soldado de la Infantería española, Calderón de la Barca.
Y es que nuestros soldados, los soldados de España, se rigen por un consolidado cuerpo de códigos éticos y morales, cuya observancia, a pesar de todas las limitaciones en las que ejercen su noble tarea, les confiere una fortaleza moral que les hace humanamente admirables y dignos de todo reconocimiento. El más notable de todos estos códigos éticos lo constituyen las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, estrictamente encuadradas en los valores que consagra nuestra Constitución y marco del resto de códigos éticos que inspiran la actividad cotidiana de nuestros soldados; el decálogo del cadete, el credo legionario, el ideario paracaidista y muchos otros que conforman una guía moral de entrega completa y servicio íntegro al bienestar de los españoles, sobre todo a su paz, cualesquiera que sean las circunstancias y los retos a los que para ello tengan que hacer frente.
Para que estos abnegados servidores públicos puedan desempeñar sus cometidos en condiciones de seguridad y con la eficacia que de ellos esperamos, es necesario dotarles de los medios adecuados y garantizar el mantenimiento de dichos medios en las mejores condiciones. Se requiere para ello, asignarles las correspondientes dotaciones presupuestarias, lo cual, en el caso de nuestra nación, está aún lejos de alcanzar las cotas cuantitativas que el Planeamiento de nuestra Defensa considera compatible con el mantenimiento de la capacidad operativa deseable.
Por otro lado y a pesar de que en el Presupuesto de Defensa para el año en curso se han corregido ciertas anomalías que padecíamos en el ámbito de las retribuciones del personal, estamos aún lejos de eliminar la importante brecha salarial existente entre nuestros soldados y el resto de empleados públicos con parecidos niveles de cualificación, disponibilidad, entrega y asunción de riesgos y penalidades.
Ha de ser tarea preferente de los dirigentes políticos, con responsabilidad en esta materia, el mejorar significativamente ambos aspectos de la realidad presupuestaria de nuestras Fuerzas Armadas.
Entretanto, con el compromiso, que estoy seguro que la nación española asume como propio, de mejorar las condiciones en las que nuestros soldados sirven a España, desde lo más hondo de mi corazón, Fuerzas Armadas de España, gracias.
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