El Boletín Oficial del Estado y el Boletín Oficial de Melilla han recogido ya el nombramiento de Eduardo de Castro como nuevo presidente de Melilla. No lo tendrá nada fácil para gobernar no sólo por su debilidad parlamentaria, que le podría exponer a una doble oposición hecha desde dentro y fuera de casa.
Lo tiene difícil porque los que se van no quieren irse y el PP dará ‘guerra’. Eso por descontado. También porque la ciudad atraviesa una crisis económica a la que tendrá que hacer frente sí o sí, en tiempo récord si quiere que los ciudadanos le respalden dentro de cuatro años.
Hoy es presidente de la Ciudad gracias a la infinita generosidad de CpM y PSOE. Ambas formaciones querían un cambio en Melilla y cedieron el bastón de mando de la Asamblea porque entendieron que ésa era la mejor oferta que se le podía hacer a Cs para cerrar la etapa de Juan José Imbroda.
No voy a hacer leña del árbol caído, pero tampoco me voy a quedar con las ganas de celebrar la regeneración. Después de 20 años es saludable que cambien las cosas, a falta de comprobar que es para bien. Si el tripartido C’s-CpM-PSOE no funciona, PP y Vox tendrán la oportunidad de conseguir apoyos de los melillenses para gobernar. Pero aquí pasa como pasaba en Andalucía: ya era hora.
Esta nueva etapa viene acompañada de la ilusión de una buena parte de Melilla que por un momento temió que la presidencia de Eduardo De Castro se quedara en un espejismo.
Tanta ansiedad tiene la peña que ayer leímos en Twitter hasta un supuesto Gobierno en el que entraba Gloria Rojas como vicepresidenta primera y consejera de Educación; Hassan Mohatar, vicepresidente segundo y consejero de Medio Ambiente; Julio Liarte, el independiente del que hablaba De Castro, como consejero de Economía; Francisco Vizcaíno, en Fomento; Elena Fernández Treviño en Cultura y Festejos; Rachid Bussian en Deportes y Juventud; Abderrahim Mohamed Hammu en Bienestar Social; Antonio Zapata, en Administraciones Públicas; Luis Escobar, en Administraciones Públicas y Mohamed Mohamed Mohamed, en Seguridad Ciudadana. Supuestamente los viceconsejeros serán Paula Villalobos, Yonaida Selam; Fatima Mohamed y Mohamed Ahmed; Santiago Bustillo sería presidente de la Autoridad Portuaria y desaparecen Melilla Monumental y el Instituto de las Culturas.
En esta ciudad no nos gustan las cosas tranquilas. Aquí hay derroche de adrenalina hasta en las colas del autobús. Y ya hay prisas por vender la idea de que De Castro ni siquiera ha podido formar su gobierno con discreción.
Hace unos años, se comentó en los mentideros políticos de Murcia que el ex presidente de la Región, Ramón Luis Valcárcel, cambió el nombramiento de un consejero confirmado porque éste no pudo callárselo. Abrió la boca y se quedó sin la consejería.
Ahora toca mirar hacia delante. A unos les corresponderá gobernar y a otros, hacer oposición. Creo que en el punto en el que estamos, los ciudadanos esperan menos dimes y diretes, pero no renuncian a un combate dialéctico cuerpo a cuerpo.
De Castro tendrá que ser fuerte para dirigir el Gobierno sin imponerse por el ordeno y mando y para ser respetado sin tener que recordar a quien lo ningunee que él es el presidente.
Los tripartitos han funcionado en este país, pero no están exentos de riesgo. No es fácil gobernar en minoría. Pero cuando se quiere, se puede. Y aquí han querido.
Nosotros, humildemente y desde la prensa, le daremos al nuevo gobierno los cien días de gracia. Sabemos que en poco más de tres meses no se pueden hacer milagros. No esperamos que reabran todos los comercios cerrados de la Avenida o que baje el paro de la noche a la mañana. Pero sí se pueden hacer gestos que confirmen a la ciudadanía, que hay en Melilla un gobierno para todos. Para los que votaron a quienes están y para los que no lo hicieron.
Por higiene mental, creo que sería bueno poner punto y final a las intrigas. Personalmente no entiendo por qué en Melilla queremos que los juzgados tengan la última palabra en todo. Con eso sólo depreciamos nuestra voz.
Me gustaría que tuviéramos una legislatura tranquila, con oposición de verdad: firme, constante, pero honesta. También me gustaría un gobierno capaz de escenificar el cambio incluso en los detalles más superfluos. Pero no creo que suprimir el Instituto de las Culturas sea una de esas señales.
En todo caso, me gustaría que adelgazara la Administración para que todo ese dinero que seguramente se ha empleado bien, se emplee mejor: ayudando a los melillenses que peor lo están pasando, pero también dando oportunidades para que jóvenes, mujeres y mayores se arriesguen y apuesten por Melilla.
No entiendo que el 60% de los melillenses quiera irse de aquí. Hay que conseguir que la gente quiera quedarse. En todo caso, si las cosas no cambian en Cuba, os aseguro que me quedaré la última para apagar la luz.
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