El PP de Imbroda necesita un golpe de efecto antes de que se celebre el próximo Congreso de los populares en Melilla. Los imbrodistas aún conservan la esperanza de que Pablo Casado trague con la inclusión del patriarca en las listas o, como mínimo, con que éste patrocine y designe a los agraciados. Pero para ello es condición ‘sine qua non’ recuperar el Gobierno de la ciudad autónoma.
De ahí las prisas con que, tras la victoria de Feijóo en Galicia, el imbrodismo pidiera matrimonio a los socialistas de Gloria Rojas. Creyeron adivinar debilidad en la doctrina del líder sin contar con que Feijóo no quiere ser quien quite la anilla a la granada e inaugure oficialmente una lucha fratricida entre sorayistas y pablistas.
Los populares necesitan el poder y estarían dispuestos a pactar con un PSOE venido arriba, experto en pisar charcos, al que los imbrodistas se podrían merendar a las primeras de cambio.
El círculo más cercano al expresidente de Melilla sabe que Pablo Casado no quiere que Imbroda repita. La dirección nacional no va a apostar por un líder que ha sido descabalgado por una supuesta indisposición para negociar tras las elecciones, la abstención de Cs. Lo peor es que no hay un sucesor claro. En cuanto Miguel Marín ha empezado a despuntar como delfín, se le han tirado al cuello desde la oposición intentando embarrarle con supuestas gestiones polémicas en el puerto y ahora con un presunto delito urbanístico, al autorizar la construcción de un vial en zona verde. Todo eso hay que demostrarlo en los tribunales y ya se sabe que Marín no es de los que se echa para atrás. Cuando cree que tiene la razón, avanza. En 2016 le sacó 18.000 euros a Aberchán en un juicio por calumnias. El que quiera mambo, que se apunte y, de paso, que prepare la cartera.
Pero Marín no es el favorito de Pablo Casado para suceder al gran jefe, sino Javier Lence, de quien dicen los que le conocen que tiene hilo directo con Génova. Prueba de ello es que muchos imbrodistas le niegan el saludo. Ya se pondrán las pilas. Aquí, el que no corre, vuela. Tiempo al tiempo.
Lo cierto es que si el PP no soluciona estos problemillas internos se puede encontrar con el estallido de una guerra cainita en medio de una hipotética convocatoria de elecciones. Los votantes de centro y de centro derecha de Melilla están desamparados. Los que no quieren a Imbroda no se ven militando en lo que queda de Cs, cuya sede pasa mucho tiempo cerrada, a la espera de que Madrid nombre un coordinador, si es que lo hace. Porque los de Inés Arrimadas tienen otras urgencias que atender. Melilla no es prioridad. El trasiego de militantes de Melilla de vuelta al PP o con la idea en mente ha minado la implantación del partido naranja en la ciudad autónoma.
Ante este panorama Vox pescará en río revuelto y saldrá ganando. CpM y PSOE se disputan el mismo electorado y están tan absortos en pisarse los callos que no miran hacia su derecha. Eso no quita para que ambos sean conscientes de que necesitan una auditoría en la Ciudad Autónoma como el comer. Un año después de aterrizar en la Asamblea no han salido a flote los supuestos tejemanejes de la era Imbroda. Pasó lo mismo en la Junta de Andalucía, donde se esperaba un ejército de sapos y culebras saliendo de los cajones. Pero no ha sido así. O por lo menos la magnitud de la tragedia no es la que se esperaba.
De momento, lo más gordo que ha aflorado en Melilla son facturas de protocolo de Imbroda que alcanzarían el medio millón de euros. Eso éticamente puede que sea feo en una ciudad con tanta pobreza, pero no es ilegal.
Si pones el bulto de facturas en un lado de la balanza y en el otro la ausencia de contrato marítimo y la carestía de los billetes del barco, apaga y vámonos. Nada supera la infamia del transporte marítimo en Melilla. Y esa es la herencia que nos dejará el tripartito si CpM, PSOE y Cs no se ponen las pilas.
Pedro Sánchez no consigue el dinero prometido del Plan Marshall europeo. Estamos en vilo, a la espera de que esos euros lleguen para tapar agujeros y salvar empresas. Mientras tanto, Podemos se desmorona; Cs se desangra y en Melilla ya nadie se cree eso de que no hay mal que por bien no venga.
Da igual a quien ponga el PP al frente en el Congreso de Melilla, siempre que no sea uno de los quemados tras el fin de ciclo. Ante una situación de emergencia, el votante sólo busca las siglas como referencia, pero con mínimas medidas de higiene: hay que tocar al sucesor con la varita mágica de la renovación. Hacen falta caras nuevas.
Para Imbroda es urgente recuperar la Ciudad. El relevo que él tenía en mente ya no encaja en el plan de vuelo de la gaviota. Hay que improvisar y necesitan que Gloria Rojas coma de su mano. Y si no es ella, que coma Sabrina Moh, que tiene hilo directo con Madrid; es la que apadrina al astro de Moha y la que sólo sale para dar buenas noticias mientras Rojas permanece da la sensación de estar en busca y captura. No se deja ver mucho aunque ayer hizo acto de presencia para defender a la delegada y enviar un mensaje contundente a los Aberchán y compañía: con Sabrina no te metas.
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