Nació algo así como un invento para acoger a seres animales y vegetales un tanto expulsados de la vida cotidiana de los humanos. Pero fue creciendo en instalaciones, servicios y competencias hasta convertirse en toda una escuela de vida que recibe a más de 5.000 visitantes al año. Por la Granja Escuela 'Gloria Fuertes' dependiente de la Ciudad Autónoma todos los centros docentes de Melilla y todo tipo de visitantes llaman a su puerta cada día. Cualquier persona puede darse un paseo de lunes a viernes, ambos inluídos, para acercarse al medio natural en toda su extensión o en toda la extensión que permiten sus limitadas superficies, próximas a renovarse porque aquel primigenio proyecto de recuperar metros cuadrados áridos, pide más, mucho más.
Quico Sierra, monitor del 'Gloria Fuertes' es la persona encargada de guiar la visita al medio natural y explicar el trabajo que se lleva a cabo en aquel rincón de Melilla, rincón cuyo equipo humano también se encargan de charlar con personas desfavorecidas, a quienes explican cómo es cada especie y cómo debe comportarse el ser humano con el mundo animal. Sierra controla personalmente el criadero de diferentes aves echando una mano a la hora de la incumbación de los huevos e incluso enseñando al pájaro cómo tiene que buscarse la ida una vez deje de depender de su madre. Los tiempos están bien medidos entre 20 y 30 días de gestación son necesarios para hacer posible una nueva vida melillense.
Hay tortugas, todo tipo de aves, vacas de leche, mapaches, burros, cerditos, cabras, con ejos, borregos. "A algunos los encontramos perdidos y les instalamos en la granja, otros llegan de la mano de sus propietarios que, llegado un momento, no pueden atenderlos en sus domicilios". Y todos, finalmente, disfrutan de un remanso de paz que la Ciudad Autónoma pone a disposición de todos los melillenses, teniendo más que asegurado el sustento, la atención y el cariño de los monitores. Sí, porque hay que servir y estar enamorado de la profesión para echar ni se sabe cuántas horas del día y de la noche con el fin de mantener viva la llama vital del medio natural en una ciudad de las característias de Melilla. Hay que querer, en definitiva.
Sierra y sus compañeros y colaboradores están con los grupos y enseñan puntualmente el compotamiento de cada especie; sus reacciones y sus querencias. Como se ocupan de ellos cada día, los conocen a la perfección y saben lo que los residentes quieren en todo momento. Las especies vegetales merecen y reciben el mismo tratamiento especializado para que, llegada la ocasión, pueblen los espacios ajardinados de la ciudad o simplemente se queden para siempre en el 'Gloria Fuertes' oxigenando sus aires naturales.
Hay veces en las que el ciudadano dice 'no tener nada que hacer'. No es cierto, no. Debería ser obligatoria la visita a la Granja Escuela; es muy clarificador que los más pequeños puedan comprobar sobre el terreno lo que han aprendido en el aula. Y es más que apropiado el conocimiento previo del medio natural para que, a base de experiencias bien guiadas, pueda llegar al brote del cariño. Es más que educativo.
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