El pequeño tamaño de la gaviota reidora (Chroicocephalus ridibundus) con respecto a las omnipresentes gaviotas patiamarillas (Larus michahellis) es la más evidente de sus diferencias entre ellas, y la que primero nos llamará la atención. No es raro ver una gaviota patiamarilla persiguiendo a una reidora, así que tenemos muchas ocasiones para compararlas y ver otros detalles que las diferencian, pero la diferencia de tamaño también las identifica a cada una como perteneciente a uno de los dos grupos en los que se dividen las gaviotas, el grupo de las gaviotas pequeñas y el de las gaviotas grandes. Entre las muchas especies de gaviotas que acompañan a la reidora en el grupo de las pequeñas hay algunas que se pueden ver en Melilla y su entorno, como la gaviota cabecinegra (Ichthyaetus melanocephalus) y la picofina (Chroicocephalus genei), que además suelen verse acompañando a las reidoras, a menudo formando parte de la misma bandada, por lo que muchas veces pasan desapercibidas. Dentro del grupo de las grandes hay otras dos especies que se pueden ver en Melilla, aunque siempre en mucha menos cantidad que la patiamarilla; son la gaviota sombría (Larus fuscus) y la de Audouin, nuestra emblemática gaviota de pico rojo (Ichthyaetus audouinii). Como vemos, hay gaviotas del mismo género en los dos grupos a la vez, por lo que el tamaño de las distintas especies está más relacionado con los hábitos alimenticios y migratorios.
La reidora tiene sin embargo una similitud importante con la patiamarilla, ambas especies son en la actualidad las más abundantes en los países del Mediterráneo occidental, y su población sigue creciendo conforme crecen las urbes; en la situación actual, en la que el resto de especies están decreciendo en número e incluso desapareciendo, es evidente la razón del aumento de la población de estas gaviotas: se han adaptado a vivir a expensas del hombre, adaptándose a las distintas vetas de alimento que suponen las actividades humanas, tan distintas como los vertederos urbanos y la agricultura. Efectivamente, la gaviota reidora se hizo famosa hace algunas décadas por formar grandes colonias en las afueras de las urbes de la península, alrededor de los vertederos, donde se alimentaban de los desechos orgánicos. Aunque las grandes colonias que vivían cerca de esos vertederos han pasado a la historia a medida que estos vertederos se sellaban, las gaviotas reidoras siguen formando parte de la fauna de las urbes y los campos de cultivo de muchas zonas del interior de España. En las ciudades interiores se suele ver en las orillas de los ríos urbanos, y en las zonas agrarias se las suele ver siguiendo los arados de los tractores; en ambos casos sus presas son pequeños invertebrados.
Hay que distinguir entre las gaviotas reidoras que viven en la península ibérica y las que llegan allí en invierno huyendo del frío del norte del continente europeo. Son esas gaviotas, las invernantes, las que llegan también a nuestra ciudad. Una de las señas de identidad de la gaviota reidora es que cambia de plumaje con las estaciones; en invierno luce apenas dos manchas oscuras a cada lado de la cabeza, que es el uniforme con el que la veremos la mayor parte del tiempo que permanezca en el entorno de Melilla. A medida que se va acercando la primavera las manchas se van convirtiendo en dos bandas oscuras que le cruzan la cabeza de lado a lado, hasta que en verano el plumaje de la cabeza de estas gaviotas es totalmente oscuro. Desde principios de marzo es posible observar algunos ejemplares de reidora con la cabeza oscura en la orilla del río Oro, indicando que les queda poco para abandonar la ciudad hacia sus destinos norteños. La gaviota reidora forma parte de la avifauna del estuario del río Oro, un lugar especialmente maltratado y aún no entendido como parte natural del río. En la actualidad es posible aún ver esta y otras especies como el chorlitejo chico (Charadrius dubius) o el andarríos chico (Actitis hypoleucos) cerca de la desembocadura; a pesar del profundo deterioro de esta zona, la vida en los estuarios es muy rica y es difícil acabar con ella. Si la lógica se impone y se lleva a cabo una restauración ambiental del cauce del río, esta zona está llamada a ser una de las más beneficiadas. Hasta entonces, es posible disfrutar de la observación de las reidoras si no somos muy exigentes con los valores paisajísticos, otra asignatura pendiente de nuestra ciudad.
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