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Gámez emociona a los cofrades con un pregón plagado de recuerdos y Fe

“La primera vez, y de esto hace ya algunos años, que asistí al Pregón de la Semana Santa melillense, acompañando de la mano a mis padres, rondaban los años sesenta, y fue aquí, en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús.

En ella, abordado por los sentimientos expuestos y bien encauzados por aquel hombre pregonero, anegado del aroma del incienso y del romero, corrió por mis venas el deseo de, algún día, ser pregonero en mi tierra; y hoy, aún sorprendido, pese a mi insistencia, mi alma tiembla, los nervios me desbordan, me pregunto: ¿Quién soy yo? ¡Hombre sin notorios títulos, sin méritos propios, ni tan siquiera buen cristiano! ¿Qué puedo ofreceros?, ¿cómo emular a mis predecesores?, ¿por qué os fijasteis en mí? He de pensar en aquel egoísmo infantil, y solo encuentro palabras para decirme: ¡Pobre infeliz. Pobre pregonero!”. Así recordaba ayer Francisco Gámez, en una iglesia del Sagrado Corazón abarrotada de personas y de sentimiento cofrade, su primer contacto con el pregón. Gámez lo tuvo claro aquel día, hace ya más de medio siglo, quería anunciar la llegada de la Semana Santa en su ciudad natal. Anoche se cumplió su deseo, aunque ya no lo esperara. Justo en el momento en el que ya había desistido, los cofrades se acordaron de él para brindarle esta oportunidad, que no desaprovechó. El pregonero no defraudó a ninguno de los presentes.
Gámez hizo un recorrido por todos y cada uno de los símbolos de la semana de Pasión de nuestra ciudad. Lo hizo como observador, recordando cada año caminando cerca de las cofradías de nuestra ciudad, escuchando los tambores de la banda, oliendo a incienso y viendo, cara a cara a los titulares de cada hermandad.
Decenas de personas llenaban la iglesia. Un año más los melillenses demostraron que la Semana Santa tiene arraigo en la ciudad. Tiene pasado, tiene presente y, lo más importante, tiene futuro. Las palabras de Gámez emocionaron a los asistentes y les hicieron recordar los días que están a punto de llegar, las mañanas de carreras y preparativos, las tardes de penitencia, el fervor contenido de los cristianos. La Pasión, la Muerte y la Resurrección de Cristo representada en la calle, sobre los hombros de cientos de hombres que caminarán firmes, una semana más.
En su discurso hubo un recuerdo para los que antes que él se subieron al mismo atril para ofrecer su pregón, especialmente para su antecesor, Javier Calderón, que el pasado año dio un carácter reivindicativo y una visión joven pero concienzuda y profunda de la Semana Santa local. Tampoco se olvidó Gámez de sus familiares, de sus amigos cofrades, los que aún están y los que se han marchado, y de los hermanos mayores de las cinco cofradías de nuestra ciudad que con su intenso trabajo consiguen que cada año supere al anterior.
Más allá de los tronos, las imágenes y las tardes de incienso, el pregonero quiso hacer hincapié en la labor que hacen los hombres y mujeres que están dentro de las hermandades, ocultos y anónimos, ayudando a familias que atraviesan dificultades económicas y personales. Ésa es, al fin y al cabo, la esencia del sentimiento cofrade.
El veinticinco aniversario de la Castrense, la cofradía más joven de nuestra ciudad, también se incluyó en un pregón largo, pero no pesado, que logró mantener la atención de todos los presentes. Gámez destacó el gran trabajo del hermano mayor, Francisco López, y recalcó cómo los cofrades han sabido adaptarse a los tiempos y a las nuevas formas de pensamiento.
Se detuvo el pregonero en todos esos jóvenes que vienen por detrás de los que ya peinan canas pisando fuerte, de forma decidida, con la intención de mantener la esencia de la Semana Santa y al mismo tiempo aportarle eso de nuevo que siempre lleva consigo la juventud. Gámez reconoció el valor de estos cofrades que permiten a los mayores estar tranquilos, porque saben que tienen ya a quien pasar el testigo.
La devoción mariana, la pasión de Cristo y la alegría de la Resurrección no pudieron faltar en este discurso, porque son éstos, al fin y al cabo, los principios sobre los que surge todo lo demás, sobre los que se sustenta la Fe. Y para la Fe también hubo palabras. Para la dedicación y la entrega que consigue mantener viva la ilusión. “La llama de la luz que nos hace ver y sentir, a aquellos que distantes estamos. Con su ayuda y extendidas manos nos libera de la penumbra en la que a veces, por diferente motivos, nos encontramos”. “Qué cierto es que la Fe mueve montañas. Que con Fe, los proyectos de las cofradías se hacen realidades. Con Fe pura y sincera movemos el mundo, el mundo cofrade, el mundo cristiano”, aseguró el pregonero.
Domingo de Ramos, Lunes, Martes y Miércoles Santo, Jueves y Viernes Santo, Sábado de luto y Domingo de Resurrección. Siete días de Pasión, de recogimiento, de fraternidad, de Fe, de celebración contenida. Todos los días, todas las estaciones de penitencia, las recorrió anoche Gámez con devoción, con humildad, sin querer demostrar que sabía más que los presentes, sólo queriendo dar su visión, su toque, expresar su sentimiento cofrade. Un cofrade más, el elegido este año para representarlos a todos.
“Hermanos mayores de mis cofradías: Paqui, Francisco, Gregorio, Manuel, Curro. Con vuestro permiso, pido a vuestros capataces de trono me presten sus voces, para tener por un instante, en esta la primera levantá, el honor de alzar y mecer a Cristo y a María Virgen, y al toque de campana, toque de atención, pediros con fuerte voz: Va por vosotros portadores. Va por Melilla, la ya vieja cofrade, alcemos nuestros tronos y que la luz del mundo embellezca y engalane nuestros pasos procesionales. Paz y Bien”, concluyó.

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