Juan Manuel Ibáñez se enfrentó a la muerte, por primera vez, cuando tenía 22 años. Nunca se le pasó por la cabeza que su futuro laboral estaría ligado a los servicios funerarios de Melilla.
Pero en el año 2011 su vida dio un giro. Junto a su socio le dio vueltas y más vueltas al mercado y ambos tomaron la decisión de montar una empresa funeraria porque entendieron que en la ciudad quedaba cuota de mercado.
En principio la empresa iba a llamarse solo Nuestra Señora de África, en homenaje a una antigua funeraria que existió en Melilla en los años 70, pero la vinculación del socio de Juan Manuel Ibáñez a la carrera militar, más la devoción que existe en la ciudad por Benito, el soldado de los milagros, les llevó a colocarle delate ‘El Soldadito’. Y ahora se dan cuenta de que fue todo un acierto.
Ibáñez ha montado su oficina a la espalda del hotel Ánfora, muy cerca de la churrería que está frente a La Puga. Ahí tiene su despacho, pero el teléfono lo mantiene abierto las 24 horas, los 365 días del año. La muerte no entiende de festivos. Llega cuando llega y su empresa vive de brindar un servicio muy personalizado a las familias que atraviesan por el dolor de haber perdido a un ser querido.
Las diferencias
El Soldadito no tiene convenios con aseguradoras aunque los asegurados pueden elegir libremente la funeraria. Para conseguir abrirse un hueco en el mercado tuvo que innovar. “Fuimos los primeros en prestar servicio de catering en los velatorios”, asegura Juan Manuel Ibañez a El Faro.
También fueron los primeros en ofrecer música en directo durante los entierros. Para ello contratan a violinistas que acompañan a los familiares hasta el cementerio durante el cortejo fúnebre.
Es un servicio muy demandando, sobre todo por allegados de personas que en vida fueron amantes de la música. Es algo novedoso pensado para aquellos que entienden la muerte como una despedida de la que algún día todos todos seremos protagonistas.
Relicarios para las cenizas
Tampoco se resignó Ibáñez a traer el recipiente típico para guardar las cenizas. Él prefirió optar por cuidadas urnas de madera y por pequeños relicarios, también de madera, en los que se dividen las cenizas del difunto para compartirlas entre familiares. “Lo cuidamos todo al detalle”, dice.
Preguntado por El Faro, dónde se ve dentro de diez años, Juan Manuel Ibáñez no quiere hacer planes a largo plazo. Quizás verle la cara a diario a la muerte le ha demostrado que la vida se va el día menos pensado.
De momento Juan Manuel Ibáñez está contento con las cosas como están. Le gustaría ver crecer su negocio, pero en esto quiere ir paso a paso. No se puede quejar. En seis años la gente conoce su empresa de servicios funerarios El Soldadito y la recomienda. Su apuesta por el trato personalizado está dando frutos.
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