Fuera de ‘tierra de nadie’

Soy yo la única que cree que Marruecos se ha pasado tres pueblos con el cierre de la frontera que ha dejado a decenas de marroquíes atrapados en Melilla? El país vecino ha desplegado un dispositivo de seguridad tan absurdo, por excesivo al menos en Beni Enzar, que parece que el coronavirus necesita pasaporte para entrar en Nador.

Me pregunto qué vamos a hacer ahora con todos los marroquíes que se han quedado atrapados en esta ciudad. Y me pregunto también si el Gobierno español se va a quedar de brazos cruzados ante el despliegue desorbitado de agentes marroquíes en tierra de nadie que, como todos sabemos, es territorio neutral. Al menos debería serlo, pero una vez más, Marruecos aprovecha la oportunidad para sacar músculo.

Digamos que este cierre fronterizo es un ensayo general de lo que se nos puede venir encima el día que Rabat corte por lo sano. Por eso me pregunto además si las autoridades marroquíes se han planteado levantar el blindaje de la frontera en caso de que necesiten que una ambulancia entre en España con algún paciente gravemente enfermo. ¿Lo permitiremos? Tengo tantas interrogantes que quizás ni la mismísima delegada del Gobierno me las puede contestar.

Marruecos nos tiene como quiere. Al cerco comercial añade ahora un cordón sanitario. Tiene motivos más que justificados. Con la pésima sanidad que tiene, como el coronavirus se meta de lleno hará estragos.

Una vez más Rabat va por delante. Es el Gobierno marroquí quien ha decidido cerrar la frontera. Cuando se registró el primer caso de coronavirus en este país a las autoridades españolas ni se les pasó por la cabeza montar el espectáculo audiovisual que han protagonizado los agentes marroquíes en ‘tierra de nadie’.

¿Quiénes se creen que son para invadir el territorio neutral? ¿Por qué no les exigimos inmediatamente que lo abandonen? Entre amigos, lo primero es el respeto. Incluso entre enemigos el respeto es fundamental. Pero España hace la vista gorda una y otra vez y Marruecos avanza sin un ápice de complejo. Pisotean nuestra españolidad como si fuéramos un trapo y aquí nadie se da por enterado.

Marruecos ha tomado buena nota del Gobierno chino y ha decretado el confinamiento como medida preventiva. Ellos llevan la voz cantante. Mientras tanto, en los comercios de la frontera ayer la gente se mataba por comprar frutas y verduras. Una señora se llevaba incluso un saco de patatas. ¿Tenemos motivos para preocuparnos? Desde luego. Con la frontera cerrada y los supermercados de buena parte de España desabastecidos por el acaparamiento, no quiero ni imaginarme lo que nos espera.

Si un sábado cualquiera los supermercados de Melilla dan lástima, este será para enmarcar. Estamos sitiados y ha querido el azar que Marruecos cierre la frontera y corte vuelos y barcos con España en la celebración del Día de la Ciudad.

Ayer, quizás por ser festivo, había calles vacías en El Real, farmacias cerradas y colas en los comercios y carnicerías. La gente tiene miedo. Ahora con más razón, después de que Pedro Sánchez adelantara que el Consejo de Ministros aprobará hoy el estado de alarma, que restringe los movimientos durante los próximos 15 días. ¿Estamos atrapados?

Hay pueblos en España en los que se ha decretado el confinamiento: prohibido entrar, salir o circular por las calles. Es la única manera de contener el avance del coronavirus. Pero en Melilla, además, ensayamos el aislamiento al que nos puede condenar un país que nos desprecia sólo por ser y querer ser españoles.

Marruecos ha cerrado la frontera por el coronavirus. Es legítimo. Como también lo es que los marroquíes atrapados en Melilla puedan regresar a sus casas o que los españoles exijamos que Rabat retire a todos sus agentes de la tierra de nadie. ¡Fuera de la zona neutral!

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