Latifa, de origen marroquí, malvive frente al centro de inmigrantes junto a sus dos hijos menores de edad Su marido, sirio, está acogido en el CETI junto a su segunda esposa Fatima y su hijo de 11 años también están fuera.
Solas, con hijos pequeños a cargo, en un país extraño para ellas y a la intemperie. Así están viviendo dos mujeres que han llegado a nuestra ciudad huyendo del conflicto que asola Siria.
Como ayer informó El Faro, ambas son de origen marroquí, aunque casadas con varones de nacionalidad siria. Pese a haber contraído matrimonio con ellos, no han adquirido la nacionalidad de ese país. La carencia de ese documento ha sido la justificación esgrimida por los responsables del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) para no permitir a estas mujeres vivir en sus instalaciones.
Nacida en Rabat
Latifa es el nombre de una de ellas. Nació en Rabat, la capital de Marruecos, pero su casamiento con un sirio la llevó al país que desde hace cinco años se desangra en un conflicto armado cuya solución parece hoy una quimera.
“Nos casamos hace 13 años en Arabia Saudí”, explica Latifa a este periódico a través de un joven marroquí que ejerce como traductor. Fue en ese país donde dio a luz a su hija mayor, que actualmente cuenta con 11 años.
La familia viajaba y retornó a Marruecos, donde nació su otro hijo, un niño de ocho años que observa a su madre sin comprender el motivo de su permanencia en una tienda de campaña mientras justo enfrente su padre tiene un techo donde cobijarse.
Latifa, su marido y sus hijos habían vuelto a Siria antes de que estallase la guerra, pero el rugido de las armas volvió a empujarlos lejos de ese país.
Para entonces, la familia de Latifa había aumentado, pero no por haber tenido más descendencia: su marido había tomado una nueva esposa (siria, como él). Tras huir del conflicto y alcanzar Marruecos, llegó el momento de que Latifa y los suyos intentasen cruzar a territorio español.
Al no disponer de medios económicos suficientes para hacer pasar a toda la familia, el marido optó por que fueran Latifa y los dos retoños de ese matrimonio quienes cruzaran primero la frontera, mientras él permanecía en el lado marroquí con su otra esposa a la espera de poder entrar en Melilla.
Según explica Latifa, pudo entrar con sus hijos al CETI, pero tras comprobar las autoridades que ella no disponía de pasaporte sirio, fue expulsada junto con los niños “el día 24 del mes once”.
Desde entonces, Latifa y sus niños malviven en una tienda de campaña frente al centro de estancia de inmigrantes.
La mujer esperaba que la llegada de su marido con la otra esposa sirviera para que tanto ella como sus niños fueran readmitidos en el CETI. Sin embargo, el esposo ya ha podido entrar en Melilla (“hace una semana”, señala la mujer) y, por el momento, Latifa y los pequeños continúan fuera.
Breve visita del marido
En la mañana de ayer, el marido salió del centro durante breves minutos para visitar a su esposa e hijos, según presenció este periódico.
“Hace mucho frío en la noche”, lamenta Latifa. “Viene gente y nos da un poco de comida y mantas”, continúa. Se refiere a integrantes de la ONG Entreculturas, que según indicaron a El Faro miembros de Amnistía Internacional que se desplazaron a Melilla para documentar el caso, fueron quienes acudieron al lugar para ayudar a esta familia que vive a la intemperie.
En una situación similar, aunque más problemática, se encuentra Fatima. Este periódico informó ayer de su caso. Viuda de un sirio y con un hijo de 11 años, también es de nacionalidad marroquí (“de Casablanca”) y no cuenta con la siria, motivo por el cual fue expulsada del CETI “hace 18 días”, en sus palabras.
“No tengo pasaporte sirio, pero mi hijo sí tiene la documentación”, afirma Fatima a El Faro. “Nuestro libro de familia sí es el de Siria”, asevera.
Al igual que Latifa, Fatima y los suyos vivían en Alepo, hasta que los estragos del conflicto los forzaron a abandonar el país. “No tenía fuerza para vivir el sufrimiento que hay en Siria”, lamenta la mujer.
Su marido había fallecido antes de la guerra, en 2007. Ahora, Fatima vive de la caridad y su sueño es llegar “a Alemania o a Bélgica”, donde conoce gente procedente de Siria y espera poder dar un futuro a su hijo.
Regresar al CETI
Sin embargo, es consciente de que ese paso está lejos. Por ello, su primer objetivo es ser readmitida en el CETI.
“Estamos fuera, no podemos ni ducharnos”, relata, y añade que no tiene abogado que la atienda en cuestiones de protección internacional. “Quiero contactar con el Defensor del Pueblo en Madrid, pero no he obtenido respuesta”. Mientras, Fatima prepara un plato de ‘taboulé’ con verduras que la noche antes le trajeron los voluntarios.
El hijo de Latifa, con un corte en un pie
Latifa, una de las dos mujeres de origen marroquí casadas con sirios que han sido expulsadas del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), tiene dos hijos que malviven junto a ella en una tienda de campaña frente al centro. Uno de ellos es un niño de ocho años que el sábado sufrió un corte en un pie mientras caminaba.
“Quise entrar con él en el CETI para que lo curasen, pero nos dijeron que no podíamos entrar”, aseguró la mujer a este periódico.
Tras insistir, finalmente un miembro de la Cruz Roja salió del centro y efectuó una cura al pequeño, al que desinfectó la herida y practicó un vendaje.
El niño camina cojeando como consecuencia de la herida. En la mañana de ayer, Latifa desconocía si su hijo volvería a recibir atención médica con motivo de esa herida.
“Pasamos mucho frío en la noche”, lamenta Latifa, quien indica que en la misma tienda se cobijan ella y sus dos pequeños en compañía de Fatima y el hijo de ésta, a los que tampoco se permite la entrada al CETI.
El origen marroquí de Latifa y Fatima y su carencia de pasaporte sirio, pese a haber contraído matrimonio con varones de esa nacionalidad, es la razón dada por los responsables del centro de estancia de inmigrantes para denegarles la admisión.
Durante el fin de semana, las dos mujeres y sus respectivos retoños han sido visitadas por miembros de Amnistía Internacional venidos de Madrid y Málaga. Los integrantes de esta entidad prefirieron no hacer declaraciones a El Faro, puesto que estaban recabando todos los datos necesarios para elaborar el informe de ambos casos.
Uno de ellos sí confirmó a este periódico que en la noche de ayer personal de la ONG Entreculturas acudió al lugar para entregarles mantas con las que guarecerse del frío.
José Palazón, de la Asociación Pro Derechos de la Infancia (Prodein), declaró que el caso necesita una solución “ya” y emplazó a las instituciones a tomar las medidas oportunas.
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