Frontera e Inmigración

“Fue la única vez que intenté hacer ‘riski’: ahora tengo que aprender a vivir sin un pie”

Soufian afirma que cumplirá los 17 años en diciembre. Vino desde Casablanca con la idea de estudiar y mandar algo de dinero a su familia. Según cuenta, llegó a Melilla hace cosa de un mes cruzando la frontera de Beni Enzar a la carrera. Ahora se encuentra postrado en una cama del hospital. El sueño de un futuro mejor se truncó cuando cayó de los bajos de un camión, donde se había escondido para subir a un barco que lo llevara a la península. Era la primera vez que lo intentaba. El joven tuvo que ser intervenido de urgencia. Al salir de la operación, no tenía pie izquierdo.

El accidente se produjo en la madrugada del 16 de noviembre. Agentes de la Guardia Civil lo localizaron poco antes de la siete de la mañana. Estaba tumbado en el suelo del Muelle Rivera II junto a otro chico, que también sufrió un traumatismo craneoencefálico al caer del mismo vehículo. “Lo recuerdo todo perfectamente”, asegura Soufian. Horas antes, los dos jóvenes colocaron una tabla de madera entre los bajos del vehículo. Se tendieron sobre ella y esperaron pacientemente a que el coche se pusiera en marcha.

“El camión estaba andando cuando la tabla se rompió y caímos al suelo”, relata Soufian. Según dice, el vehículo pasó por encima suyo. Recuerda que sufrió un dolor “insoportable” y que se le hizo eterno el rato que pasó tirado en el suelo hasta que fue hallado por los guardias civiles y, posteriormente, trasladado al Comarcal. Soufian afirma que, cuando salió del quirófano, supo que su vida habría cambiado para siempre.

Un mar de dudas

El chico habla con calma sobre lo sucedido. “Estoy bien, pero todavía me duele mucho la pierna”, comenta. Es consciente de que el desenlace pudo haber sido aún peor, pero no puede evitar sentirse muy preocupado. No se imagina cómo va a ser su día a día a partir de ahora. “Tengo que aprender a vivir con un sólo pie y no sé si podré volver a jugar, cómo voy a andar o a buscarme la vida”, manifiesta. “Tampoco sé si podré obtener una prótesis; nadie me ha dicho nada al respecto”, agrega Soufian.

Según rememora el joven, antes del accidente pasó unos días meditando qué decisión tomar: si regresar al centro de menores de La Purísima, donde dice que durmió una semana; o intentar llegar a la península por la vía rápida. Ahora tiene claro que escogió la peor opción.

Soufian dice que, al llegar a Melilla, pasó una semana en el centro de acogida, pero lo abandonó al ver que no era lo que esperaba. Según explica, tenía que dormir en una habitación en la que, además de haber cuatro camas, otros menores dormían sobre varios colchones que estaban en el suelo. “Era una habitación muy pequeña en la que dormía un montón de gente y apenas se podía andar por el suelo”, recuerda. “Cuando venían por la noche otros niños que llevaban muchos días en la calle, dormían en el mismo sitio sin pasar antes por la ducha. El olor era insoportable”, sostiene el adolescente. Después de una semana en la Purísima, optó por dormir en la calle. Fue entonces cuando escuchó a otros menores hablar de la posibilidad de hacer ‘riski’ para salir de Melilla. “Me comentaron que había barcos y que, si tenía suerte y conseguía colarme, podría llegar a la península”, recuerda.

El rap, un sueño

Soufian se marchó de Casablanca dejando allí a su madre y a sus dos hermanos de 12 y 8 años. No sabe nada de su padre desde hace tiempo. El joven afirma que decidió venir a Melilla por la mala situación económica que atraviesa su familia: “Mi madre limpia casas cuando la llaman, pero muchas veces está sin trabajo”. Cuando él estaba en Marruecos, trataba de echar una mano y, en los ratos en los que estaba fuera de la escuela, se buscaba la vida vendiendo chicles. Pero veía que no era suficiente la ayuda. Él sentía que tenía que hacer más por ayudar a su familia.

“Ahora mi madre está muy asustada y preocupada por lo que me ha pasado. No puede venir a verme porque no tiene medios”, dice el chico. Soufian cree que cuando salga del hospital volverá al centro de menores. Quiere ir a la escuela para tener un futuro el día de mañana. Le amputaron el pie izquierdo, pero no pierde la esperanza. Sigue soñando con lo mismo que antes de emprender su viaje a Melilla: llegar a ser cantante de rap.

“Hace dos años empecé a escribir sobre la vida y la pobreza con la que crecí”, comparte. No ha vuelto a escribir desde antes del accidente, aunque espera recuperar el ánimo pronto para enfrentarse de nuevo a sus sentimientos y poder plasmarlos sobre un papel. Pero ahora son muchos los pensamientos que se agolpan en su cabeza. Todavía tiene que asimilar lo caro que le ha salido su intento de alcanzar su sueño europeo y reconocerse sin el pie con el que un día entró corriendo a Melilla.

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