El ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, dijo este martes en la sesión de control al Gobierno, en el pleno del Senado, que la frontera de Melilla se abrirá cuando la pandemia lo permita. Echa así un jarro de agua fría a las expectativas que teníamos los melillenses con la visita de Pedro Sánchez. Esperábamos que el presidente nos diera la noticia de la próxima apertura del tráfico fronterizo de personas y mercancías.
Nos viene bien el mensaje de aliento, pero lo que queremos saber es cuándo y cómo abrirá la frontera. Entendemos que no sea en cuestión de días porque los pasos fronterizos no están preparados para ello y tampoco podemos dar por doblegada la pandemia. Pero sin una fecha fija para reabrir los pasos fronterizos, los ánimos se vienen abajo.
La patronal, por su parte, destaca la necesidad de que no sólo levantemos la verja sino que, además, exijamos a Marruecos reabrir la aduana comercial para favorecer el intercambio entre socios comerciales. No podemos permitir que los empresarios melillenses sigan siendo vetados por Rabat y que tengan que buscar fórmulas imaginativas para llevar su mercancía a Nador desde Málaga o Almería.
No podemos dar por bueno el argumento de que sin comercio atípico, no hace falta aduana en Melilla porque no es cierto. La aduana comercial es imprescindible para reavivar el comercio de la ciudad. Si un marroquí compra aquí una tele o un sofá, lo saca con seguridad jurídica declarándolo en la frontera. Si la gente tiene que arriesgarse a que le quiten la mercancía o a que le pidan comisiones, entonces decaerán las compras.
Si Melilla es España, los marroquíes deben comprar en nuestros comercios con las mismas garantías que lo hacen en la península. Cualquier tipo de discriminación es y será inaceptable.
El paso que ha dado el presidente Pedro Sánchez, reconociendo el plan de autonomía marroquí para el Sahara, es arriesgado, pero necesario para la supervivencia de las ciudades autónomas. La reapertura de la aduana y la normalización del tráfico fronterizo pueden ayudar a paliar el coste político de un paso difícil de dar, pero aún más difícil de asumir, porque no es un paso cualquiera: es un paso histórico.
De ahí la importancia que tiene para Melilla y Ceuta la visita del presidente Sánchez. Confiamos en que nos traiga buenas noticias y que nos dé las explicaciones que pueda dar, pero, sobre todo, las que necesitamos escuchar para que las inversiones no huyan de esta ciudad. La gente tiene que saber que su dinero y sus propiedades están seguras, de lo contrario, habremos hipotecado nuestro futuro.
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