El discurso está manido, pero sigue repitiéndose de manera insistente tanto en España como en el resto de países europeos. Un trabajador más formado es más empleable.
Lo afirma también la actual directora del Servicio de Empleo Estatal, Esther Azancot, que precisamente ayer asistió a la entrega de diplomas del centro de formación Rusadir para felicitar a los diez alumnos que han finalizado con éxito los cursos de Actividades administrativas en la relación con el cliente y el de Prestación de servicios bibliotecarios. “Estos cursos pueden suponer un trampolín hacia el mercado laboral”, indicó en declaraciones a El Faro.
Palabras optimistas entre tanto pesimismo. De hecho, María del Pilar Aguilar, una de las alumnas, prevé un futuro mucho menos halagüeño. Tiene 40 años y es el quinto curso de formación que finaliza. Cuenta que está muy satisfecha con el centro, así como con los docentes, pero que su “colección de títulos” (agente comercial, procesamiento de datos, comercial de seguros y un largo etcétera) no le han ayudado a conseguir un empleo. “Me he formado en tantos ámbitos, pero dudo que ahora me haya convertido en una persona más empleable”. Su experiencia le dice que “no”. “Tengo 40 años y el único trabajo que he conseguido ha sido el de limpiadora, y para una sustitución”, cuenta.
Esperanza perdida
Asegura que estar sin una actividad fija es “frustrante” y que cada día que pasa la esperanza de encontrar un empleo se apaga un poco más. “Al estar parado pierdes competencias y las empresas te reconocen cada vez menos por mucho que te esfuerces en ampliar tus horizontes”, argumenta.
Es muy consciente de que forma parte de ese colectivo que por su edad ya tiene menos margen de maniobra. Aguilar tiene pareja y dos hijos. Su marido también está en paro. Por tanto no puede permitirse el lujo de estudiar una carrera o emigrar en busca de nuevas oportunidades.
Paro juvenil
Sanah Al Lal y Nerimen El-Hammouti, ambas de 21 años, también alumnas del centro de formación Rusadir, son el vivo ejemplo de que el desplome laboral no sólo ha afectado a personas mayores de 40 años, sino también al sector más joven de la población. El Hammouti cuenta que se ha formado como perito calígrafo judicial en Madrid. Una profesión que le apasiona. No obstante, carece de experiencia laboral en el mundo del peritaje caligráfico y según esta joven, ahí está el fallo. “Las empresas, a la hora de contratar a alguien buscan experiencia. Es un factor importante porque si no la tienes compites en desventaja”, reconoce.
Al Lal se resiste a hacer “únicamente” autocrítica. Sabe de la importancia de poder mostrar su destreza, pero cree que las instituciones también tienen parte de responsabilidad. “No pueden estar continuamente sumergidos en sus trifulcas y eternos casos de corrupción y dejarnos de lado. Han de crear políticas de empleo válidas, que realmente nos beneficien”, sentencia.
Luz al final del túnel
Daniel Hermosilla, de 28 años, recibió, al igual que sus compañeras, un diploma que acredita que ha superado el curso de actividades administrativas.
Ha estado desde el año 2011 en paro. Justo ahora acaba de salir de un largo túnel y aunque no sabe si viene otro de parecido discurrir de momento sólo quiere limitarse a contemplar el paisaje. “Me han dado trabajo con los Planes de Empleo. Desde el 1 de septiembre me encargo del mantenimiento del edificio de la escuela de adultos”, señala. “Tengo contrato para seis meses y ahora prefiero no pensar en qué ocurrirá después”, continúa.
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