Fiesta del Sacrificio con sabor amargo

Gran parte de la población melillense celebra la Pascua Grande (Aid-El Kebir) de forma austera. La prohibición de la entrada de borregos ha hecho mella en los ánimos de los musulmanes

“Aid Mubarack Said”, (Feliz Pascua) dice Malika Kaddur, vecina de la calle Sagasta, con desgana y poco entusiasmo a su vecino Mimon Mohamed. De hecho, para ella el día de ayer, merece cualquier calificativo menos el de “feliz”. “La Pascua de este año se la han cargado”, manifiesta. “Sin borrego no hay fiesta”, continúa.

Lamenta “profundamente” que la prohibición de la entrada de borregos procedentes de Marruecos haya llevado a que uno de los días más importantes de su religión, transcurra como cualquier otro. “No he tenido ni ganas de sacar el mantel”, dice la madre de Malika, Hadija Mohamed. “¿Para qué? Si no vamos a hacer una comida especial”. No miente. Sobre la mesa desnuda yace una bandeja de pastas, un plato con “pañuelos” y tres vasos con té . “Esto es lo único que he sacado para no olvidar que hoy es Aid-El Kebir”, dice.

Tampoco sus vestimentas van acorde con la festividad. En vez de lucir chilabas de colores alegres y llamativos han optado por “la de siempre”, la de “andar por casa”. “Para qué nos vamos a arreglar si no hay nada que celebrar”, lamenta la madre. Y es que este año, a diferencia de otros, Hadija y su hija Malika están solas. “Siempre hemos sacrificado el borrego en la azotea de mi hermano, que vive en el mismo edificio que nosotras con su mujer y sus tres hijos”, cuenta Malika. “Se quedarán tranquilamente en casa porque lo emocionante para los niños es estar en contacto con el animal y conocer todo el proceso previo a su consumo”, dice.

Malika cree firmemente que en una sociedad en la que no se reconocen “a nivel práctico” los acuerdos  entre el Estado y las comunidades musulmanas implica que no se puedan celebrar en igualdad de condiciones “las fiestas islámicas”.  “Es muy injusto lo que han hecho. Cuando sean las próximas elecciones volverán a pedirnos el voto con sonrisa Profident. Mientras tanto, se olvidan de nosotros”, manifiesta.

“Un día cualquiera”

“Para aquellos que no compartan nuestra religión puede resultar difícil comprender por qué el sacrificio de un borrego en la Pascua es imprescindible. Les invito a que se imaginen una Navidad sin luces, árbol de Navidad, sin marisco y sin cabalgata de Reyes”, explica Mimon Mohamed con tono conciliador. “Porque las tiendas están cerradas, si no para nosotros el día de hoy (ayer), sería como cualquiera”, asevera.

Al igual que en casa de Hadija y Malika, el menú de Mohamed y el de su familia es más bien austero y corriente: “Estoy preparando una olla con patatas”, cuenta su mujer. “Si tuviésemos un borrego estaríamos comiendo pinchitos hasta para desayunar”, interviene Fatima, su hija.

Resignación

A escasos metros de los hogares de Hadija y Mohamed, se encuentra la casa de los padres de Abdelaziz y Nirmin. Él con chilaba color burdeos, y ella con la misma prenda en morada, comparten mesa con sus progenitores y un tío (primo de su madre)  para celebrar “de la mejor forma posible” su tradicional Fiesta del Sacrificio. Viven su “día grande” con cierta resignación, pero aseguran que no quieren entrar en la polémica que se desató hace varias semanas en la ciudad, después de conocer la prohibición de la entrada de borregos provenientes de Marruecos. “Es lo que nos ha tocado y tendremos que aceptarlo”, dice la madre que prefiere no revelar su identidad.

No obstante, reconoció que no descartaban coger el coche para viajar a Marruecos y degustar la carne sagrada, que sus familiares estaban preparando. “Quizá vayamos esta tarde para visitar a nuestra familia” explicó.  Una idea que aprobaron todos los asistentes, menos su primo Hassan, que reside en el país vecino y que ha  viajado a Melilla no sólo para visitar a su prima: “Tengo 70 años y ya estoy más cerca de la muerte que de la vida. Este año he querido vivir una fiesta, lejos del bullicio y del estrés que los preparativos del Aid-El Kebir traen consigo”. afirma.  “Por primera vez he dejado todo en manos de mis hijos para comprobar si son capaces de organizar esta fiesta sin seguir mis órdenes. Muy a mi pesar he visto que sí”, comenta.

Asegura que lo único que le queda por ver es que la política se separe de la religión y de la cultura. Será entonces, cuando realmente podrá “descansar en paz”

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